Este es una pequeña gran historia de amor. Sus protagonistas son Ivana Matvichuk y Hugo Guerrero, dos diseñadores gráficos que se cansaron de lo que estaban haciendo dentro de su profesión y se lanzaron a producir alimentos mediante una técnica bastante antigua pero que recién ahora está comenzando a revolucionar el sector hortícola de la Argentina: la hidroponia.
“Raiza” le pusieron de nombre al emprendimiento, que está ubicado en las afueras de la ciudad de Posadas, y que lleva apenas un año y medio de funcionamiento. Casi la misma edad de la pequeña hija de Ivana y Hugo, que no nació de un repollo sino de una lechuga hidropónica. Es que -como en la mayoría de los casos- este planteo hidropónico se especializa en verduras de hoja.
Mirá la entrevista a los dos emprendedores:
Los chicos se conocieron en tiempos de facultad. Y luego cada uno de ellos consiguió trabajo como diseñador, pero que no los terminaban de conformar. Hasta que la hidroponia se cruzó en su camino. “Hay varios factores que nos llevaron a esto. Por un lado queríamos pegar un giro en nuestro estilo de vida, por cuestiones de salud. Y más allá de eso vimos una oportunidad comercial”, contó Hugo a Bichos de Campo.
Los jóvenes empezaron a capacitarse hace tres años y luego, como muchos de estos emprendedores, lo primero que hicieron fue producir verduras con sustrato de agua en el patio de su propia casa. Cuando se animaron pidieron plata prestada que hoy todavía están devolviendo. Pudieron montar un invernadero de 960 metros cuadrados. Aunque todavía tienen muchas cuotas para devolver, les va bien. Tanto que están agregando otros 260 metros.
“Nos tiramos a la pileta y acá estamos, haciendo de todo. Tuvimos un montón de errores, de pérdidas, pero así se fue aprendiendo”, simplifica Ivana la experiencia.
Los chicos de Raiza se volcaron por el sistema NFT, que es el de caños agujereados por donde se introduce cada plantín. Dentro del sistema cerrado circula el agua con los nutrientes necesarios para que las plantas crezcan sanas y luzcan rozagantes. “El beneficio principal es que no hay derrame del agua y hay un aprovechamiento de ese recurso”, afirma Hugo. A su lado Ivana explica que los caños están apoyados sobre mesas, poco más arriba de la cintura de una persona adulta, para facilitar la tarea de cosecha que ellos mismos realizan.
Por allí corretea la pequeña hijita de la pareja, nacida de una lechuga.
-¿Y cómo resolvieron la cuestión comercial?
-Nos pasó que hicimos la primera cosecha justo cuando comenzó la cuarentena. Nos encontramos con esta situación y comenzamos a golpear puertas de verdulerías, mercados y almacenes. Hoy estamos colocando todo lo que producimos.
En Posadas no había hasta ese momento un emprendimiento de este tipo, y la verdura hidropónica llegaba desde Oberá, donde sí existen. Hugo cree que había mercado porque también en la capital de Misiones “la gente busca verduras más sanas, que no hayan sido producidas con pesticidas”. Ellos hacen varias variedades de lechugas y rúcula, aunque esa verdura de hoja tiene mucho menos público en Misiones del que cosecha en la Ciudad de Buenos Aires.
Ivana, casi sin querer, nos describe uno de los secretos que podrían hacer que la hidroponia consolide su espacio en la oferta de productos para los misioneros: “Acá hace mucho calor en el verano y las altas temperaturas hacen que no haya mucha oferta de la chacra, de la tierra”. El bache de oferta de verduras de hoja se produce en la temporada estival. Y ellos están en condiciones de cubrirlo.
-¿Y en qué se equivocaron?
Hugo reconoce que hubiera sido ideal hacer un invernadero un poco más alto, justamente para atemperar un poco más esos altos calores. Pero a la vez dice que no hay que mortificarse, pues haciendo hidroponia se aprenden nuevos secretos técnicos todos los días. Por suerte, recalca el joven, hay mucha solidaridad y cooperación entre este tipo de emprendedores en el país.
“Una puntual recomendación para alguien que quiera hacer hidroponia es estudiar bien el mercado. Nosotros hoy estamos produciendo para comercializar a 20 kilómetros a la redonda. ¿Se puede despachar a 100 kilómetros? Si, se puede, pero hay un montón de factores a considerar en los costos”, recalcó el flamante productor, que ya dejó del todo el diseño.
Del todo no, porque Raiza, el nombre elegido para esta empresita, está cuidadosamente pensado y tiene logotipo muy coqueto. Un visitante desprevenido podría pensar que esa palabra viene de “raíz” y más o menos. En realidad, es un homenaje a la abuela de Ivana, que se llamaba Raiza y era descendiente de los inmigrantes ucranianos que colonizaron esta provincia. “Ella era una enamorada de la chacra, de la tierra”, relata la joven madre.