El agrónomo Ernesto Massa es un estudioso que se lo pasa midiendo la vegetación de las islas del Paraná, la productividad vegetal y la composición botánica. Experto en este tipo de humedales, asegura que “el delta entrerriano es un ambiente particular”, en el cual “se puede compatibilizar la producción ganadera con la conservación de los recursos y con la dinámica propia de los humedales”.
Esa fue la pregunta que sirvió de disparador para hablar sobre la ecología de humedales en una jornada que se hizo en Gualeguay. ¿Se puede llevar adelante en las tierras del delta la producción de ganado bovino? ¿Es sustentable hacerlo? Massa, que trabaja en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Paraná, resaltó: “Los humedales son ambientes muy productivos, de hecho, son los ambientes más productivos del planeta”. Pero al mismo tiempo recomendó tener prudencia.
“Todo depende del tipo de humedal del que hablemos. Los hay en todo el mundo. En Argentina los encontramos desde en la Puna hasta en el sur. Pueden ser salinos, marinos o de altura. Las sociedades evolucionaron y se formaron, en muchos casos, en la periferia o en cercanía a los humedales. Un gran numero de ciudades se desarrolló a lo largo del río Paraná”, relató el especialista a Bichos de Campo.
-¿Cómo son estos ambientes y cómo es tu trabajo en ellos?
-Los humedales poseen una dinámica particular y compleja. Mi trabajo arrancó a principios de 2008, cuando luego de una crecida extraordinaria del Paraná las islas se cargaron de hacienda. Esa crecida se dio por un período de 10 años consecutivos, de 1998 a 2007. Ese último año el río bajó y se dio en paralelo, un crecimiento espectacular de la agricultura en Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, que son las que provincias que componen el delta. Entonces, esa agricultura le ganó superficie a las pasturas sembradas y a la vegetación natural, y el stock bovino tuvo que migrar a las islas. Ahí es precisamente cuando creció ese stock. Sólo recuerdo dos años de pérdidas importantes de hacienda y fueron los años 1998 y 2007, cuando se dieron dos crecidas muy fuertes del río.
Hacia 2008, le siguió una bajante importante (como la que sucede en la actualidad), que se conjugó con una fuerte sequía. Esa seguidilla en un breve periodo de tiempo ocasionó un contraste muy grande, porque pasamos de inundaciones a sequías e incendios que provocaron efectos ecológicos importantes. Por eso, una de las pautas de trabajo a lo largo de los proyectos que desempeño en el INTA es ver con qué herramientas podemos contar para bajar los riesgos y empezar a ver los humedales como lo que son: ambientes productivos, que funcionan con el agua. A su vez, evaluar cómo mejorar la utilización de la vegetación predial que, por cierto, es muy particular y guarda características de tres zonas geográficas de la Argentina. Tiene algo de las selvas misioneras, algo de los pastizales naturales de la Pampa húmeda, pero también tiene algunos rasgos de la provincia fitogeográfica del Espinal (una eco-región de la llanura Chaco-Pampeana).
-¿Por qué decís que los humedales tienen una dinámica particular y compleja, y cómo se configura la hacienda en ellos?
-Es así, y por eso hay que seguir generando conocimiento en torno a ellos. Los ligados al río Paraná tienen una vegetación compleja, con una matriz subtropical, gran biodiversidad del norte, con especies vegetales que crecen en presencia de agua, pero también con temperaturas altas- Por ende, la mayor productividad se da durante los meses estivales. Esto habla de que esa vegetación adaptada proviene de latitudes más al norte, en donde el manejo tradicional de la hacienda se da más en base al engorde, como modo de aprovechar esos pastizales.
Ese corrimiento de la frontera agrícola que describí antes, y que trasladó mayor ganadería a las islas, implicó también el traslado de mucho rodeo de cría. Es decir que ahora tenemos también allí el ciclo completo, aunque el mismo se hace de modo desprolijo porque existen vientres, y toros, y cuando el río lo permite, paren los terneros, y si la bajante del río se alarga, hasta se puede terminar a esos mismos terneros como novillos. Todo depende de cómo vengan las crecientes.
-¿Cómo se conforma el delta?
-El delta estricto arranca en la ciudad de Diamante, Entre Ríos, y se extiende hasta cercanías a la ciudad de Buenos Aires. A grandes rasgos, su clasificación tradicional se hace en 3 partes. La primera es hasta el viaducto Rosario- Victoria, lo que sería la cabecera del delta o delta superior, seguido del delta medio, y por último, el delta bonaerense, que traza una linea recta desde la zona Villa Paranacito hacia Capital Federal. Donde yo realizo mediciones es en el delta superior y algo del Paraná medio.
-¿Cómo se alimenta el ganado en las islas?
-La ganadería de islas tiene grandes variables productivas, y se configura en sistemas 100% pastoriles. Es que son muy pocos los momentos del año en que puede haber una suplementacion con algún alimento balanceado, energético o fibroso. Básicamente, se aprovecha la vegetación natural adaptada al ciclo hidrológico, la cual se reproduce por semillas, aunque muchas veces se hace a modo de propágulos vegetativos, es decir, la misma corriente actúa como dispersadora de la vegetación.
Una variable condicionante de cualquier sistema ganadero es la llamada ´carga animal´, que es, en definitiva, la cantidad de animales por superficie. Pero en una isla, lo que limita la cantidad de hacienda a poner es el estado hídrico y el capital del que se disponga. A su vez, hay que tener en cuenta que las islas no son homogéneas, son más bien superficies muy variables porque influyen la condición hidrológica del río, la acumulación de biomasa y la productividad entre las distintas estaciones del año; por ende, la carga animal en estos espacios se vuelve difícil de manejar.
-¿Y qué especies vegetales puede comer el ganado allí, en las islas?
-En un modo general, y para simplificarlo, podemos decir que en las islas predominan los albardones o zonas altas cerca de los cursos de agua, donde predomina la vegetación árborea o bosques mixtos, aunque también hay gramíneas y especies de otras familias vegetales con producción de bajo monte. Luego tenemos las medias lomas, constituidas por pajonales y carrizales. Y yendo al interior de las islas, predominan las lagunas o zonas bajas, con vegetación de pastizal corto, dominados por gramíneas altamente productivas. Y en el agua, encontramos comunidades vegetales arraigadas al fondo, o flotantes como los camalotes. Cada una de esas áreas tienen una vegetación particular y todas son aprovechadas para alimentar al ganado.
Un último concepto que quiero dejar en claro es el de la conservación, algo fundamental. Tiene que ver con lograr un manejo sustentable usando la vegetación natural para producir, sin degradarla en el tiempo, lo que implica conservar las especies vegetales de mejor calidad forrajera. Me refiero a las especies nativas, adaptadas, que pueden seguir reproduciéndose en el tiempo, siendo compatibles con la producción de carne. Esto es sentido conservacionista.
Mirá el programa especial que hicimos en el delta en octubre de 2018:
-¿Alientan a los ganaderos a usar sólo las especies vegetales del lugar para alimentar sus animales?
-Exactamente. Siempre se puede obtener calidad forrajera Pero para eso hay que ver cuáles son de mayor calidad, cuáles son mas digestibles, cuáles tienen más o menos fibra, y a su vez, hay que saber que cada tipo de vegetación o fisonomía cambia a lo largo del año; por ende también cambiará la calidad forrajera y la productividad. Hablo de obtener productividad por estaciones. A su vez hay que calcular con qué cantidad de ganado hacerla, y no como por lo general sucede en la ganadería de islas, en que se suele dejar libradas a las vacas para que elijan ellas dónde pastorear. Si hacemos esto, hacemos un mal aprovechamiento de la vegetación y eso trae una posterior degradación de los humedales.
-Entonces, ¿Cuál es el mejor modo de producir ganado en islas?
-Muchísimos productores se me acercan y me dicen que quieren reemplazar la vegetación nativa o que quieren apelar a la intersiembra de especies. Pero yo les digo que es mejor trabajar desde la no intervención de los humedales, ya que son muy productivos, poseen una flora muy diversa y un buen numero de especies de calidad forrajera. Simplemente hay que trabajar con almanaque en mano y ver cuáles son los ambientes que más forraje aportan según la época del año. Si uno conoce esa oferta forrajera, se puede aprovechar mejor el alimento de las vacas. Y así también se aprovecharán mejor los bosques.
Ahora bien, los rodeos de cría en islas sí tienen una complejidad extra, y son los crecimientos hidrológicos, los cuales varían cada año, y obligan al movimiento de la hacienda. En un momento de parición, mover el animal implica un alto estrés. Por eso, hay que evitar tener la vaca todo el tiempo en la isla, y es mejor mantener una carga baja.
Igualmente, tratemos de corrernos de la visión de que ´todo lo que hay en una isla es malo´. Sembrar los humedales no es sencillo, ni desde lo técnico ni desde lo logístico, porque tienen suelos con mucha materia orgánica, que suelen estar encharcados, y si re remueven, el carbono almacenado se iría a la atmósfera, cuando precisamente los humedales, entre los múltiples servicios ecosistémicos que generan, se encargan también de almacenar el carbono en tiempos de cambio climático.
-Suena todo positivo cuando hablamos de producir ganadería en humedales. ¿Ni una contra que marcar?
-Bueno, no todo es rosa en el delta. Por su condición de permanecer mucho tiempo inundados, los humedales tienen como contra que son emisores naturales de metano, el llamado ´gas de los pantanos.´ Y a su vez, la materia orgánica presente en esos suelos, tiene una degradación lenta, por eso se suele decir que los humedales son sumideros de carbono. Pero, te tiro una buena: con la alta productividad que tienen, los humedales pueden balancear muy bien esas emisiones naturales, y lo hacen a través del crecimiento vegetal, el cual acumula el carbono en sus células, a través del dióxido de carbono presente en la atmósfera.
También debemos considerar que las islas acarrean sedimentos, en su mayor parte, provenientes de los Andes. Se sabe que más del 50% viene de allí. Pero, y acá otra buena, parte de ese sedimento son también nutrientes, por ende, todo puede ser valorizado.
-¿Y qué hay de las quemas que suelen darse en el delta? ¿No atenta contra la sustentabilidad?
-Bueno, te metiste en un tema muy complejo. En las islas se suelen hacer quemas para limpiar el campo y para tener un rebrote de mejor calidad en la vegetación, sobre todo de los pajonales que tienen baja calidad forrajera y que casualmente, son los que dominan en el delta. Entonces, es cierto, muchas veces se generan fuegos muy perjudiciales por el humo que generan. Fue lo que pasó en el 2008, por ejemplo, y este verano también hubo focos. No soy defensor ni detractor de las quemas. Creo más bien, que el Estado debería tener información científica para poder ordenar los actores del territorio y así tomar medidas.
Los institutos de investigación también deberían ponerse de acuerdo con las provincias en un plan de Manejo del Fuego, para poder generar información y dar fundamentos sostenibles a la hora de imponer multas. Por ejemplo, en Entre Ríos se multa, pero en Santa Fe directamente están prohibidas las quemas. La quema en general no es una buena práctica acá porque se la maneja mal, no porque sea mala en sí misma. Además, sin manejar las otras variables productivas, de nada sirve hacer una quema. Nosotros estamos trabajando en la isla con parcelas de quemas en distintos ambientes, y tratamos de coordinar acciones que nos den información científica, para poder hacer recomendaciones técnicas eficientes.
-¿Está todo ligado al pulso hídrico y al momento del año entonces?
– Y si. Para hacer una cadena forrajera de calidad con la vegetación natural de la isla, sin intervenir la vegetación con una intersiembra de una especie no adaptada al ambiente, hay que saber cuáles son las especies más representativas, cómo producen en cada estación del año y con qué calidad forrajera lo hacen. Con esa información podemos hacer un buen manejo del ganado en la isla, y podemos, por ejemplo, llegar a conocer la receptividad, es decir, cuántas cabezas de ganado puede sostener un determinado ambiente en un determinado momento del año.
Se trata de ver en qué momento pastorear, por ejemplo, los bajos o lagunas internas; tratar de que sean aprovechamientos de alta carga animal pero en cortos períodos de tiempo, para, luego del pastoreo, que es un disturbio de por sí para el ambiente, poder esperar a que esa vegetación se recupere, y así seguir encadenando los usos de los distintos parches de vegetación dentro de un mismo predio.
-¿Cómo trabajan desde el INTA para que toda esta información llegue al ganadero?
-Estamos trabajando con gente del Conicet, con universidades y con el propio gobierno entrerriano, para, precisamente, darle la valoración que estos humedales merecen, y para evaluar qué es lo que trae el agua, además de traer agua dulce en calidad y cantidad, ya que también arrima los propágulos vegetativos, y por ende propicia una siembra natural, algo fundamental desde el punto de vista ganadero conservacionista.
A su vez, estamos trabajando con la Fundación Humedales que, solventa inversiones a través de proyectos que tienen que ver con la generación de datos en varios territorios, para poder, en definitiva, rescatar estos ambientes y darles un manejo adecuado.
No es sencillo trabajar en conservación y sustentabilidad; lleva su tiempo y requiere capacitar y enseñar otra forma de producir. Trabajar en los humedales, además, obliga a saber de vegetación y en poder interpretar el ciclo hidrológico, porque este es el que determina buena parte de esa vegetación, así como de establecer qué especie pastorear, con qué calidad, con cuánta biomasa, y cuándo hacerlo. Quiero que se entienda que los ciclos hidrológicos son la fuerza determinante de la productividad de un ambiente. Por eso hay que saber interpretarlos para amoldar la producción a ellos.
Sé que lo que digo es conflictivo, porque reconozco que también se dan inundaciones, que son, sin dudas, un perjuicio económico para el productor ganadero. Pero, a su vez, de no estar las islas, las ciudades se inundarían más aún, ya que los humedales ayudan a frenar el agua para que no se recarguen los acuíferos. No digo que no se inunden ciudades, pero si los humedales no existiesen, el efecto sería peor.
Ver: Cruzando el charco, dos “gurisas” agrónomas quieren ayudar al ganadero tradicional a implementar modelos más sustentables
-¿Notás una pugna entre los modos y ambientes de producción ganadera?
-Yo no sé si hay una lucha pero, en lo que tanto biólogos como ecólogos estamos en consonancia, es en que la ganadería de islas no es para nada comparable con la ganadería de tierra firme. Y por eso, en algún momento habría que lograr un precio diferencial de la hacienda que viene de las islas, ya que, por lo general, es carne de calidad con muy baja carga de insumos. Es una ganadería, en definitiva, agroecológica, ya que no se utilizan agroquímicos; los únicos insumos que se requieren son los tendientes a hacer las vacunaciones.
Antes, en las islas se ponía a los animales sin mucho manejo, y se los retiraba cuando estaban gordos. Ahora, con el advenimiento de la ganadería de cría a las islas, es decir, los vientres con toros para producir terneros, el sistema se complejiza y la presión sobre el ambiente es otra. Esto implica otra carga y otro estrés a la hora de sacar la hacienda ante una inundación. Por eso merece una conceptualización diferente a la ganadería de tierra firme.-
Nota: Massa es egresado de la Facultad de Ciencias Agrarias de Esperanza, Universidad Nacional del Litoral, y cuenta con un Máster en Recursos Naturales de la Facultad de Ciencias Agrarias de Zavalla. Si desean contactarse con él pueden hacerlo a massa.ernesto@gob.ar