Jimena Sabor sabe de lo que habla: hace 24 años que trabaja con bioinsumos y cuenta que en esa época vender estos productos era “ciencia ficción”: al productor le parecía increíble que dentro de los envases hubiera microorganismos que podían accionar sobre los cultivos de diferentes maneras. Pero fueron los inoculantes los que hicieron punta y abrieron un poco el mercado.
“En el 98 tramité el primer registro de un bioinsumo en SENASA, se trataba de un consorcio de microorganismos, y si ahora aún es muy difícil inscribir productos por las normativas, hace 2 décadas era casi imposible”, describe. “El gran salto, el más importante, se está dando recién ahora gracias a un círculo virtuoso que se alimenta con la demanda del consumidor, las exigencias de los mercados internacionales y la necesidad de hacer producciones más cuidadas para aplicadores y vecinos”.
Jimena está a cargo de la empresa Summabio que elabora productos para tratamiento de semillas y para aplicaciones foliares, apuntando a la Promoción de Crecimiento (nutrición y rendimiento), el Biocontrol de enfermedades de importancia agronómica y la Calidad de granos y frutos. También es vicepresidenta de CABIO, la Cámara Argentina de Bioinsumos.
-¿Cómo es su relación con la naturaleza? ¿Fue o es activista ambiental?
-No soy activista, básicamente porque no creo en las posturas extremistas. Mi contacto con la naturaleza y los temas ambientales los incorporé desde chica: mi padre nos transmitió una idea moderna, para los años 70´, sobre los residuos, y una visión de la problemática ambiental. Él estaba convencido de que algún día llegaría este momento que hoy estamos transitando: la toma de conciencia global y en varios niveles, sobre la necesidad de hacer un cambio radical en la forma de actuar de todos sobre el planeta.
-¿Y el tema de la sostenibilidad, desde cuándo le interesa?
-La pasión por la sostenibilidad la incorporé hace unos años, cuando entendí todo lo que abarcaba su definición y me enamoré del concepto. Porque sostenibilidad no es solamente cuidar el ambiente, es mucho más que eso. Es la sociedad en su conjunto la que debe asumir esta responsabilidad, desde donde le tocó, o desde donde puede. Son las organizaciones públicas y privadas, son las personas, porque no es un problema exclusivo de los gobiernos, ¡es de todos! Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU para el 2030, tienen como finalidad atender y mejorar el cuidado del ambiente, la educación, la pobreza y las desigualdades entre otros, para mejorar la calidad de vida global de las generaciones futuras. No se lograrán sin la participación de los gobiernos, instituciones como las ONGs, las empresas y las personas.
-Ahora hay cada vez mayor demanda de bioinsumos pero aún hay cierta resistencia. ¿A qué cree que se debe?
-Me encanta ver la parte del vaso lleno y, después de ver todo lo que avanzamos, tengo la convicción de que seguirán ganando mercado de forma exponencial. No hablaría de resistencia, me gusta más hablar de la madurez del sector, tanto del productor para probar e incorporar esta biotecnología como del desarrollo de nuevos productos por parte de las empresas, la academia y del sector público, acompañando con normativas adecuadas y modernas. Participo activamente en todos los ejes que atraviesan al sector. Como directora de Summabio, promuevo el desarrollo de productos y nuevas alternativas biológicas, dentro de nuestro laboratorio y articulando con la academia con convenios de “investigación abierta”.
-Entiendo que a usted le interesa la equidad de género y que ha trabajado en ello. ¿Nos puede contar experiencias?
-Hay una Frase del científico canadiense Michael Bach que resume todo y dice: “La diversidad es un hecho. La inclusión es una elección”. Así como comprendimos, perfectamente, los beneficios de la biodiversidad ahora necesitamos entender los beneficios que nos proporcionará una sociedad realmente diversa. La inclusión de estas diversidades es una de las llaves más importantes para el desarrollo de una sociedad íntegra. Inicié mi camino participando de la Red Mujeres Rurales, donde empecé a entender que no todas las mujeres pudieron avanzar de la misma forma, particularmente en el agro que es -o era- un ámbito tradicionalmente masculino. Luego, dentro de la Fundación FLOR me formé y aprendí un poco más.
-¿O sea que más que “de género”, hoy tiene un visión más pluralista e inclusiva?
-Así es, porque incluso las mujeres somos muy diversas. Y considero que esta perspectiva pluralista e inclusiva, también es “sostenibilidad”. En mi empresa estamos midiendo la diversidad de los equipos, incluyendo las profesiones que los componen, para mantenerlos equilibrados. Sabemos que la diversidad potencia la creatividad y la innovación.
-Muchas personas que se quejan de los cupos laborales para mujeres y disidencias argumentando que lo único que vale son las capacidades. ¿Cuál es su opinión?
-Los cupos, lamentablemente, siguen siendo necesarios. Ojalá que a mediano plazo puedan dejar de existir, comparto totalmente el concepto de que lo único que importa es el merito, pero “hoy”, lamentablemente, todavía no hay suficiente equidad en el ámbito laboral y político en nuestro país como para darnos el lujo de no regularlo.
-¿Qué implica y por qué decidió que su empresa tenga Certificación B?
-Hoy ya no me puedo imaginar liderando una empresa que no incorpore prácticas empresariales sostenibles y que no trabaje dentro del marco del Triple Impacto (económico/social/ambiental). Los empresarios debemos asumir la responsabilidad sobre nuestras decisiones y entender que las acciones siempre tienen consecuencias. En octubre del año pasado obtuvimos el certificado, pasando a formar parte de esta creciente comunidad global, que promueve valores como co-construcción, diversidad, cuidado, interdependencia, pasión e innovación, inspirando a “redefinir el sentido del éxito”. No creemos que nuestras empresas sean perfectas pero compartimos un mismo propósito e individualmente asumimos un compromiso para mejorar.