Fabio Tagliaferri es “master grower” (especialista en el cultivo) de la Universidad de Oaksterdam, Oakland, California, entidad que se dedica exclusivamente al cannabis y todas sus variables productivas, empresariales, industriales e incluso de gestión estatal. Es decir, se encarga de capacitar a los funcionarios para desarrollar tareas de control y trazabilidad. Tagliaferri es también accionista mayoritario de un campo en Mercedes, Buenos Aires, que produce césped de alta calidad.
-¿Cuál es la diferencia entre cáñamo y marihuana?
-Ambas son cannabis. Son primas dentro de una misma familia y varían según sus propósitos y composición química. El cáñamo (o Hemp) tiene un uso industrial y en algunos casos medicinal, mientras que la marihuana se asocia a lo recreativo y medicinal. La diferencia yace en la composición de cannabinoides (compuestos activos) que ambas tienen.
-¿Son muchos?
-Existen más de 120 fitocannabinoides identificados (cannabinoides naturales en la planta de cannabis) que todavía están en investigación, pero los más conocidos y documentados son el THC, el CBD el CBN y el CBG. El THC (tetrahidrocannabinol) es el principal responsable del efecto psicoactivo, comúnmente conocido y buscado por los usuarios recreativos y/o medicinales. El CBD (cannabinol) se destaca por su carácter medicinal, si bien las últimas investigaciones aseguran que la combinación de cannabinoides es responsable de los beneficios de la planta en la salud.
-¿Y el cáñamo?
-Posee concentraciones de THC menores al 0,3%, mientras que la marihuana tiene hasta un 30%.
-Digamos que el cáñamo “no pega”…
-Claro y es ahí donde vemos su más evidente diferencia. A su vez, el cáñamo posee un fenotipo más provechoso para uso industrial por sus tallos más fibrosos, su mayor resistencia a las adversidades y por las características de sus flores y granos.
-Usted menciona al cáñamo como un producto sustentable dado que no necesita ni fertilizantes ni agroquímicos, y además regenera suelos. ¿Por qué tiene estas ventajas?
-Es importante dividir estas tres cuestiones para entenderlas bien. En principio, el cannabis produce cannabinoides para reducir la desecación, tienen propiedades microbiales, funcionan como repelentes de insectos y sirven de protector de radiación. Dicha producción de metabolitos es una cuestión de supervivencia y una ventaja adaptativa que le ha dado a la planta gran parte de su resistencia, facilitando su tratamiento de plagas y otras problemáticas en el cultivo sin necesidad de agroquímicos. El cannabis no necesita fertilizantes químicos pero si fertilizantes orgánicos, con los que se obtienen infinitos mejores resultados tanto en la calidad como en la cantidad con un plan de alimentación orgánico.
-¿Y con respecto al suelo?
-Su característica para regenerar suelos proviene de la forma en que la planta intercambia nutrientes con el medio, absorbiendo y liberando nutrientes en todas las etapas de su vida. Tiene la capacidad de absorber metales pesados en la tierra producto de la contaminación humana y transformarlos en sustancias inocuas sin afectar el desarrollo de la plata, con procesos de “fitorremediación” como se ha comprobado en Italia, Rusia, Ucrania y Japón. No sólo absorbe y transforma sustancias tóxicas sino que aporta nutrientes al suelo debido al intercambio de nutrientes que realiza con el medio de forma ascendente y descendente, es decir que no sólo toma del suelo sino que también le aporta.
–Dadas estas características, ¿lo ve como agronegocio en Argentina? ¿Y al cannabis?
-Sí, claramente. Hoy es el agronegocio que más proyección de crecimiento tiene a nivel mundial. En Estados Unidos está salvando de la quiebra a las granjas familiares. Muchas se están reconvirtiendo, por ejemplo del tabaco al hemp, utilizando prácticamente la misma infraestructura y maquinaria. Para que Argentina pueda aprovecharlo es importante que se suba al tren a tiempo, mientras el Cannabis sea un negocio en ascenso: una vez que se sumen otros competidores, no estaríamos en la misma posición que si somos pioneros. Hoy se cultiva cáñamo en Australia, Austria, Canadá, Chile, China, Finlandia, Francia, Alemania, Reino Unido, Hungría, India, Japón, Holanda, Nueva Zelandia, Polonia, Rumania, Rusia, Eslovenia, Suiza, y Estados Unidos. También producen cáñamo industrial hemp Egipto, Corea, Portugal, Tailandia, Nepal y Ucrania.
-¿Cree que nuestro país va a dar el paso?
-Sí, la sociedad Argentina está preparada y con ya años de discusión y preparación como para dar el paso del cannabis hacia un negocio legítimo, rentable y sustentable. Que el cáñamo esté prohibido ya es inaudito debido a que su uso industrial no tiene efecto psicoactivo (no puede considerarse una droga) y ni siquiera se ingiere. Resulta muy poco inteligente que no se esté aprovechando los grandes campos argentinos para diversificar el agronegocio… Es como si estuviera prohibido el algodón, el pino o el maíz.
-¿Qué podría frenar su expansión entonces?
-El principal y único impedimento para que el cáñamo se convierta en una oportunidad en Argentina es la Ley retrógrada 21.671 que viene del último golpe militar y ni siquiera está reglamentada, que impide el cultivo del cáñamo porque los militares lo confundieron con la marihuana. Ridículo impedimento por excelencia. Solamente derogándose esta ley se podrían importar semillas de cáñamo y plantar para usos industriales.
–¿Y con respecto a la marihuana medicinal?
-Es un tema más delicado porque implica a la salud. Pero cabe destacar que esto se viene debatiendo e investigando hace años y ya tenemos muchos ejemplos en nuestro país y el mundo como para saber que estamos frente a una sustancia segura y que utilizada con responsabilidad es muy beneficiosa. En cuanto a la marihuana recreativa también creo que estamos preparados como sociedad para avanzar en su producción y comercialización legal pero requiere de una fuerte campaña de educación ciudadana para su uso responsable y consciente. Que sea ilegal hoy es tapar el sol con la mano, ya que es perjudicar al usuario exponiéndolo a un producto más caro, de menor calidad y sin controles sanitarios o bromatológicos cuando se podría transformar en una industria de punta que tribute y genere ingresos para el país.
-¿Cómo nació su interés por este tema?
-Comencé formándome en el cultivo del cannabis como autodidacta desde adolescente porque me gustaba fumarla y nunca quise financiar el narcotráfico. Hace unos años tuve la necesidad de acompañar a mi madre en la última etapa de su cáncer y viajamos a una granja en Uruguay, donde nos orientaron en los usos medicinales para mi madre, entonces empecé a cultivar para ella. Luego de su muerte viajé dos temporadas a Estados Unidos donde pude trabajar en la granja del hijo de un amigo de ella. Allí tuve experiencias y contactos que enriquecieron mi visión del cultivo de cannabis como agronegocio a gran escala, por lo que el último año decidí hacer dos seminarios en la Universidad de Oaksterdam, California.
-¿En qué consiste la capacitación que usted tomó y su experiencia en estos cultivos en el exterior?
-Estos seminarios me permitieron estandarizar mis conocimientos en cuanto a una producción profesional, más eficiente y apuntada a optimizar los recursos y resultados al máximo, desde la siembra o reproducción de la planta, pasando por sus diferentes etapas de crecimiento con sus necesidades particulares, hasta su posterior cosecha, curado, secado y almacenamiento. El primer seminario fue de cultivo “indoor” (en interior) donde pude perfeccionar el uso de luces y ventilación en espacios cerrados, mientras que el segundo constó del cultivo “outdoor” en exteriores y también el uso de invernaderos. Estos seminarios no sólo me dieron una certificación que me permite trabajar legalmente en los Estados y Países donde se permite el cultivo de cannabis, sino que perfeccionaron y profesionalizaron los conocimientos adquiridos como autodidacta y en la práctica laboral de las granjas californianas.
-Si hay alguien interesado, ¿dónde puede capacitarse? ¿Cómo podría comenzar el cultivo para comercializar?
-Puede capacitarse en el exterior con títulos certificados vía web sin ningún problema o impedimento salvo el costo económico. También hay excelentes capacitaciones a nivel nacional impartidas por diferentes organizaciones de madres, universidades y entes públicos o de asociaciones de cultivadores. Hoy por la cuestión legal es prácticamente imposible comenzar un cultivo para comercializar en Argentina. Sorteado ese imposibilidad debe comenzar eligiendo bien las cepas a cultivar según el espacio, las condiciones ambientales y el uso que se le quiera dar a la cosecha. Hay tantas variedades que puede ser confuso, por eso es importante saber su genética, fenotipo y composición química para elegir las cepas específicas a sus necesidades.
Juan Ardissone: El argentino que cumplió su sueño de producir cannabis medicinal en Uruguay
-¿Nos puede dar algunas cifras?
-Para tener un aproximado de superficies en cuanto al cáñamo, donde pueden obtenerse 3 cosechas anuales, una hectárea genera por cosecha 800 a 1200 kilos de fibra, 2000 kilos de grano (para alimentación humana, de animales y aceite) y unas 10 a 15 toneladas de madera (que se utiliza para “hempcrete”, material para la construcción), cantidades obtenidas de unas 9.000 plantas, siempre variando según el tipo y propósito del cultivo. En el caso de la marihuana los cultivos son más pequeños y varían mucho según la cepa, la calidad del cultivo y el método (luces artificiales, invernadero o a la intemperie). Podemos cultivar entre 300 y 500 gramos por metro cuadrado, obteniendo hasta una cosecha cada 2 o 3 meses en interior y dos cosechas por año en exterior (pudiendo ser más si se utiliza invernaderos o cepas no fotoperiódicas).
-¿Hay algo que quiera agregar?
-Que el cannabis sea ilegal es lo menos inteligente, menos efectivo, menos productivo, menos económicamente rentable, más contraproducente y más nocivo que podemos hacer como sociedad con este cultivo.