La lechería no se da de una sola manera en Argentina. En todas las regiones se produce leche y se industrializa para consumos de cercanía, con mejores costos y no menos calidad.
Misiones hace lo suyo, fue creciendo y capacitándose con los años, lo hace bien y atienden a una demanda que crece. Esta experiencia fue algo de lo que se contó en el Primer Encuentro de Mujeres Rurales en Todo Láctea 2024. Junto a otras protagonistas del sector y de diferentes puntos del país, Cristina Silva, integrante de la Cooperativa Sarandí, en el extremo norte de la mesopotamia, acompañada por la maestra quesera Andrea Schwingel, trasladó su experiencia a un auditorio de más de 200 personas.
Celebrando este año las dos décadas de esa cooperativa, Cristina tomó el micrófono y relató todo el camino recorrido de esta asociación. Aquel comienzo se dio a partir de la inquietud de las cooperativas tabacaleras de la zona de Leandro N. Alem, para la producción de lácteos, se lanzó una convocatoria a productores locales que tenían excedentes de su autoconsumo. Fueron casi dos años de gestión para resolver el mal estado de los caminos rurales, la forma logística adecuada y cuando se arribó a las respuestas oficiales, ya había desaparecido la iniciativa.
“Entre todos los productores tenían unos 2.500 litros de leche que les sobraba a casi 30 productores, que tienen unas 15 hectáreas cada uno”, describió. Desde la gestión provincial de ese momento se les sugirió, porque si, que hagan queso sardo, un queso duro, que demanda muchos litros por unidad, que requiere largo estacionamiento y que en realidad no tiene demanda en la región de El Soberbio, donde se ubicaba la mayoría. Fue desde Cambio Rural del INTA donde se aplicó razón a la iniciativa, explicando que la necesidad estaba puesta en la producción de queso barra-tybo.
Arrancando las sonrisas, Cristina contó que en un sólo día y con la capacitación en la escuela suiza de la Línea Cuchilla, “Andrea salió maestra quesera”. Luego se seguiría especializando.
El esfuerzo de todos los llevó a Paraná, a comprar una olla y una prensa, a partir de un crédito conjunto del cual Cristina era titular. Así también una camioneta, unos tarros de leche, baldes y tanques, los empujaron a empezar con supuestos 2.100 litros, que ese primer día fueron sólo 125 litros. Pasó poco tiempo y ya eran 50 productores, miles de litros se transformaban en quesos que iban a una cámara donde no faltaron tandas de productos arruinados por la falta de conocimiento.
“En ese momento no teníamos técnicos en lechería en Misiones, no sabía quién nos podía ayudar. Una persona de Brasil nos dijo que debíamos pasteurizar a mayor temperatura para unificar la leche de tantos productores”, que era una sola de las dificultades de hacer lechería en ese lugar.
No sólo es el terreno, la tierra diversa y los cultivos disponibles, sino las diferencias culturales e intelectuales de todos los que intervenían en esta iniciativa eran los obstáculos a superar.
“Yo me puse como secretaria espiritual de la cooperativa, porque como no era productora, tenía a mi familia y a mi trabajo como profesora de educación física, no quería un cargo”, pero viviendo en el pueblo, teniendo señal de teléfono y pudiendo colaborar con cuestiones administrativas, su rol iba a ser fundamental.
Surgieron otras cooperativas, pero en esto no se trata de competencia, sino de mejorar en la tarea. “Hoy nuestra realidad es la de 20 productores, con 30 mil litros mensuales. Nos costó mucho llegar hasta acá. Las cuestiones de las relaciones humanas son complicadas, perdimos productores por malos entendidos, nos fue bien en algunas cosas como conseguir un subsidio del Fondo de Tabaco después de tres años de gestionarlo para armar una planta de hasta cinco mil litros diarios”.
Si bien el esfuerzo es privado, el rol espasmódico del Estado en estas organizaciones toca puntos clave como igualdad de género, capacitaciones, visitas a productores, pero sobre todo hubo una pieza clave en el progreso, fue el recientemente fallecido Carlos Berra.
En el auditorio que llevó su nombre durante la muestra en la ciudad cordobesa de San Francisco hace unos días, se reconoció la gesta de este docente, investigador y divulgador fundamental del sector quesero argentino, a quien se lo recordó con emoción por haber sabido formar a quienes hoy encuentran detrás de las pailas su forma de vida y colaboran con el progreso de los demás.
Hacer un buen producto les trajo reconocimientos, premios regionales (al día siguiente de tener el mejor queso de la zona, explotó la caldera de la planta), pero también avances para la producción, algo de tecnología, “aunque parece que estamos como en una montaña rusa, como el país, tenemos momentos buenos y momentos de mucha dificultad. La alegría del pobre parece que dura poco”.
La lechería sub-tropical tiene en Misiones una competencia directa con el tabaco, particularmente, en los lotes; aunque también la tirantez desleal de la frontera con Brasil.
“Hace casi diez años que las mujeres tienen mucha representación en nuestra cooperativa. Nuestra presidente es mujer, la mayoría de las trabajadoras de la planta, la maestra quesera, yo que soy secretaria y así somos la cooperativa que más participación femenina tiene en la lechería de la provincia de Misiones, que no tiene empresas privadas”.
Entre aplausos se completó que son todos socios, que todos reciben los balances y los beneficios económicos, siendo una cooperativa con alta composición de jóvenes de hasta 30 años y ya hay algunos hijos asociados que se incorporan a la actividad.
La satisfacción es mucha, pero el esfuerzo también. Hoy cuentan con un camión cisterna para recolectar la leche, pero cuando llueve es difícil llegar a algunos productores. Está ese que tiene una manguera que recorre 400 metros e incluso pasa por arriba de un arroyo, para no dejar de entregar la materia prima.
A Misiones su gente la hace especial y son sus productores agropecuarios la que la llevan adelante, a pesar de todo.
El precio de los quesos misioneros llega a ser la mitad de los de las marcas nacionales, a eso se suma el valor local para que los habitantes de ese territorio los elijan.
En provincias tan alejadas del poder central, del desarrollo del centro del país tener un oficio, desarrollarlo y vivir de el, es uno de los grandes orgullos que puede tener una persona tentada por otros modos de vida más livianos.
El repaso de lo logrado por la Cooperativa Sarandí no es más que una muestra de la tarea cotidiana, de lo desafiante de la lechería, pero también de la condición valiosa regional de una actividad tan diversa como los sabores de los quesos que en cada destino se producen.