Los productores de porcinos y los asesores en nutrición animal de ese rubro destacan los malos resultados económicos que está arrojando esa actividad. Los números en rojo están llevando al cierre -al menos temporal- de muchas granjas de menor tamaño.
Las declaraciones de los productores de cerdos contrastan con los números duros sobre la actividad, que a simple vista dan cuenta de un crecimiento del sector. Los datos que publica el Ministerio de Agroindustria, en rigor, indican que en julio la faena de cerdos creció 7% y que la producción de carne porcina llegó a las 356 mil toneladas entre enero y julio, lo que significó un incremento del 11% respecto de igual periodo de 2017.
En tanto, el consumo per cápita de esa variedad de carne llegó al récord de 15 kilos anuales por habitante el mes pasado.
La estadística oficial dice además que el precio promedio del kilo de capón es de 29,21 pesos. Y aquí aparecen los problemas, ya que los productores aseguran que el costo de producir ese mismo kilo de cerdo es mayor y va en aumento.
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Alejandro Lamacchia, de la Asociación de Productores de Porcinos de Buenos Aires, aseguró que el costo del sector llega a 31 o 32 pesos, y agregó: “La acumulación de las pérdidas económicas en un negocio en el que los costos están desbocados, está llevando a que los productores cierren sus granjas, en muchos casos de forma temporal y en otros definitiva”.
El ingeniero Patricio Bertelli, especialista en nutrición de la firma Teknal, añadió al análisis que “todas los sectores que consumen dólares (porque los granos utilizados como alimento cotizan en esa divisa) y producen pesos (porque su principal mercado es el interno) están complicados, debido a la continua suba del maíz”. Además de la producción porcina, la lista de sectores “desafortunados” incluye además a la producción de pollos, el tambo y también el engorde a corral de bovinos.
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Otro de los datos que resaltan de la estadística oficial es el de la creciente importación. Entre enero y julio ingresaron al país 29 mil toneladas de cortes porcinos, lo que significa nada menos que el 8% por ciento de la producción local. Ese volumen es a la vez 10% mayor al de igual período del año pasado.
Antonio Riccillo, importante productor de cerdos y feedlotero en la provincia de Buenos Aires, se quejó por el continuo ingreso de carne congelada que se vende en los supermercados como fresca y que fue producida en otros países en los que está permitido el uso de promotores de crecimiento aquí prohibidos, como la Ractopamina, un medicamente que mejora la eficiencia productiva y en definitiva reduce los costos. Riccillo remarcó la falta de atención de las autoridades a ese problema y a la crisis del sector.
Pero no todos coinciden con esa visión que pide poner límites a los ingresos de carne porcina. Para algunos analistas, la importación de carne de cerdo, si no tiene subsidios y se mantiene en los volúmenes actuales, debería favorecer al consumidor y además es lo que corresponde en un país que quiere vender sus productos al mundo.
Los que sostienen esa postura consideran que el problema es la falta de eficiencia comercial y creen que los productores deberían coordinar la venta, de forma tal de generar volúmenes que permitan capturar mejores precios. En efecto, el valor del kilo vivo de capón de 29 pesos significa con suerte apenas 20% del precio final de venta de la carne, que se estima entre 140 y 150 pesos por kilo.