Aunque se pensó especialmente un cierre de cierta espectacularidad (se tumbó a martillazos la parte final de la palabra CONTRA armada con enormes letras de telgopor para dejar solo la palabra CON), el plato fuerte del primer del Congreso de Políticas Públicas para la AgroBioIndustria organizado en Buenos Aires por la Fundación Barbechando fueron los tres dirigentes brasileños, que con sencillez y palabras claras, transmitieron al auditorio las claves del éxito de la agroindustria de ese país, que se ha convertido en la locomotora que empuja al resto de los sectores económicos y se impone frente a los reclamos sociales y ambientales. Hubo una decisión sostenida para que eso sucediera, que se tomó hace más de 30 años y que se mantuvo con convicción, organización y disciplina.
Ese escenario es soñado por el agrosistema argentino: tener una sola voz cantante que logre imponer en la agenda de política pública los problemas del agro, para que así los políticos locales dejen de ningunearlo y le den la importancia que merece en términos de sus aportes a la economía, o al menos cesen los castigos de retenciones y otras políticas que van a contramano de lo que sucede en el mundo.
Pero del dicho al hecho aquí hay un enorme trecho: fragmentado y dividido hasta el hartazgo, individualista por donde se lo mire, indisciplinada y ventajero, el agro argentino termina boyando siempre en sus mismas flaquezas.
Ya hemos hablado mucho en Bichos de Campo del modelo brasileño e incluso hicimos un programa especial: allá hay más de 50 entidades que financian y co-dirigen un Instituto técnico, el IPA (Instituto Pensar Agro). Ubicado en Brasilia, el IPA contrata a los mejores técnicos en cada materia, y no a los que solo digan lo que quieren escuchar los dirigentes, como suele suceder aquí. El Instituto elabora proyectos frente a los diversos temas que enfrenta el agronegocio brasileño y que recién cuando tienen suficiente consenso son elevados a la Bancada Ruralista (a la que le cambiaron el nombre a Frente Parlamentario Agropecuario de Brasil, porque “ruralista” sonada a viejo y a latifundio).
Con las ideas claras resulta mucho más sencillo disciplinar el voto de ese bloque conformado por cerca del 60% de los legisladores nacionales que existen en Brasil. Eso -el consenso previo y el soporte técnico- facilitan la aprobación de leyes y de políticas consecuentes. Y esa es la garantía de que no cambie la política agropecuaria brasileña, más allá de que gobierne Lula o Bolsonaro.
En ese sentido, más allá de las “buenas ondas” que llenaron el recinto de operaciones de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires sobre la necesidad de copiar aquí lo mejor de ese modelo, el único hecho concreto que dejó el Congreso de la Fundación Barbechando fue la firma de un convenio con el IPA brasileño, para tratar de emular aquí la experiencia. “Simbolizó el inicio formal del trabajo -ya en marcha- de lograr consensos entre agro y política, que establezcan una agenda de desafíos y objetivos”, explicaron desde la Fundación Barbechando.
Nilson Leitao, presidente del Instituto Pensar Agropecuária de Brasil; Alceu Moreira, diputado; y Pedro Lupion, también diputado y presidente del Frente Parlamentario Agropecuario brasileño, formaron la delegación brasileña que copó la atención en este primer congreso de Barbechando.
La Fundación Barbechando es un activo grupo de productores y empresarios del agro local que desde hace años se propuso tratar de influir en la agenda parlamentaria argentina para que no siga el destrato al agro local. Todos coinciden en que es una herramienta necesaria y de las más innovadoras que se hayan construido desde el conflicto de 2008, pero la verdad es que mucho resultado no ha obtenido, a la luz de los proyectos aprobados por el Congreso. Tampoco ayer tuvo demasiado resultado con su convocatoria: aunque la invitación fue cursada a todos, solo una veintena de legisladores nacionales asistió al Congreso y la mayoría eran figuritas repetidas. El senador Alfredo De Angeli, por ejemplo, fue uno de los que se sumó a al foto final derribando parte de la palabra CONTRA con martillos de plástico que podrían haber salido del cotillón de un carnaval carioca.
“Nos tenemos que animar a hacer las cosas distintas”, había abierto las deliberaciones el productor y economista Germán Paats, presidente de la Fundación. Pero las ausencias fueron muchas más que las presencias, como suele suceder con los políticos cada vez que se habla de agro.
Quedó más que claro a esta altura de las circunstancias no basta con “invitar” a la política a formar parte del debate sino que hay que “condicionarla” de algún modo. La construcción de ese primer consenso (trabajar en conjunto para incidir realmente en la agenda política) debería ser la base.
Pero ese consenso parece todavía muy lejano. Uno de los pocos diputados netamente agropecuarios (porque además es productor) que supo defender las posiciones del sector en el Congreso estos últimos años se quejaba ayer a viva voz de que casi nadie en el sector había hecho fuerza para sostener su candidatura. Y esa insolidaridad se pagará cara: Pablo Torello, del PRO, finalmente quedó tan atrás en la lista de Patricia Bullrich que son casi nulas las chances de renovar su banca. Esa es la mejor postal del agro local: no solo no sabe construir capital político sino que descuida y pierde el poco que ya había logrado. Dilapida.
Otro ejemplo: luego de escuchar los buenos modelos a imitar (además del caso brasileño expuso una ex funcionaria de Australia), en el Congreso de Barbechando se presentó un “caso de éxito” local: subieron al escenario los representantes del gobierno y los productores de Córdoba. Allí la única clave del éxito ha sido la sana decisión de la gestión peronista de Juan Schiaretti de no agredir al agro, y tratar de proponerle una modesta agenda común, que por ejemplo se expresa en el primer programa oficial de Buenas Prácticas Agrícolas. Pero no hay mucho más que eso: los chacareros cordobeses sufren de las retenciones como cualquier otro productor.
Sirve, de todos modos, ese ejemplo cordobés para reflejar todo lo que puede modificar se con un simple cambio de chip. Con el con en vez de contra. Con esa sencilla fórmula el ministro cordobés de Agricultura, Sergio Busso, contó que seguirá en el cargo en 2024, más allá del cambio de gobernador. Con ese lógica no confrontativa, el peronismo cordobés logró retener la provincia más opositora.
Pero las necesidades del agro van mucho más allá. Y también lo hace el modelo brasileño: allá hay una metodología y una organización que -desde el sector privado- tiene como función principal condicionar a la política (haciéndole creer a la mayoría de los diputados y senadores que son parte de un colectivo, la famosa Bancada Rural).
El IPA es financiado por todos, pero su dirección suele recaer en la Confederación Nacional de Agricultura (CNA), que es el paraguas institucional que agrupa a los productores primarios. Vendría a ser algo así como nuestra Mesa de Enlace, pero bien organizada y sin tanta veleidad. Ayer -como los legisladores- también los ruralistas brillaron por su ausencia. En la reunión de Barbechando solo se vio al titular de la Federación Agraria, Carlos Achetoni, y a representantes de Coninagro como Mario Raiteri. Pero de CRA y la Sociedad Rural ni noticias. Esta última entidad incluso superpuso las fechas con una reunión zonal propia en la localidad de Chascomús.
Recelosos de que allí primen los intereses de la cadena comercial que muchas veces atentan contra los productores, los dirigentes rurales tampoco están participando del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), el foro de más de 60 entidades productivas vinculadas al agro que son lo más parecido que hay aquí al modelo del IPA brasileño.
Ayer sí había varios representantes de esa cofradía en la reunión de Barbechando. Estuvieron el representante de los agro exportadores Gustavo Idígoras, el presidente de la Bolsa de Cereales José Martins o el dirigente semillero Alfredo Paseyro. Alguno de ellos confesó que ya piensan en “institucionalizar” más ese bloque siguiendo el modelo de los brasileños. Pero siempre lo mismo: mientras alguno saque los pies del plato y lance piedras contra el resto, el que sale lastimado es el colectivo agro. Y ganan los políticos, que tienen excusa para no prestar atención y desatender nuevamente los reclamos del sector.
Barbechando misma, la fundación que ahora se propone repetir este congreso sobre políticas públicas agropecuarias cada dos años, coincidiendo con cada elección, es una muestra de esta misma eterna fragmentación y sus consecuencias: hubo en el programa muy poca generosidad para que otros cuenten su experiencia -incluso los fracasos- en este camino para confluir finalmente en un gran frente común, organizado y disciplinado, que finalmente sirva a los intereses de toda la cadena productiva.
El objetivo declamado por la Fundación, que es construir “un país sin CONTRAS”, quedó muy claro y establecido. Por eso se derribó la mitad de la palabra para dejar solamente el CON del principio.
Pero allí quedan nuevamente expuestas las flaquezas de todo el sector. La gran pregunta que todos debieran hacerse ahora es ¿con quién puedo construir un país distinto al que tenemos, si la verdad es no soporto ni tolero a las organizaciones que tengo al lado?
En el primer congreso nacional de políticas públicas para la Bio Agro Industria de @Barbechando. Reafirmamos nuestra vocación que es #CON y no #CONTRA
La unidad del sector en post del bien de la nación sin importar la bandera o el color.@cladglez@pedrovigneau@vilellafer pic.twitter.com/IKpotT5NUV
— CPIA 🇦🇷 (@consejocpia) June 27, 2023
una reunion de Hare krishnas