Andrea Sarnari es la primera presidenta mujer de nada menos que la Federación Agraria, entidad que históricamente representó a los pequeños y medianos productores, sobre todo de la zona agrícola del centro del país y también en las producciones regionales. Su familia tiene un campo en Bolívar, zona de cría vacuna en la provincia de Buenos Aires.
“Este año estamos cumpliendo 100 años desde que mi familia está en ese campo. Primero vino mi bisabuelo, que era italiano, y se radicó ahí en la zona, y después esa chacra pasó a manos de mi abuelo, luego de mi padre, y bueno, ahora a manos nuestras. Con mi hermano seguimos teniendo esa chacra familiar” contó la dirigente rural.
Sus antepasados, como los de tantos que se radicaron en zonas agropecuarias, vinieron desde Europa donde también se dedicaban a producir cultivos o ganado. La familia de su padre hacía lo suyo en Italia y la de su madre en Portugal.
Ella varias décadas militando en la Federación Agraria de la que también fueron dirigentes su padre y su abuelo. “Viví allí en el campo hasta los 18 años. Hice la primaria y la secundaria en el campo. Después decidí irme a estudiar, me tocó el desarraigo como les pasa a muchos que viven en el interior”.
En lugar de ir a estudiar a La Plata o Buenos Aires, que le quedaban más cerca de su casa, se mudó a Rosario “porque allí estaba la sede central de la Federación Agraria”, en la que su padre era director y donde ella militaba desde los 13 años. “Era como un poco seguir atada a mis raíces y estar cerca de gente que era parte de mi familia”.
Sarnari se recibió de abogada en la Universidad Nacional de Rosario mientras daba sus primeros pasos como productora en el establecimiento de la familia. Sabía que su futuro era producir y al mismo tiempo ser dirigente del sector. Por eso se especializó en derecho agrario.
“Siempre creí que era oportuno aportar a la organización gremial capacitándome en una maestría en Economía Social y todo lo que tiene que ver con cooperativas agropecuarias. Así que fui conjugando de alguna manera mi doble rol de abogada y de productora agropecuaria”, comentó a Bichos de Campo.
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Andrea está casada y tiene dos hijos, el varón de 19 años y una adolescente de 16. Además tiene un hermano y a su madre, junto a los que gestionan el campo en Bolívar. “Mamá, no solo nos da un gran apoyo en la administración de la chacra, también realiza los trabajos acordes a lo que puede, ya que tiene 80 años, pero sigue yendo todos los días al campo y haciendo las tareas propias de la producción propia de la pampa húmeda como juntar huevos, ordeñar vacas, cuidar la huerta”.
La familia de Andrea lleva un siglo en la actividad agropecuaria, casi los mismos años que tiene la Federación Agraria, que cuenta 112 desde su fundación en 1912, tras el famoso Grito de Alcorta.
“Siento esto con mucha responsabilidad por lo que simbólicamente significa que finalmente una mujer conduzca una entidad como la Federación Agraria, por su historia, por lo que significa para el interior, para la representación de los productores agropecuarios. Pero también lo tomo con bastante naturalidad porque uno va preparándose con el transcurso de la vida gremial, institucional. Es como mi espacio natural porque me crie vinculada con la organización, me formé en el seno de la Federación Agraria, fui parte de la juventud federada que te forma gremialmente en la institución y luego tuve diferentes roles con el paso de los años”, indicó.
La Federación Agraria fue muy crítica de las políticas que llevó adelante el gobierno de Carlos Menem en los 90, cuando a costa de tener inflación cero la convertibilidad cambiaria pulverizó a miles de pequeños y medianos productores. Fueron años en los cuales se requirió de escala para sobrevivir.
En aquellos años, fue el último gran líder que tuvo el sector agropecuario, el cordobés Humberto Volando, quien encabezó las primeras protestas contra la ley de convertibilidad que impulsaron Carlos Menem y Domingo Cavallo.
Treinta años después, en el sector muchos comienzan a mostrar preocupación por la repetición de ese escenario. Los costos este año subieron de forma preocupante, los precios son bajos, hay un atraso considerable del dólar y no hay señales de posibles reducciones en las retenciones en el corto plazo.
“Es la preocupación que tenemos de acá para adelante”, blanqueó Sarnari, quien de todos modos destacó los beneficios de tener estabilidad: “Esa es una deuda que tenemos como país: tener esa estabilidad con previsibilidad. Es lo que decimos desde hace mucho tiempo desde la Federación Agraria que necesitamos los productores agropecuarios. Previsibilidad para poder producir tranquilos, para poder proyectar a mediano y a largo plazo. Y la verdad que eso es bastante difícil de hacer en la Argentina”.
En Argentina los productores agropecuarios no solo no cuentan con el apoyo de políticas o subsidios como en Estados Unidos o Europa, donde además se los valora como tales. Aquí los gobiernos y las políticas -incluso educativas- se encargaron de demonizar a los que producen a materias primas y alimentos, algo bastante insólito teniendo en cuenta que aportan a la economía y a la sociedad productos clave y básicos.
Además de cargar con esa condena, los productores trabajan a expensas del clima, por lo que la previsibilidad política y económica es más necesaria ya que el riesgo es mayor aun.
“Hoy estamos en una situación en la cual los buenos resultados que de la campaña de trigo, de soja, maíz o girasol van a tener mucho más que ver con si llueve y no que con las políticas y los precios. Y en ese sentido estamos preocupados porque si bien la inflación se ha estabilizado y tiende a la baja, los precios internacionales de los commodities están en baja y no hay perspectiva de que tengan una remontada en los próximos tiempos”, dijo.
Además apuntó: “Los insumos están muy altos, los arrendamientos son otro costo muy alto que los productores estamos encarando y los márgenes de rentabilidad, precisamente, no son los mejores. Entonces vamos a depender una vez más del clima y de los rindes que tengan los productos”.
A pesar de estos problemas, entre los productores existe un alto rechazo al kirchnerismo y por eso muchos siguen bancando a la gestión de Javier Milei, a pesar de que las cuentas en los principales cultivos dan mal y que la ganadería de cría perdió rentabilidad.
El gobierno actual, de todos modos, sigue sin quitar el impuesto a las exportaciones -comúnmente llamadas retenciones- que no se aplican a otros rubros de la economía, lo que implica un trato desigual y discriminatorio que significa una quita de nada menos del 33% en el ingreso bruto del que hace soja. Según cálculos de la Bolsa de Rosario (BCR), la quita por este concepto podría superar los 8.000 millones de dólares el año próximo.
“Nosotros somos contundentes, lo venimos manifestando en cada oportunidad que podemos: las retenciones son un mal impuesto, son un impuesto totalmente distorsivo, arbitrario, discrecional, y que en realidad perjudica enormemente a la producción argentina”, enfatizó Sarnari.
E insistió: “Lo hemos dicho en cada oportunidad que podemos, que la asfixia fiscal que tenemos los productores hoy es tremenda, es muy alta y que en muchos casos va a depender la vida o la muerte de algunos productores, por eso hoy le estamos pidiendo al gobierno una señal clara, al menos de disminución de esas retenciones, porque eso puede marcar la diferencia entre tener un margen positivo en un cultivo que hoy tiene rentabilidad negativa o cero y sobre todo en los productores de menor escala”.
Sarnari agregó que entiende que para las cuentas públicas significa una renuncia, pero advirtió que esa recaudación se sostiene a cuenta de productores que se van cayendo del sistema.
“Son muchos años en que los productores hemos aportado para el Estado y son muchos años en que el Estado nos ha dado la espalda. Es momento de darle una señal al productor y empezar con esa baja de retenciones de alguna manera hasta que lleguemos a cero”, terminó.