Los silobolsas, esos enormes chorizos de plástico que ya son parte del paisaje en buena parte del interior del país, tienen detrás una historia familiar de ingenio y pujanza. Es la historia de los Klas, una familia de Bahía Blanca que hace cuarenta años empezó a usar lonas de plástico para cubrir el pasto cortado y evitar que se quemara con la helada, un problema que en aquella época pre-silaje afectaba gravemente a la ganadería.
“Mi padre trabajaba en Buenos Aires con la industria del plástico pero siempre estuvo muy vinculado con el campo, y pensaba en cómo hacer para que el campo y el plástico se unan -contó Mariano Klas, gerente de marketing de la empresa Ipesa, en diálogo con Bichos de Campo-. Entonces empezó a colocar el pasto cortado adentro de las bolsas y, como se mantenía, las vacas podían comerlo fuera de término”.
Con los años, la familia empezó a pensar otros usos, y en 2001, en plena crisis, lanzaron el silobolsa. “La gente guardaba el cereal para esperar y sacar mejor resultado. Los vecinos empezaron a verlo y el boca a boca hizo que se expandiera. Desde entonces no paró de crecer y hoy se usa para cereales y para un montón de productos”, dijo Klas.
Mirá la charla completa de Mariano Klas con Bichos de Campo.
Hoy Ipesa vende entre 350.000 y 400.000 bolsas anuales, pero ya apunta a vender 450.000 la próxima campaña agrícola. “Eso alcanzaría para almacenar una cosecha récord, queremos acompañar a que eso suceda”.
Tal como remarcó Klas, la bolsa llegó al campo para facilitar la logística y reducir los costos de todo el sector agrícola, que de otro modo se hubiese visto estancado en un cuello de botella ante el fenomenal crecimiento que experimentó la producción de granos en las últimas dos décadas.
El nombre Ipesa surge de “industrias plásticas por extrusión”. Klas explica que el plástico que utilizan tiene todos los estudios para estar a la intemperie y al sol y cuidar lo que tiene adentro. “Son varias capas (de 3 a 5), de las cuales la interior es negra para que no pasen los rayos del sol, y además no deja pasar el oxígeno, con lo que si está bien cerrado mantiene bien al producto”, detalló.
La capa de afuera suele ser blanca, pero ahora se empieza a ver muchos chorizos rosados que responden a una iniciativa de Ipesa y Fundaleu a partir de la cual, por cada bolsa de ese color que se venda la empresa de plásticos aporta fondos para la lucha contra el cáncer de mama.