-Vos dale, nomás. Cuando yo te diga, tirás de la soga para cerrarle bien la boca, así yo me le subo al lomo.
La escena es la siguiente: exterior, día, ruta del interior de Corrientes. Un yacaré parece muerto al costado del camino pero de pronto se mueve. Un auto frena, baja una mujer que saca de su baúl un lazo y con cautela se va acercando hasta el animal hasta que logra enlazarlo. Ahí le pasa la soga a su compañero y en cuestión de segundos ella está arriba del yacaré para terminar de atarlo. Una vez que logra, entre los dos cruzan la ruta y lo liberan cerca del estero.
“Estos animales tienen mucha fuerza para cerrar sus mandíbulas pero no tanta para abrirlas, así que esa era nuestra oportunidad”, explica con naturalidad Irina Martínez, doctora en Ciencias Veterinarias, cirujana, especializada en tuberculosis en búfalos y docente universitaria de las materias Enfermedades Parasitarias y Enfermedades Infecciosas.
-¿Oportunidad de qué?- pregunto.
-De ayudarlo a cruzar la ruta. El estaba ahí al costado porque es tuerto, entonces no se sentía seguro para cruzar pero tenía que hacerlo para llegar al bañado.
Esta conversación tuvo lugar mientras almorzábamos un delicioso mbaipy (plato típico de Corrientes y Paraguay) que nos habían preparado en el campo. Pero nos habíamos conocido unas horas antes, mientras Irina realizaba el control sanitario de la cabaña de búfalos Pedro Silva y yo aún miraba con cierta aprensión (por el tamaño) al macho de 1.200 kilos que ella estaba revisando pero que se dejaba hacer con total tranquilidad.
Tanto la madre como el padre de Irina son veterinarios, al igual que su hermana, así que toda la familia está marcada por esta profesión. “Siempre digo que ser veterinaria es un estilo de vida porque es algo que, a mi entender, es distinto a muchos trabajos y requiere estar mucho tiempo fuera de casa, trabajar sin horarios y en cualquier clima, como cuando hace frío y hay que estar en remerita para hacerle tacto a una vaca. Y la familia tiene que entender ese estilo de vida”.
-¿Y lo entiende la familia?
-No es fácil. Tengo dos hijos y es complicado, pero yo ya viví esta experiencia con mamá y sé que se puede. Ahora las cosas han cambiado mucho pero incluso cuando yo estudiaba se decía que por ser mujer no ibas a servir para ciertas cosas.
-¿Hoy ya no pasa?
-Mucho menos… aunque a veces pasa. Una amiga tiene un negocio a la calle y aún hoy llegan varones preguntando por el veterinario y cuando mi amiga responde que es ella, se van. A mamá le costó mucho hacerse respetar como profesional y como productora agropecuaria, así que hay que seguir. No es competencia con el hombre sino demostrar que tenemos capacidades.
-¿Pero por qué hay que esforzarse tanto para “demostrar”?
-Creo que es una cuestión cultural, sobre todo en el campo donde la mujer era encargada de las tareas de la casa y la crianza de los hijos, entonces al varón le cuesta este cambio de mirada. En eso, mi madre marcó rumbo.
Irina se crió con su hermana en el interior de Corrientes, en San Miguel, uno de los portales a los Esteros del Iberá, y desde niñas se vincularon a la producción ganadera. En el campo familiar (¡que proviene desde 1604!) tradicionalmente criaban vacas hasta que 20 años atrás Marilin, la madre de Irina, trajo búfalos por considerarlos una buena opción para los sectores con agua y que eran inviables para las vacas. Hoy la ecuación se ha invertido y manejan más búfalos que vacas. Tienen unas 120 cabezas y realizan cría para carne, que se vende localmente.
-En las carnicerías, ¿está diferenciada la carne de vaca de la de búfalo?
-No, porque el código alimentario no lo diferencia dado que ambos son rumiantes bóvidos.
-¿Al paladar hay diferencia?
-Solo para los gustos muy entrenados. Hay una pequeña diferencia pero depende de cómo esté cocinado, es muy difícil darse cuenta.
Además de administrar un campo, asesorar a otro, y de tener su propia veterinaria, donde junto a un equipo atienden grandes y pequeños animales y realizan cirugías. “Son mi hobby”, bromea Irina, en alusión a que realizar cirugías le brinda una gran paz, contrariamente a lo que suele suceder. También está a cargo de la sanidad de los animales del Club Hípico de Corrientes.
“Empecé trabajando en el Hípico hace 7 años. Allí había una yegua que había pasado por todas las disciplinas y no la querían porque era defectuosa pero a mí me gustó, así que hablé con el dueño y, pagando en parte con trabajo, me la compré. Un día le pedí a uno de los jugadores de polo si me enseñaba un poco, empecé a taquear ¡y me encantó! Así, estuve practicando hasta que una vez me dejaron meterme en un partido de varones y así empecé a jugar. Luego se sumaron otras chicas y ya éramos 3”.
“En febrero se realiza lo que se llama la Liga del Interior que es una oportunidad que brinda la Asociación Argentina de Polo para los equipos del interior del país para que vayan compitiendo y puedan jugar la final en Palermo. En ese momento solo iban a ir los varones pero me avisaron que estaba la Liga Femenina y, juntándonos con chicas de otras provincias, en febrero de este año jugamos en Palermo. Allí nos conocimos con varias jugadoras y surgió la idea de armar algo. Así nació el Primer Torneo de Polo Femenino de Corrientes que se hizo hace unos días, en junio. Fue una gran experiencia y la vamos a repetir el año que viene”.
-Volviendo a lo del yacaré, ¿por qué hizo lo que hizo?
-Siempre me dieron pena los animales chocados en la ruta y lastimados. Mi mamá también era así: una vez se trajo uno a la casa que teníamos en el centro de Corrientes y se le escapó y andaba por ahí, por las calles. Entonces cuando lo vi en la ruta, me pareció que podía ayudarlo. Nada más.
-¿No fue un poco peligroso? Sobre todo al momento de soltarle las mandíbulas…
-Quizás, pero lo hicimos distrayéndolo con un palo.
-¿Esto tiene que ver con lo que usted dijo más arriba acerca de que ser veterinaria es una profesión especial?
-Sí: nuestro trabajo es establecer un vínculo con los animales, para lo cual hay que tener una cierta sensibilidad, hay que saber entenderlos, estar atento a sus sentimientos. Ellos saben cuándo unos los quiere atacar o ayudar. Doy fe de eso.
-¿De qué forma lo saben?
-Hace muchos años que hago Qi gong, una ciencia china vinculada al manejo de energías, y lo pongo en práctica en mi vida y en mi trabajo, con muy buenos resultados. Tiene que ver con lo que uno transmite, como quien pasa cerca de un perro con temor y él lo percibe; es que hay algo que va más allá de lo que podemos ver y sentir. Recordemos que nosotros también somos animales y pertenecemos a la estructura animal, quizás no lo podemos entender pero nos constituye. Es algo no racional, es algo atávico que nos une.