Desde este lunes 28 en Quito, Ecuador, se realizará la conferencia regional de la FAO para América Latina y el Caribe, que se hace cada dos años y que reúne a los gobiernos de los 33 Estados Miembros para establecer las prioridades regionales de esta organización de las Naciones Unidas para el próximo bienio. En esta ocasión, uno de los temas centrales de dicho encuentro será analizar la situación del suministro mundial de alimentos a la luz de lo que sucede actualmente en el mundo tras la invasión de Rusia a Ucrania. Qu Dongyu, el director general de la FAO, preparó esta columna sobre estos nuevos desafíos. Aquí formula una serie de recomendaciones a los gobiernos para enfrentar la emergencia, como una apertura mayor al comercio y la necesidad de evitar imponer restricciones a la exportación de cereales. Son recetas que muestran que la Argentina , que sigue imponiendo restricciones a las exportaciones de sus granos, marcha a contramano de lo que necesita el resto del mundo:
En los últimos dos años, la enfermedad por coronavirus (COVID-19) ha planteado muchos retos para la seguridad alimentaria mundial. Hoy, lo que está ocurriendo en la Federación de Rusia y Ucrania añade otro importante reto. La Federación de Rusia y Ucrania desempeñan un papel importante en la producción y el suministro de alimentos a nivel mundial. La Federación de Rusia es el mayor exportador mundial de trigo, mientras que Ucrania es el quinto mayor exportador. En conjunto, proporcionan el 19% del suministro de cebada, el 14% del trigo y el 4% del maíz del mundo y representan más de un tercio de las exportaciones mundiales de cereales. También son los principales proveedores de colza y representan el 52% del mercado mundial de exportación de aceite de girasol. El suministro mundial de fertilizantes también está muy concentrado, con la Federación de Rusia como principal productor.
Las perturbaciones de la cadena de suministro y la logística de la producción de cereales y semillas oleaginosas de Ucrania y la Federación de Rusia, así como las restricciones a las exportaciones rusas, tendrán importantes repercusiones para la seguridad alimentaria. Esto es especialmente cierto en el caso de unos 50 países que obtienen el 30% o más de su suministro de trigo de la Federación de Rusia y Ucrania. Muchos de ellos son países menos adelantados o países de bajos ingresos y con déficit de alimentos de África septentrional, Asia y el Cercano Oriente. Muchos países de Europa y Asia central dependen de la Federación de Rusia para obtener más del 50% de su suministro de fertilizantes, y la escasez allí podría extenderse hasta el próximo año.
Los precios de los alimentos, ya en alza desde el segundo semestre de 2020, alcanzaron un nivel máximo histórico en febrero de 2022 debido a la elevada demanda, los costos de los insumos y el transporte y las perturbaciones en los puertos. Los precios mundiales del trigo y la cebada, por ejemplo, aumentaron un 31% a lo largo de 2021. Los precios de los aceites de colza y de girasol subieron más de un 60%. La elevada demanda y la volatilidad de los precios del gas natural también han impulsado el aumento del costo de los fertilizantes. Por ejemplo, el precio de la urea, un fertilizante nitrogenado esencial, ha aumentado más del 300% en los últimos 12 meses.
No hay certeza respecto de la intensidad y la duración del conflicto. Las probables perturbaciones de las actividades agrícolas de estos dos grandes exportadores de productos alimenticios básicos podrían agravar seriamente la inseguridad alimentaria en todo el mundo, en un momento en que los precios internacionales de los alimentos y los insumos ya son altos y volátiles. El conflicto también podría limitar la producción agrícola y el poder adquisitivo en Ucrania, lo que provocaría un aumento de la inseguridad alimentaria a nivel local.
Factores de riesgo fundamentales detectados: Los cultivos de cereales estarán listos para la cosecha en junio. No resulta claro si los agricultores ucranianos podrán cosechar sus cultivos y hacerlos llegar al mercado. Los desplazamientos masivos de población han reducido el número de trabajadores agrícolas. El acceso a los campos agrícolas resultaría difícil. La cría de ganado y aves de corral y la producción de frutas y hortalizas también se verían limitadas.
Los puertos ucranianos del Mar Negro han cerrado. Aun si la infraestructura de transporte terrestre se mantiene intacta, el envío de granos por ferrocarril sería imposible debido a la falta de un sistema ferroviario funcional. Los buques pueden seguir transitando por los Estrechos Turcos, un punto crítico para el comercio por el que pasa una gran cantidad de cargamentos de trigo y maíz. El aumento de las primas de seguro para la región del Mar Negro encarecería aún más los ya elevados costos del transporte marítimo, aumentando los costos de las importaciones de alimentos. Tampoco resulta claro todavía si las instalaciones de almacenamiento y elaboración permanecerán intactas y contarán con personal.
Los puertos rusos del Mar Negro están abiertos por ahora, y no se prevén grandes trastornos en la producción agrícola a corto plazo. Sin embargo, las sanciones financieras impuestas a la Federación de Rusia han provocado una importante depreciación que, si se mantiene, podría socavar la productividad y el crecimiento y, en última instancia, elevar aún más los costos de la producción agrícola.
La Federación de Rusia es uno de los principales actores del mercado mundial de la energía, pues representa un 18% de las exportaciones mundiales de carbón, un 11% de las de petróleo y un 10% de las de gas. La agricultura requiere energía a través del uso de combustible, gas y electricidad, así como fertilizantes, plaguicidas y lubricantes. La fabricación de piensos y de sus ingredientes también requiere energía. El conflicto actual ha provocado un aumento de los precios de la energía, con consecuencias negativas para el sector agrícola.
El trigo es un producto alimenticio básico para más del 35% de la población mundial, y el actual conflicto podría suponer una repentina y pronunciada reducción de las exportaciones de trigo tanto de la Federación de Rusia como de Ucrania. Todavía no está claro si otros exportadores podrían colmar este vacío. Las existencias de trigo ya se están agotando en el Canadá, y es probable que los Estados Unidos de América, la Argentina y otros países limiten las exportaciones, ya que los gobiernos intentarán garantizar el suministro interno.
Es probable que los países que dependen de las importaciones de trigo aumenten el volumen de estas, lo que añadirá más presión a los suministros mundiales. Egipto, Turquía, Bangladesh y la República Islámica de Irán son los principales importadores mundiales de trigo y compran más del 60% de su trigo a la Federación de Rusia y Ucrania; todos ellos tienen importaciones pendientes. El suministro de trigo del Líbano, Túnez, el Yemen, Libia y el Pakistán también depende en gran medida de los dos países. Es probable que el comercio mundial de maíz se contraiga debido a las expectativas de que la pérdida de exportaciones de Ucrania no será cubierta por otros exportadores y a causa de los altos precios.
Las perspectivas para las exportaciones de aceite de girasol y otros aceites alternativos también son inciertas. Los principales importadores de aceite de girasol, como la India, la Unión Europea, China, la República Islámica del Irán y Turquía deben encontrar otros proveedores u otros aceites vegetales, lo que podría tener efectos secundarios sobre los aceites de palma, de soja y de colza, por ejemplo.
Recomendaciones en materia de políticas
- Mantener abierto el comercio mundial de alimentos y fertilizantes. Debería hacerse todo lo posible con vistas a proteger las actividades de producción y comercialización necesarias para satisfacer la demanda nacional y mundial. Las cadenas de suministro deberían seguir en movimiento, lo que significa proteger los cultivos en pie, el ganado, la infraestructura de elaboración de alimentos y todos los sistemas logísticos.
- Buscar nuevos y más diversos proveedores de alimentos. Los países que dependen de las importaciones de alimentos de la Federación de Rusia y Ucrania deberían buscar proveedores alternativos para asimilar los efectos. También deberían aprovechar las actuales reservas de alimentos y diversificar su producción interna para garantizar el acceso de la población a una dieta saludable.
- Apoyar a los grupos vulnerables, incluidos los desplazados internos. Los gobiernos deben ampliar las redes de seguridad social para proteger a las personas vulnerables. En Ucrania, las organizaciones internacionales deben intervenir para ayudar a las personas necesitadas. En todo el mundo, muchas más personas se verán empujadas a la pobreza y el hambre a causa del conflicto, y debemos ofrecerles programas de protección social oportunos y bien orientados.
- Evitar las reacciones ad hoc en materia de políticas. Antes de promulgar cualquier medida para asegurar el suministro de alimentos, los gobiernos deben considerar sus posibles efectos en los mercados internacionales. Las reducciones de los aranceles de importación o el uso de restricciones a la exportación podrían ayudar a resolver los problemas de seguridad alimentaria de países individuales a corto plazo, pero impulsarían el aumento de los precios en los mercados mundiales.
- Reforzar la transparencia del mercado y el diálogo. Una mayor transparencia y más información sobre las condiciones del mercado mundial pueden ayudar a los gobiernos y a los inversionistas a tomar decisiones informadas cuando los mercados de productos básicos agrícolas son volátiles. Iniciativas como el Sistema de información sobre el mercado agrícola (SIMA) del G-20 aumentan esa transparencia, ya que proporcionan evaluaciones de mercado objetivas y oportunas.