A simple vista se puede decir que Gisele Remorini tuvo suerte. Siendo hija del hombre con la matrícula más vieja del Mercado Liniers, su trabajo como matarife abastecedor no fue tan cuesta arriba como se creería. En un mar de pujas y tironeos navegado casi exclusivamente por hombres, la mano de Gisele hoy es la única mano femenina que se levanta durante los remates.
“Una vez que entras, por más que seas mujer, el que remata siempre busca el precio más alto”, asegura, aclarando que su género no la favorece.
La relación de los Remorini con el mundo de la carne se remonta a varias generaciones. Rodolfo Remorini, abuelo de Gisele, abrió la primera carnicería de Bartolomé Bavio, un pueblo cerca de La Plata. Por su trabajo Rodolfo empezó a llevar a Raúl, su hijo, a los remates de hacienda que se hacían en Liniers cuando tenía 12 años. De allí se explica que sea el único con una matrícula unipersonal a su nombre.
Cuando tuvieron la edad suficiente fue Raúl quien empezó a llevar a sus hijos a ferias y remates por todo Buenos Aires. “Siempre me gustó y por suerte a mi hermano no. Ahí saqué ventaja”, dijo entre risas Gisele a Bichos de Campo. Fue así que germinó su interés por este sector.
Para 2014 las visitas Liniers se volvieron prácticamente un plan entre padre e hija. Fue ese mismo año en que ella comenzó también a visitarlo sola, un poco para que su padre descanse –hoy ya se encuentra jubilado- y otro poco para “curtirse”, como quien diría.
El sector de la carne no sólo afianzó los vínculos familiares de esta platense de 35 años, sino que también le dio un trabajo. Y como si eso fuera poco, le permitió además conocer al que hoy es su marido, con quien hoy ya tiene un hijo.
-¿Qué te gusta de los remates?
-Que te podes pelear con el frigorífico más grande, por más que seas chico, y si pones más plata te llevas vos el lote de vacas.
-¿Te fue fácil hacerte conocida?
-Sí. Si entras con alguien es mucho más fácil. Si estás solo no te van vender, tenés que presentar un montón de cosas. Con el crédito de mi papa era otra cosa. Pero he pasado por situaciones en las que no me han dado mucha bola por ser mujer.
-¿Tenés alguna en mente?
-Tuve una con el dueño de una casilla a quien le quería comprar unos toritos. Yo estaba ahí esperando antes de los remates. Esperé y me los vendió en la cara a otro. Literalmente me ignoró. Por suerte no volvió a ocurrir. Es re machista el Mercado. Si bien a mí siempre me trataron bien es un rubro de hombres. Todos llevan a los hijos pero nadie a las hijas.
–¿Hoy ya tenés tu espacio?
-Yo creo que sí, me conocen casi todos en el mercado.
Actualmente los Remorini compran 1000 cabezas por semana, que faenan en su frigorífico y distribuyen en las carnicerías de la zona. Gisele por su lado tiene una cuota propia de 250 cabezas. Aunque para ella no es mucho, asegura que es una linda faena.
-¿Tu papá te dio algún consejo para comprar en Liniers?
-Siempre venir temprano. Con mi viejo veníamos a las 5.30 de la mañana porque conseguís mejor precio y podés comprar mucho más antes del remate. También sirve si necesitás faena para el día. “Para no errarle siempre tenés que comprar los primeros lotes que se rematan. Los primeros son los mejores”, me decía. Te lleva tiempo aprender pero hasta ahora nunca se equivocó.
Pero como todo se moderniza los Remorini también lo hacen. Hoy no compran exclusivamente en remates presenciales sino que también han comenzado a hacerlo vía streaming. “Lo que ha pasado con RosGan (el Mercados Ganadero de Rosario, que hace remates televisados) es bárbaro. Más que nada para quienes estamos lejos. No tenemos que trasladarnos, suma un montón”, afirmó Gisele.
Con lo que la matarife no está de acuerdo es con la nueva resolución en torno al cuarteo. Teniendo que encargarse de los repartos del frigorífico, la platense sabe que necesitará más espacio en las cámaras frigoríficas y más logística para distribuir la mercadería. “Es una medida que no favorece en nada. La carne va a estar mucho más cara”, sentenció.
-¿Cuál es la situación económica del frigorífico familiar?
-Vinimos de un año bueno. En 2020 se vendió bien porque la gente estaba en la casa para comer. Este año está bastante flojo, era lo esperable. La gente se quedó sin plata y la economía no se mueve. No se puede andar haciendo asados o comiendo de más cuando el kilo de asado está a 700 pesos. Va a ser un año complicado.
-¿Por qué crees que es así?
-La presión impositiva es inigualable. Te asfixian todo el tiempo con impuestos. Esta semana aumentó el VEP (anticipo) de AFIP que se paga para poner faenar. Hasta la semana pasada valía 400 pesos y lo subieron a 616 pesos por animal. Si a eso le sumas Ingresos Brutos y el impuesto municipal, la carne termina saliendo una fortuna pero de impuestos.