La Magdalena es una de las cabañas más antiguas del país que siguen en actividad. Tiene el número 15 en los registros que lleva la Sociedad Rural Argentina (SRA), pero como algunas de las que anotaron antes ya no existen gano posiciones entre las más longevas. Fue fundada en 1937.
Este es un establecimiento lechero ubicado en la ciudad de Rafaela, en el centro de Santa Fe, que primero produjo animales de la raza Shorthorn, pero que el tiempo migró hacia la producción de hacienda Holando Argentina.
La empresa fue fundada por Ricardo Armando, quien adoptó a su sobrino que había quedado huérfano y quien luego fuera padre de Juan y sus dos hermanas, los actuales propietarios del establecimiento.
El padre de los Felissia se recibió de escribano cumpliendo con el mandato familiar, pero su corazón estaba en el campo y por eso se dedicó junto a su tío y su padre adoptivo a cuidar de las vacas y mejorar la cabaña.
Luego llegó el turno de la segunda generación de la familia. Son tres hermanos: Juan se encarga de la parte productiva, una de sus hermanas de la parte administrativa y la tercera no quiere meterse en el tema.
Escuchá la entrevista con Juan Felissia:
Una curiosidad de este tambo es que pasaron tantos años desde su fundación que quedó casi dentro de la ciudad de Rafaela. Uno de sus lados es vecino con el casco urbano: “Cuando éramos chicos ir al campo significaba salir de la ciudad, ahora ya no”, indicó Juan.
Hoy se encuentran con uno de los problemas típicos de muchos establecimientos agropecuarios y más de los lecheros, que requieren de mucha presencia de personal. La falta de continuidad generacional lleva al cierre de empresas lecheras o a su venta a otras más grandes, lo que potencia la concentración.
Ninguno de los tres Felissia tiene hijos y por eso Juan bien sabe que el de “la sucesión es un problema absolutamente real y vigente. Una buena parte de los productores se encuentra con eso, es gente mayor que no tiene quien los reemplace”.
Ese no es el único problema que enfrentan muchos tambos: “El chico, el mal ubicado, el que no tiene accesos, conectividad o escuela rural, desaparece. En estos años surgió la figura del robot para reemplazar la falta de mano de obra, pero necesitás de una generación que lo pueda seguir para amortizar la inversión. Hay gente que tiene hijos en el negocio y cuenta con el empuje de la juventud. Si no, quedan los demás, empresas grandes que tienen en algunos casos están integradas con su propia industria“.
A pesar de este panorama, los Felissia apuestan por el crecimiento. “Tenemos dos tambos, uno de 140 vacas y otro más chico. La idea es llevar el tambo familiar a 200 vacas y en el otro tener entre 80 y 90 vacas de pedigrí”. Y eso a pesar de que “el panorama es gris oscuro para el sector”, como consecuencia de los problemas internos de la cadena y de la producción pero sobre todo por las políticas económicas.
“La lechería tiene todos los costos en dólares pero cobramos en pesos a los 45 días. Con esta inflación es muy difícil trabajar así”, dijo Felissia.
“Mientras la macroeconomía no se estabilice y no sea algo más normal y parecido al resto del mundo la situación del productor, que es el último eslabón de la cadena, no va a cambiar. La Argentina tiene tremendo potencial, pero todo mal usado”, se despidió.