El consumo de carne vacuna que tanto desvela a las autoridades viene en franca caída en las últimas décadas. Aunque hay razones coyunturales que aceleran o atrasan este fenómeno, la razón principal de este proceso es el estancamiento de la producción en medio de un constante crecimiento demográfico.
En el año 1980, en la Argentina había poco menos de 30 millones de habitantes y entonces, con una producción cercana a los 3 millones de toneladas de carne vacuna, el consumo era de 83 kilos de promedio por persona.
Pero desde entonces, la producción nacional del alimento más demandado se mantuvo estable mientras que la población fue creciendo. Entonces en 1990 el consumo fue de 77 kilos anuales per cápita, en el año 2000 se redujo a 64 kilos, en 2010 descendió a 54 kilos y en 2020 a solo 51 kilos.
La caída entre 1980 y el año pasado fue de 38%. En ese lapso la producción ganadera estuvo estancada.
Los datos se desprenden de la estadística elaborada por la consultora Agroideas en base a los datos oficiales. La estadística, por fortuna, muestra que en paralelo a este proceso han crecido los consumos de carnes sustitutas de la vacuna, en especial el pollo y el cerdo. Si esto no hubiera pasado la caída del consumo hubiera sido catastrófica.
El analista Fernando Gil (foto), que trabaja en dicha consultora, dijo que “no hay más carne porque la producción está estancada” y que eso es consecuencia de las señales negativas que recibió la actividad. En los últimos 40 años fueron recurrentes las crisis económicas en el país y también las políticas contrarias al desarrollo pecuario.
Por eso el mismo ejercicio puede realizarse comparando la cantidad de población en la Argentina contra el stock bovino. En los años setenta, con menos bocas que alimentar que ahora la cantidad de bovinos era mayor que ahora, y entonces teóricamente cada argentino tenía una disponibilidad superior a dos vacas. Hoy, en cambio, son 54 millones de cabezas para 44 millones de habitantes y la relación ha caída a cerca de 1,2.
“Las inversiones en ganadería son de largo plazo, entonces las señales deben ser claras, tanto las económicas como las jurídicas. Cuando no hay previsibilidad en el negocio no se dan las inversiones necesarias y no se hacen los ajustes que se deben hacer. Estas señales -como las que dio Paula Español- son negativas, detienen la inversión y por lo tanto la producción deja de acompañar al crecimiento de la población”, dijo el consultor de Agroideas.
La secretaria de Comercio deslizó que al gobierno no le iba a temblar el pulso si debía cerrar las exportaciones de carne ante nuevas subas de precios, como ya hizo el gobierno de Néstor Kirchner en marzo de 2006, produciendo enormes pérdidas en la cadena productiva.
Gil agregó que, por otro lado, la presión impositiva sobre la ganadería es excesiva y que hay tributos “como ingresos brutos que se van acumulando y encarecen el producto final”. Actualmente también “el desdoblamiento cambiario para exportar reduce el ingreso a la cadena y resta incentivos productivos.
Katastrogiko lo q pasa en este país