Productores que no logran buen precio por la materia prima que producen se ven obligados a agregar valor. Pero también hay casos inversos, como el de Angelani SA, una empresa que elaboraba chacinados en Saladillo y que luego montó su propio criadero de cerdos, dirigiéndose así al concepto de cadena invertida; es decir, ir de arriba hacia abajo para controlar la materia prima elaborada y lograr un mejor precio al consumidor.
“Arrancamos con la elaboración de fiambres secos, para lo cual comprábamos el cerdo desarmado por cortes al frigorífico. Pero el problema de ese esquema es que nos tocaban partidas de capones que iban de 90 a 110 kilos, o bien partidas que iban de 50 a 70 kilos, por lo cual no podíamos ver la calidad de la carne con que llegaba el recorte que adquiríamos, ni la cantidad de grasa incorporada, y luego eso se notaba en la elaboración, porque el salamín no sale con la misma calidad cuando la carne tiene mucha grasa”, explicó a Bichos de Campo Patricio Ibañez, quien trabaja en Angelani.
Ver la entrevista con Patricio Ibañez:
Por eso fue que decidieron retroceder un eslabón y encarar la producción primaria. “Hoy contamos con nuestro propio criadero de cerdos, con 500 madres, y en el que obtenemos cerca de 150 capones por semana, pudiendo controlar mejor el peso que obtenemos. Manejamos nosotros la alimentación, y la planta de elaboración está a sólo 16 kilómetros del criadero. Con esto tenemos el cerdo que queremos tener, lo que nos ayuda a manejar mejor los costos y a mejorar en 70% la calidad del embutido seco y cosido”, remarcó Ibañez.
A su vez, dijo que “podemos regular el precio al consumidor. Cuando teníamos que comprar el cerdo y hacerlo faenar en otro lado, se nos encarecía el valor por los fletes y demás gastos. Pero hoy lo faenamos nosotros, lo que permite agilizar la elaboración también”.