Isidro Bonamico es integrante de una familia dedicada a la producción agropecuaria, que combina la agricultura con la producción de leche en Adelia María, un pueblo ubicado entre las localidades cordobesas de Río Cuarto y Laboulaye.
Agropecuaria IMBO es el nombre de la empresa familiar, que produce los granos necesarios para alimentar a las 650 vacas que tienen en ordeñe, distribuidas en dos tambos.
“Siempre estuvimos ligados con la lechería, en una escala reducida, hasta que hace veinte años atrás apostamos fuerte. La profesionalizamos desde el ’94, incorporamos otro tambo más, dándole más escala, y empezamos a intensificar dentro de lo que la tecnología lo permitía”, explicó Bonamico a Bichos de Campo.
El mejor ejemplo es que mientras uno de esos tambos lo siguen manejando con el sistema convencional, al otro decidieron robotizarlo hace un año y medio.
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“Pusimos en marcha un tambo con un sistema de alojamiento del tipo ‘compost barn’ y ordeñado por seis VMS, eso significa la robotización, pues son unidades que ordeñan las vacas de forma voluntaria y automática”, indicó el productor cordobés.
Los VMS, siglas que hacen referencia al Voluntary Milking System (Sistema de Ordeño Voluntario), son los robots ordeñadores, mientras que el ‘compost barn’ o “cama caliente” es un alojamiento diseñado para ofrecer confort a las vacas, ya que los animales se albergan en una superficie techada que dispone de cerca de 12 metros cuadrado por animal. El piso cuenta con un sustrato, que en este caso es cáscara de maní, que regularmente se remueve y se airea para asegurar que el mismo esté mullido y seco.
Bonamico aclaró que “la tecnología no reemplaza al personal” que tenía el tambo y que, por el contrario, “lo potencia y requiere que aprendan otras habilidades”, como el manejo del software que controla el estado de salud de los animales o su nivel de productividad, entre otros indicadores.
“Significa estar en condiciones totalmente distintas de trabajo a las de la fosa, donde la atención es individual. Acá se trata más que nada del hacer bien el control, mantener limpia la sala. Realmente (la robotización) facilita mucho el ordeñe. La tecnología nos aporta un sinnúmero de cosas que hace que ordeñar sea algo totalmente distinto”, explicó el productor.
Por supuesto que esta innnovación mejoró la productividad del establecimiento y Bonamico tiene como medirlo y comparar. El tambo robotizado produce 13 mil litros diarios y el convencional 11 mil. Entre los dos establecimientos que maneja el promedio de producción por vaca es de 38 litros, pero en el robotizado las vacas dan 46 litros y las vaquillonas de primera parición 37 litros, lo que da un promedio de 42 litros por vaca. Claramente, la incorporación de tecnología y de bienestar en los animales y personal mejoró la productividad.
La lechería hace años que atraviesa diferentes crisis debido a las políticas sectoriales contrarias a su desarrollo o por ausencia de medidas que fomenten la producción. Sin embargo, esta familia de productores decidió mirar con faros largo y optimismo el futuro de la actividad.
“Seguimos apostando a la lechería, que tiene mucho de pasión y de responsabilidad por el producto. Hacemos agricultura para alimentar a las vacas, hay que ver a ambas actividades como un todo. Hacemos un planteo mixto, la agricultura va en apoyo de la alimentación y eso en una economía inestable ayuda a darle sostenibilidad al sistema. La vaca no se tiene que enterar de las crisis, porque es la única forma de que en los tiempos buenos de la lechería te responda”.
Bonamico tiene dos hijos que trabajan en la empresa, mientras que los de su hermano y socio Marcelo están estudiando e integran el Consejo de Familia. “Toda la familia está entusiasmada en este proyecto”.
Cuenta además que la modernización tecnológica de la empresa tiene que ver también con la participación de la nueva generación y la intención de dejarles una empresa sólida y sustentable, además de promover el bienestar de todo el sistema.
“Tienen que estar bien las vacas, pero también el personal y el medio ambiente. El tambero se tuvo que capacitar en el manejo de la nueva tecnología, pero eso le cambió la vida, es una persona apasionada de las vacas que ahora lo vive más como un hobby”, aseguró.
Con respecto al futuro de la lechería, Isidro dice que es necesario ver la película y no la foto. A su criterio, la actividad requiere de una mirada de largo plazo y en este marco económico poco estable cree que se pueden desarrollar estrategias para que la actividad sea posible.
“Hoy encontrás amenazas pero también hay oportunidades. La combinación con la agricultura nos permite poner los huevos en diferentes canastas. Nosotros somos todos bichos de campo y básicamente creemos que eso nos da cierta sustentabilidad, porque finalmente tenemos una actividad ligada al consumo interno y otra a la exportación. Buscamos que eso se balacee. Si la mirás de largo plazo y le sumás tecnología, no es una actividad altamente rentable pero sí posible” finalizó su balance.