La semillera Stine, una empresa familiar que tiene su origen en Estados Unidos, trabaja desde hace 20 años en la Argentina en la multiplicación y producción de diferentes materiales para el cultivo de soja. Desde 2016 también lo hace en el maíz. Su expansión es a veces silenciosa pero continua, y tiene diferentes facetas. Por un lado avanza en el lanzamiento al mercado local de nuevos productos. Pero también se prepara para expandirse desde aquí hacia otros países de Sudamérica.
En la Argentina, la firma ha montado su base de operaciones en Venado Tuerto, donde maneja 600 hectáreas en campos propios y alquilados. Sobre esas tierras hace investigación y desarrollo de nuevas materiales. Desde allí se preparan para presentar el año que viene la tecnología Enlist.
Ignacio Rosasco, gerente de la compañía para Sudamérica, explicó a Bichos de Campo que “esa tecnología es un codesarrollo con Dow Agrosiences (ahora fusionada con Dupont en Corteva). Le va a permitir al productor el año que viene mejorar el control de malezas, como es el caso de rama negra y el yuyo colorado, a través de un sistema integrado de herbicidas, glufosinato de amonio y 2,4D no volátil sobre el cultivo de soja“.
Escuchá la entrevista completa a Ignacio Rosasco:
La empresa Stine produce en Argentina semilla que exporta en contraestación a los Estados Unidos, pero además se expande a nivel regional. Ya está presente en Uruguay y Brasil y planea hacer pie en Paraguay en poco tiempo más.
A Rosasco le consultamos por las diferencias que encuentra en esos mercados de semilla de soja y el local, donde se debate hace tiempo sin éxito cambios en la norma que regula el comercio de semillas. La ley vigente viene desde principios de los años 70, cuando la soja era un cultivo marginal y casi desconocido, y cuando faltaban décadas para la llegada de la primera variedad transgénica.
El directivo de Stine contó cómo se pudieron organizar los países vecinos: “Brasil, por cuestión de escala, es un país muy agroindustrial, tiene mucha superficie de maíz y soja, y la legalidad que hay en el mercado de soja es superior. Tienen un sistema de captura de valor implementado lo que implica respeto a la propiedad intelectual y la patente. Uruguay tiene un sistema mixto, estatal y privado, que funciona y favorecen la inversión y la legalidad de la semilla”, comentó.
Mientras en esos mercados hay poco margen para la venta informal de semilla de soja, aquí no se le encuentra solución a la controversia y el porcentaje de venta de semilla ilegal o “bolsa blanca” sigue siendo muy elevado. Por eso, por ahora a los semilleros no les queda otra que insistir en la necesidad de tener una nueva Ley de Semillas que proteja sus derechos y conformarse con mejorar lo que hay. “Acá, a nivel industria, trabajamos para reforzar el sistema implementado a los efectos de poder soportar las inversiones que se hacen, que son grandes”, señaló Rosasco.