La producción citrícola, como tantas economías regionales, la viene pasando difícil desde hace tiempo. Pero pocas veces como este años se sienten los problemas de la mano de la profundización de la crisis económica.
“Estamos cobrando entre 12 y 15 pesos el kilo de naranja que estamos cosechando, cuando el costo es de 35 pesos. Nos ingresa menos del 50% del costo de producción, ni siquiera incluimos ya en la cuenta la ganancia que deberíamos tener”, contó Favio Lovatto, productor de Mocoretá, Corrientes.
El agricultor tiene su establecimiento productivo en una zona en la que también se hace ganadería y forestación, pero allí el fuerte es la producción de cítricos y entre ellos se destacan las naranjas.
Entrevistado por Bichos de Campo, Lovatto dijo que en estas condiciones los productores, y sobre todo los más chicos, “corremos el riesgo de la extinción” porque con el dinero que les ingresa no lograr hacer frente a los gastos que exige la campaña.
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“Venimos como el país, complicados. Tenemos insumos carísimos, el dólar oficial está muy por detrás del real y los precios de los insumos nos superan, estamos desbordados por los costos. El nuestro es un ciclo de muchos años, pero como todo se va agotando porque no se invierte lo que se requiere”, indicó.
Para sobrevivir, los citricultores reducen el gasto en cuestiones clave, como los fertilizantes, o en las fumigaciones para evitar enfermedades.
“Le sacamos a la planta que nos da el alimento, le reducimos las fumigaciones. Ese árbol cada vez produce menos. Si llevaba 10 kilos de fertilizantes y le damos 5 kilos, va a producir el equivalente a esa cantidad de nutrientes y así la producción se achica cada año”, explicó Fabio.
Además de estos problemas de tipo económico-financieros, los citricultores no cuentan con la mano de obra necesaria para la cosecha. Lovatto es otro de los tantos testimonios que coinciden en esto. “Venimos complicados con ese tema. No se cuenta con el personal, aunque tratamos de hacer hasta lo imposible y de alguna manera se le busca solución al problema”.
Un par de año atrás. cuando estalló la dificultad de conseguir mano de obra zafrera, el presidente Alberto Fernández dictó una norma que permitía la convivencia del plan social con el ingreso generado por el trabajo en blanco para estas actividades, pero el resultado fue por demás pobre.
“El trabajador no quiere blanquearse y lo que hace el peón rural es ir a trabajar cuando se siente bien o cuando quiere. Esa es la nueva costumbre, tenemos un problema grave que cada vez es peor”, alertó Lovatto.
“La gente cuenta con el plan social y entonces labura cuando quiere, hay semanas en las que se puede trabajar de lunes a sábado, 8 horas al día, porque el clima acompaña, pero en promedio hacen el 30% de ese tiempo. Vienen dos días y pierden el ingreso de los otros cuatro cuando podrían percibir los dos ingresos y mejorar su bienestar”, finalizó el agricultor.