El arándano es un cultivo con una demanda mundial en franco crecimiento. Dentro de la Argentina, hay cerca de 2.500 hectáreas implantadas que producen unos 17 millones de kilos al año, que generan un valor de exportación de 110 millones de dólares anuales. En la cosecha, que está comenzando por estos días, se emplean nada menos que 20.000 personas. Todo un número.
Quien despliega todos estos datos es Alejandro Pannunzio, productor de arándanos en Colonia Ayuí, departamento entrerriano de Concordia, y uno de los más entusiastas promotores del berrie en la mitad Este del país, en donde se ubica casi la mitad de la superficie, unas 1.000 hectáreas.
Pannunzio cuenta con 25 hectáreas implantadas con el arbusto y hace muchos años fundó su propia empresa productora, empaquetadora y exportadora: Berries del Sol. Exporta los arándanos a Bélgica, Estados Unidos, Alemania, Italia, Israel, Rusia, y este año comenzaron con los envíos hacia China y Tailandia.
Más allá de la gran inversión que requiere esta actividad (alrededor de 50.000 dólares por hectárea con la malla antigranizo), Pannunzio señaló a Bichos de Campo que “la mayor ventaja del arándano es que tiene una demanda mundial creciente; cada vez se consume más y la gente que lo prueba lo adopta de inmediato a su dieta”.
“Nosotros ponemos alrededor de 4.000 plantas por hectárea, las cuales son licenciadas en su mayoría por la Universidad de La Florida en Estados Unidos, por las que pagamos royalties”, dijo el presidente de Apama (Asociación Productores de arándanos de la Mesopotamia Argentina).
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En la zona entrerriana, el granizo suele ser muy dañino para este cultivo, razón por la cual se usan mallas que cuestan alrededor de 15.000 dólares por hectárea. En ocasiones se debe contratar además un seguro, o bien apelar a una combinación entre ambos sistemas.
El arándano se produce con dos tipos de sistemas de riego; por un lado el que se hace por goteo, y por otro lado el que se realiza por aspersión ante heladas. “Este último sistema es clave para épocas como esta, cuando producimos para el mercado de contraestación en el Hemisferio Norte, el cual requiere de fruta para septiembre y octubre. Eso hace que deban florecer en invierno. Este sistema de riego protege las plantas”, remarcó Pannunzio.
Uno de los cuellos de botella que tiene la fruticultura argentina es según Pannunzio, “las leyes laborales, que en lugar de proteger a los trabajadores, los deja sin poder trabajar, porque el marco legal que plantea no permite generar inversiones”.
“Para dar un ejemplo, estamos estancados hace 4 o 5 años en la misma producción anual de arándanos. Más allá de los 17 millones anuales que producimos, si nos comparamos con Perú, notamos que hace 5 años ese país producía 3 millones anuales pero el año pasado ya llegó a los 50 millones y va camino a alcanzar los 100 millones. Nosotros podríamos haber captado parte de esos mercados, pero no pudimos hacerlo”, advirtió. Los altos costos, laborales y de otro tipo, tienen mucho que ver con esta situación.
Ver: La historia de la empresa israelí que introdujo el riego por goteo en la Argentina
El arándano tenía hasta hace pocos días un 6% de reintegros a las exportaciones. Frente a la reducción que decidió el gobierno, el productor evaluó: “Mientras haya competitividad cambiaria quizás pueda ser compensado”.
Esta semana, los días 29 y 30 de agosto, se hará por noveno año consecutivo, un congreso de arándanos en Concordia que reunirá a toda la cadena. Organizado por Apama, junto al Comité Argentino de Arándanos (ABC), la clave del encuentro es la ronda inversa que organiza la agencia de exportaciones de Argentina, la cual traerá compradores de todo el mundo.