A la legua se nota que Diego Guerra es una de esas personas que está orgullosa de lo que hace y se lo cuenta a todo el mundo. Así lo hizo cuando se topó con un cronista de Bichos de Campo y se lanzó con su historia, que no es ni más ni menos la de un agrónomo que cumplió un modesto pero profundo sueño que tenía desde que era estudiante: fundar su propia empresa y trabajar allí junto a sus amigos.
Más que fundarla desde cero, lo suyo fue una sinergia, porque junto a Javier Baldomá, quien había sido compañero suyo en la facultad, lograron que Acren, una empresa de insumos de Ramallo, les permitiera crear su propia oficina en Rojas.
Como sea, desde febrero del 2024, donde antes funcionaba una sede de Laboratorios Degser, ambos amigos lograron abrir las puertas del proyecto que pergeñaron juntos durante muchas noches en La Plata, cuando sólo eran jóvenes del interior en una gran ciudad y querían compartir un proyecto de trabajo independiente.
Mirá la improvisada entrevista con Diego:
“Siempre soñamos con la idea de tener nuestro propio negocio”, recuerda Diego, que ahora -muchos años después- logró lo que ese joven ambicioso quería. Tras recibirse, él, que es de Lincoln, trabajó para el sector privado y la Cooperativa de Carabelas. Javier, por su parte, formó parte de Agricultores Federados Argentinos (AFA) y, como es oriundo de Rojas, propuso que, al independizarse, debían elegir su ciudad. Ahí mismo, en la intersección de la ruta 188 y Avenida Bicentenario, instalaron su oficina.
Si bien han trabajado siempre en tándem, al dúo Diego-Javier lo completa Hernán Gaynor, que se aboca al asesoramiento en seguros agrarios. Los tres confían en que pueden potenciar el desarrollo local y desde allí asesoran y abastecen a productores del partido y la región.
“Le damos mucha importancia al servicio. Trabajamos las 24 horas los 7 días a la semana porque estamos muy convencidos”, señala Guerra.
Desde ya que el respaldo que les da ser parte de Acren no es menor. La empresa opera desde el 2018 y pisa fuerte en el mercado de semillas, fertilizantes y agroquímicos, sobre todo en su lugar de origen, el norte de la provincia de Buenos Aires. No tuvieron que trabajar en una identidad desde cero, y eso les jugó a favor.
De todos modos, aunque las marcas y los productos los heredaron de la empresa que los apadrinó, la “expertise” es propia: ahí, en el corazón productivo de la provincia, quieren poner en práctica todo lo que aprendieron en la facultad y en sus primeras experiencias laborales. Y los resultados no fueron magros, porque ya dicen presente en otros partidos de la zona, como Pergamino, Colón, Arenales, Junín, Chacabuco y Salto.
No es sencillo hallar el valor que distingue a una empresa de sus competidoras, pero para Diego lo suyo está claro: “nos entusiasma generar vínculos”, explica. Por eso este agrónomo no tiene problema en visitar gratuitamente a los campos de sus clientes, asesorarlos y buscar las mejores líneas de financiación para cada caso particular.
Es muy común escuchar que el agro argentino funciona como una familia, y estos casos, en la zona núcleo de la pampa húmeda, sirven de ejemplo. Dos amigos del interior que se cruzaron en la facultad cumplieron su meta y hoy son agrónomos dedicados a hacer lo que les gusta: tejer relaciones y ayudar a los productores a ser eficientes.
“Estamos en los mejores campos del mundo y cada vez que entramos a la oficina sabemos que logramos eso que soñamos cuando éramos muy jóvenes. Es un placer”, expresa Guerra, que seguro seguirá contando orgulloso su historia a mucha más gente.
Con respecto a los Agrónomos Diego Guerra y Javier Baldoma no solamente son excelentes profesionales también lo son humanamente personas sanas que van asesorar al productor de la mejor manera.