En Entre Ríos, la desregulación económica de fines de los 90 permitió que se vuelva a desarrollar la vitivinicultura, a pesar de contar con un clima y suelos completamente diferentes a los de la región cordillerana, donde esta actividad tiene mayor difusión.
De a poco, pero con mucho entusiasmo, se fueron sumando productores que se agruparon en la Asociación de Vitivinicultores (AVER). La titular de la entidad es Noelia Zapata de Jacob, quien contó que “en Argentina hay 18 provincias que producimos vinos. En Entre ríos se producía, hasta el año 1937, unas 4.000 hectáreas de vides, pero luego la actividad se regionalizó y quedó por excelencia la zona de Cuyo” como exclusiva productora. Fue por un decreto de la época de Agustín P Justo durante la década infame, que recién se revirtió muchas décadas después.
En los últimos 20 años algunos emprendedores le volvieron a dar vida a la producción de uva y su industrialización, sumando así otra cadena de valor en la provincia litoraleña, cuya economía agropecuaria es de lo más diversa.
“Tenemos 41 viñedos inscriptos en el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV). Son pequeños, algunos incluso de media hectárea, otros de 1 a 5 hectáreas y hay uno más grande, el de la bodega Villeuz Sermet que llega a 30 hectáreas”, dijo Noelia Zapata, quien agregó que además hay 11 elaboradores de vino casero, y 7 de vino artesanal y sólo 4 bodegas, entre las que está la suya, Los Aromitos ubicado en Colonia Ensayo, a 12 kilómetros de Paraná.
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La empresaria dijo que en la provincia se trabaja con diferentes uvas, entre las que mencionó Malbec, Merlot, Syrah, Chardonnay, Cavignon Blanc y por su puesto el Tanat, que es la que mejor se adapta al clima y a la región y que también es la más producida en Uruguay, un país que tiene similares condiciones a Entre Ríos. De hecho, en Entre Ríos están trabajando con enólogos del vecino país, que conocen mejor el desarrollo de esa variedad en ese tipo de geografía.
Con respecto a las características y diferencias que tiene el manejo del cultivo respecto de lo que pasa en otras zonas como Cuyo, Zapata explicó que “acá la planta puede dar 20/25 racimos, le dejamos 10/12 racimos, luego se ralea y el resto queda como fertilizante. No necesitamos riego salvo este año que es muy seco”.
Lo que sí requiere habitualmente un viñedo en la región es el uso de fungicidas, porque al ser una zona muy húmeda se hace conveniente y hasta necesario combatir los hongos. Este año, por la seca que en el viñedo de Zapata redujo la cosecha en 40%, no es necesario su uso.
Para la productora hacer vinos implica “conocer cómo se hace esta magia, porque de este fruto se obtiene una bebida vinculada al disfrute. Por eso es todo un desafío poner el contenido de ese fruto fermentado y cuidado en una botella, que cuando se destape signifique un momento especial en familia o con amigos”.
En Los Aromitos a la producción de uva para vinos le sumaron el turismo rural, “porque el viñedo tiene una atracción especial y el turismo tiene que ver con que la gente necesita disfrutar al aire libre y en naturaleza. Tenemos 6 hectáreas de monte nativo, que está en vías de declararse área protegida. En ese bosque hacemos un recorrido donde explicamos a que planta corresponde cada especie”.