En la Argentina, año tras año, se reduce la cantidad de tambos (un fenómeno que también ocurre en otras naciones lecheras). Pero la producción se mantiene relativamente estable.
Eso sucede porque mientras los tambos más chicos hacen malabares para subsistir, los más grandes, que cuentan con mayores espaldas financieras, se hacen cada vez más eficientes gracias a la incorporación de tecnología y equipamiento.
Una de las herramientas tecnológicas que sumó la actividad en los últimos años fue la robotización en el marco del diseño de sistemas voluntarios de ordeñe. También se extendió la construcción de galpones que aseguran un mayor confort a las vacas. Ambos mejoraron los niveles de eficiencia y productividad.
El consultor lechero Marcos Snyder señaló que en la Argentina “ya se vendieron 149 robots, la mitad del mercado lo tiene Lely y la otra mitad la firma De Laval y en el último tiempo se metió Gea en el negocio”. También explicó que un robot puede ordeñar entre 65 y 70 vacas por día y que su costo actual es del orden de 145.000 dólares.
A eso hay que sumar mejoras en los sistemas de tanques de frío y otras herramientas como el uso de collares de radiofrecuencia con un sensor de movimiento y un micrófono y procesador desarrollado para detectar la rumia y la actividad de la vaca, por medio de los cuales es factible detectar celo con mayor precisión y el estado general de salud de los animales en tiempo real.
Snyder explicó a Bichos de Campo que, más allá de la coyuntura argentina, hay muchos proyectos en curso y en carpeta de tambos grandes que contemplan algunas o todas de las nuevas tecnologías diseñadas para el sector.
“Hay que pensar que en el primer robot en Argentina se instaló en 2015: la adopción fue rápida. Esto es un cambio de paradigma para la actividad y, si bien el mayor escollo es el costo, permite ir escalando de manera progresiva en las inversiones”, expresó el consultor, quien fue coordinador de la Comisión de Lechería de CREA.
Los nuevos tambos cuentan con un “free stall”, el cual comprende cubículos con un determinado espacio por vaca y pisos preferentemente de arena o bien “camas” de compost con tierra mezclada con un sustrato que evita la humedad y otorga mayor confort a los animales, además de preservarlos ante inclemencias climáticas.
En los tambos robotizados la gran revolución no es la máquina, sino el cambio de sistema, dado que las vacas se ordeñan de manera voluntaria cuando necesitan descargar la leche presente en las ubres. “Con ese sistema la vaca es la que manda: se acabó eso de ir a buscar los animales al campo y andar arriándola”, explicó Snyder.
El especialista agregó que gracias a ese cambio en el manejo mejoró también la productividad de las vacas, fenómeno que, lejos de tratarse de algo local, se evidencia en la mayor parte de las naciones lecheras del mundo.
“Hay casos de tambos en los cuales, gracias a ese mayor confort y el ordeño voluntario, las vacas pasaron de 35 a 45 litros por día, es decir, una la mejora de la productiva de casi 30%”, relató.
Snyder dijo además que en el sistema permite “alargar mínimamente media lactancia más, con lo cual el sistema robotizado de ordeñe voluntario tiene múltiples impactos positivos” y destacó que los galpones de compost están muy difundidos en otros países productores y que es responsable de la duplicación de la producción en Brasil.
Los tamberos de menor escala vuelven a estar complicados ante el frenazo del precio de la leche