La localidad Coronel Juan Solá, más conocida como Estación Morillos es, junto con Pluma de Pato, uno de los poblados más nutridos del departamento Rivadavia Banda Norte, de la provincia de Salta. Sobre la ruta 81, en pleno Chaco Seco, cerca de 10 mil morillenses comparten la triste realidad de ser uno de los municipios con mayores índices de pobreza. Campesinos criollos y pobladores originarios viven aprovechando lo que provee el monte o soltando sus animales para que se alimenten de éste.
A 24 kilómetros de Morillos se encuentra la finca “El Pértigo”, comandada por Lucía Ruiz, quien contó a Bichos de Campo más acabadamente las grandes problemáticas en torno a la propiedad y la posesión de la tierra, las dinámicas productivas y las diferencias existentes entre hombres y mujeres de campo.
“Mi nombre es Lucía Ruiz, soy pequeña productora de cabritos, de chanchos y de vacas, nacida y criada acá en el Chaco Salteño. También soy mamá, tengo cuatro hijos, ya son todos mayores, el menor tiene 22 años. En la zona creo ser la única mujer que maneja el ganado mayor”, comienza presentándose Lucía.
La región, algunas veces es noticia, por las disputas territoriales entre los pobladores locales y algunas figuras de la política o el espectáculo. Es, en ese contexto, que el trabajo cotidiano de Lucía va tomando forma: “En el año 2009 fundamos la Asociación Civil Unión y Progreso, que hoy presido. Nos hemos dedicado a fortalecernos en la disputa por la tierra y el territorio, en defensa de los pequeños productores. El gran problema es el tema de la posesión porque, acá en la zona, la mayor cantidad de campesinos está en tierras privadas, entonces es una complicación para el pequeño productor”, introduce esta dirigente de Morillos.
Si bien hay una gran parte del territorio que son lotes fiscales, es decir cuyo titular dominial es la provincia, hay una amplia cantidad de las tierras cuyos titulares son particulares, que están habitadas por pequeños productores, que viven hace varias décadas en ellas.
“Muchos hemos estado viviendo en tierras de personas que han recibido escrituras por ahí en el año de 1900, que se las entregó el gobierno nacional. El problema es que la titularidad, que está en manos de personas que tienen escrituras, como Gianfranco Macri, Tinelli o Susana Giménez, y que vienen comprando en la zona, choca con la posesión y el trabajo que hace el pequeño productor en estas tierras, mucho antes de que se otorguen títulos. Somos los únicos que producimos y aportamos de alguna manera en los impuestos, incluso con la cantidad de animales vacunos y caprinos que salen de acá y eso el Estado no lo tiene en cuenta”.
Lucía destaca, entre la desidia estatal, que el gobierno de Salta generó hace dos años una Mesa Interinstitucional para debatir esta problemática con los actores involucrados. Este instrumento surgió tiempo después, en el marco de la promulgación de la Ley Provincial 7658, que creó el Programa de regularización dominial y asistencia para pequeños productores agropecuarios y familias rurales, publicada en enero de 2011. En el marco de esta Ley se “obliga a la provincia a ayudar al pequeño productor y asesorar en el tema de las tierras”, señala.
Los niveles de conflicto fueron creciendo al ritmo de las prospectivas y perforaciones en búsqueda de petróleo. Comenta Ruiz que “hemos tenido bastante frentes con el tema de las petroleras que van generando una situación bastante engorrosa para el pequeño productor, por el espacio que le quita, por el monte, por el forraje que se le quita. Con el tema de la búsqueda de petróleo se derriba mucho monte y esas cosas nos han llevado a defenderlo, que es lo que nosotros anhelamos en la zona”.
Por el momento, afirma Lucía Ruiz, no hubo desalojos de familias productoras como sucede en otras regiones del país. “Hemos hecho demasiada resistencia desde la asociación. En mi caso estuve judicializada en dos oportunidades, junto a otros compañeros. En algún momento hemos tenido pedido de captura”.
“Yo estuve por varios años procesada. Hemos tenido un juicio muy grande frente a una empresa de abogados llamada Doble Zeta y, gracias a Dios hemos ganado, pero era por eso, porque ellos se han adjudicado una tierra que compraron a los herederos que viven en Buenos Aires, y así se van pasando los títulos. Pero, poco a poco, vamos aprendiendo y conociendo nuestros derechos, a hacer las prescripciones veinteñales, más allá de que hemos perdido la mayoría en la primera instancia, pero se sigue luchando en la segunda instancia”.
“Nosotros entendemos que, los que vivimos aquí hace añares, que heredamos esta tierra y este amor por el campo y producimos todos los días, tenemos que ser los dueños de estas tierras y no otras personas que no conocen ni les interesa, sólo para hacer negocios inmobiliarios o con grandes empresas”.
La tarea de Lucía y de Unión y Progreso no se agota en este conflicto por la titularidad de la tierra. Conscientes de lo difícil que es producir en un ambiente tan extremo, los más de 45 miembros activos de la asociación se están organizando para mejorar los ingresos de los productores, pelear por los precios de sus animales, generar infraestructura y consolidar prácticas ganaderas que sean amigables con el monte chaqueño.
“Sabemos que acá en la zona nosotros convivimos con un gran chaco semiárido, con pocas precipitaciones anuales, que a veces no llegan a 200 ni 300 milímetros al año. Desde la asociación venimos tratando de hacer manejos ganaderos, algo que no está incorporado en el productor, porque siempre se ha manejado con el animal a campo abierto. Así que venimos trabajando, tratando de hacer una mejora de las infraestructuras, pero a eso ahora le agregamos el hecho de cuidar nuestro ambiente, que es lo único que nos respalda económicamente, porque si nosotros cuidamos el ambiente propio y natural de la zona, vamos a tener una mejor producción, una mejor alimentación para los animales.
“Para esto debemos hacer infraestructuras con potreros y alambrados, pudiendo hacer un manejo rotativo, pero también recuperando el monte. Mientras muchos tratan de eliminar todo el monte natural de la zona, nosotros tratamos de que el monte no muera sino que nos sirva para forraje, para no tener que comprar pasto, no tener que comprar maíz”, explicó la ganadera.
El valor de venta de carne de ternero alcanza actualmente los 1600 pesos por kilo vivo, arrojando un balance complejo, sobre todo si los costos de mano de obra de un peón rural asciende a los 30 mil pesos por día y los insumos e infraestructuras escalan al ritmo del dólar.
Entonces “imagínese que vender un ternero no nos alcanza para pagar la mano de obra, comprar los alambres, comprar todo lo necesario. Desde Unión y Progreso, logramos vincularnos con fundaciones nacionales e internacionales para financiar infraestructuras y que el pequeño productor comience a salir adelante”, señala orgullosa la dirigente.
La propuesta de manejo del monte que propone la asociación se enmarca dentro de lo que se conoce como ganadería regenerativa que, proyectando mayores ingresos para los productores, incorpora el cuidado del suelo, de las pasturas y monte nativo, promoviendo una mejor productividad de carne.
Sobre esto señala Lucía que “nosotros hacemos un manejo ganadero en el monte natural por sectores, de forma que crezca debajo de ese monte todo el pasto natural ya que la semilla está en la tierra. Tenemos algunos proyectos pilotos, junto a las fundaciones Solidaridad y RegeNoa, con mucho pasto natural, no pasto implantado, en los ciénegos y cañadas naturales, donde más se conserva la humedad. Además, estamos cerrando lugares donde han sido sobrepastoreados y quedaron como peladares, sin un solo árbol, ni rama, ni nada. Estamos cerrando también eso y de por sí se va recuperando solo”.
A través de aportes propios, del municipio, pero fundamentalmente de Fundapaz, Gran Chaco, ACDI y el INTA, se está terminado de construir una sala de faena para animales menores. “Nos interesó muchísimo el hecho de que podamos comercializar nuestro propio producto desde acá y que sea la segunda salita de faenas de animales menores en la provincia de Salta”.
La inauguración se espera para el mes de noviembre, lo que posibilitará que puedan salir cabritos de la zona a los diferentes mercados con la autorización provincial. “Nos está faltando terminar los corrales, falta poco”. Este es un paso clave que se propuso la asociación para mejorar los valores y condiciones sanitarias de sus productos.
“Hoy, entran camionetas, de Santiago del Estero y Córdoba, llevándose cabritos a un muy bajo precio y, obviamente, se los termina vendiendo como si fuesen producciones de allá, pero en realidad es nuestra producción”, lamenta Lucía.
Pero hay una batalla más que enfrenta esta dirigente rural y tiene que ver con la situación por la que transitan las mujeres de la zona. “Yo soy hija de una productora, nieta de productora que han criado 5, 6, 10, 15 hijos en algunos casos, hasta 17 hijos, con el solo hecho de tener cabritos. La mujer en la zona siempre se ha caracterizado por tener los cabritos y de ahí sale el almuerzo, sale el desayuno, sale la merienda, sale la escolaridad, sale la ropa, sale el calzado, salen los remedios, y la menos vista es la mujer. Siempre se habla del productor criollo varón por el machismo de la zona y nosotras, las mujeres, no estábamos representadas y nuestra producción vale siempre mucho menos”.
Lucía impulsó, dentro de Unión y Progreso, una rama que se llama Mujeres Sembrando Esperanza. “El trabajo que venimos haciendo las mujeres es también buscar la parte de la salud y la educación para los niños. Acá en la zona no conocemos ginecólogos, tenés que salir de acá del pueblo y tenés que tener plata. Muchas mujeres mueren de cáncer de útero por esta dejadez también del Estado, Nosotras queremos sobrepasar esas barreras, que la mujer pueda hacerse su propio estudio tanto de las comunidades originarias como las campesinas criollas”.
“En el sistema de salud estamos totalmente desprotegidas, tenemos que ir a la ciudad y abandonar nuestra producción. Muchas veces son horas o días que tenemos que abandonar para poder salir al campo. Creemos que si nosotras nos reforzamos como mujeres productoras, vendiendo nuestros propios productos, teniendo nuestra propia plata, vamos a poder también superar todas esas barreras”, concluye, esperanzada, Lucía Ruiz.
El periodismo se fue a la mierda!!