“Las ventas (de lácteos) de abril de 2017 marcaron el nivel más bajo de los últimos 10 años. Exportamos 12.000 toneladas cuando veníamos con niveles mucho más altos”, reveló Jorge Giraudo, coordinador del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), en el programa Bichos de Campo de Radio Rivadavia.
El especialista explicó que en los últimos dos años el contexto no fue favorable para el sector lechero en lo internacional ni en lo local. A nivel general hubo caída de los precios internacionales de los commodities lácteos y esa caída repercutió en los precios domésticos, a lo que se sumaron las lluvias a mediados de 2016 e inicios de 2017, una inflación alta, un tipo de cambio bajo para la exportación y la caída del consumo. Todos estos factores generaron un cóctel complejo para la cadena lechera durante el primer tramo del Gobierno de Cambiemos.
Un reciente informe de OCLA da cuenta de que el comercio mundial creció cerca del 60% en los últimos diez años, pero las exportaciones argentinas cayeron 8% en ese mismo lapso. Esta situación se agravó en los últimos 24 meses, indicó Giraudo.
Otro informe de los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA) completó un panorama difícil. Afirma que en los primeros cuatro meses de 2017 hubo una caída en la producción primaria de leche de 15,2%, aunque en abril la baja se desaceleró al 4% respecto de los niveles de un año atrás.
En este escenario de contracción, Giraudo sostuvo que “la leche que se produce tiene al mercado interno como principal destino, y deja muy poco excedente para la exportación”.
Los mayores costos de producción y un tipo de cambio con retraso hacen que los precios internacionales de los lácteos, que hoy se ven buenos, con 3.000 dólares la tonelada para la leche en polvo, no resulten atractivos para la Argentina, ya que le cuesta mucho más producir una tonelada del producto cuando a los competidores les cuesta cerca de la mitad.
Giraudo indicó, como ejemplo, que en términos de productividad industrial “si tomamos el 92% de la leche que se destinó a industria y la dividimos por el empleo registrado que releva el Ministerio de Trabajo, que ronda 35.000 personas, nos da una productividad de 700 litros por empleado y por día, cuando en Nueva Zelanda y Australia tienen productividad de 4.000 litros por empleado. La relación es de 6 a 1”, calculó.