En un terreno bastante accidentado pero bastante virgen, hace tres años Ornella Galeota y Matías Morilla decidieron embarcarse en un proyecto de ganadería regenerativa, nada más y nada menos que con cabras y ovejas, que siempre son más difíciles que las tradicionales vacas. También producen huevos de gallinas libres de jaula. Según ellos mismos relatan, buscaban “escapar de la presión que mete la ciudad”.
Los nuevos productores decidieron instalarse en la zona de Las Vaguadas, a unos 10 kilómetros de Villa Yacanto de Calamuchita, para obtener sus propios alimentos y contagiar a otros ganaderos para que se sumen a este tipo de manejo. El emprendimiento, que como buen planteo regenerativo trata de imitar los procesos de la naturaleza en cuanto al “movimiento en manada”, fue bautizado como La Vieja Osada y responde a una filosofía de vida.
En ese sentido, tanto Ornella, como Matías apuestan a consumir lo que producen y sustentarse con el comercio de cercanía, a partir de todo lo que producen en apenas tres hectáreas y media de campo propio y otras tierras arrendadas o cedidas por sus vecinos. Llegando a manejar exactamente unas 9 hectáreas, entre cerros y quebradas.
Por lo escarpado del terreno, sorprende la capacidad que han desarrollado los jóvenes a la hora de delimitar las parcelas para la rotación del ganado.
“Muchas veces la dimensión de las parcela nos los da la topografía. Muchas veces dibujamos algo en el mapa que tenés por internet y cuando vas al terreno hay una piedra gigante, un zarzamora o lo que sea. Pero bueno, lo que hacemos es que parcelamos a los animales y a partir de un boyero eléctrico le vamos poniendo los límites. Esa parcela la estimamos unos cuántos días y después vamos haciendo rotaciones continuas para darle descanso a la pastura”, contó Matías en diálogo con Bichos de Campo.
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Según Ornella -que tiene aproximadamente 15 años viviendo en esta zona, y conoce un poco más las características del terreno- generalmente las parcelas se diagraman para que ocupen una superficie de 500 metros cuadrados. Sin embargo, hay ocasiones donde estas dimensiones varían porque así lo exige el terreno.
“Nosotros calculamos, por la cantidad de carga animal que tenemos, que estamos comiendo 500 metros cuadrados por día. Pero qué pasa, tenemos parcelas que por ahí llegan a tener unos 3500 metros cuadrados, entonces va a durar como unos 6 ó 7 días”, explicaron.
Los desafíos de este planteo no terminan con intentar domar las irregularidades del campo o el empeño de sostener un planteo regenerativo bastante incipiente, donde cada paso es sobre el acierto y el error, más si se tiene en cuenta que ninguno tiene formación en agronomía y mucho menos provienen del entorno rural. También les toca lidiar con la escasez de agua que caracteriza la zona.
“El agua (para los animales) es un tema a trabajar que todavía lo tenemos que seguir desarrollando. Hoy en día nosotros estamos llevando el agua a mano -en muchas ocasiones- y en otras tenemos mangueras Pero sabemos que cuanto más cómodo sean los sistemas hidráulico, más fácil va a ser para el operario”, indicó Matías.
Pero en La Vieja Osada la premisa es aprovechar cada una de las oportunidades que ofrece el ambiente. Por eso al cumplir con las exigencias alimenticias del ganado ovino, el remanente de pasto sigue siendo útil. “Tenemos la suerte de vivir acá y todos los días estamos con el contacto y vamos todos los días hacia la parcela y monitoreamos cuánto pasto le va quedando. hacemos el repaso de lo que sobra, es decir de lo que dejan las cabras y las oveja para que luego lo coman los caballos que tienen una alimentación más rústica. Los animales que requieren de mayor nutrición, van primero y atrás van los más rústicos”.
En el proyecto de Ornella y Matías parece estar todo debidamente calculado, en función de ser rentables y cumplir con los principios de los agroecología. “Nosotros tenemos 23 pequeños rumiantes y dos caballos. También están las gallinas, que en la poca parte plana que tiene el terreno las usamos para un gallinero móvil”. Sucede que en tan pequeña explotación es importante diversificar la producción para no depender de un solo ingreso y que se vayan complementando.
-¿Cuál es el destino comercial de la producción?– le preguntamos
–Principalmente satisfacción propia y autoconsumo. Comer saludable, libre de agrotóxicos, y obviamente poder vender y seguir teniendo como un ingreso para seguir avanzando en la granja y sumar mejor infraestructura y también contagiar al par o a la comunidad vecina de consumir lo que uno puede producir.
En este punto en particular el deseo de Ornella es que más personas puedan acceder a huevos de gallinas libres y se multipliquen los hábitos de consumo saludables. Y para eso están pensando en incorporar pollos para carne y elaborar su propio queso, ya que cuentan con la raza de cabra Sanen, que es principalmente lechera. Por ahora elaboran comidas caseras a base de cordero que faenan en la propia finca y comercializan entre sus vecinos y algunos turistas que llegan al lugar.
Confiados en los beneficios de este tipo de manejo, el empeño de ambos emprenderos es seguir creciendo y aumentar el rebaño. “La ganadería regenerativa, no solamente genera fertilidad, sino que nos permite una mejor administración. No tenemos que salir corriendo en invierno a comprar insumos externos para resolver la comida de los animales. Simplemente tratamos de sacarle más provecho al pasto que tenemos en superficie y solo complementar cuando sea necesario”, precisó Morilla.
-¿Y en estos tres años ha aparecido pastura nueva? ¿Sirve de algo la rotación de los animales?
–En estos poco años lo que sí se nota es la salud de los pastos. Están verdes y no están estancados. Por ahí en lugares donde no se han retirado los animales o se hace sobrepastoreo, los pastos se estancan. Entonces es importante reconocer que los pastos han evolucionado con la presencia de los herbívoros. Hablando en criollo, los pastos quieren que los coman, que los meen, que los bosteen y que los dejen descansar. Este tipo de sistema imita la naturaleza.
Muy bien por Ornella y Matias pero, no es una rareza ya que en mi generación de ahora los sesentones, nos criamos produciendo nuestros propios alimentos en la ciudad y en el campo como gallinas, huertos y huertas, hacer el pan en horno de barro, hacer el jabón, coser tus propias medias, hacer los fiambres y verduras en conservas, aceitunas de todos los tipos, lupines a la sal, tomates secos, quesos, manteca, quesillos, bizcochios secos para el desayuno de toda la semana y mucho mas. Estudiamos para una profesión Universitaria y aprendimos a reparar todo. Porsupuesto cambiaron las épocas y ahora parece una rareza.
La oveja y la cabra desertifican el suelo y más en tan pocas hectáreas, me parece que son hippies con osde