El aislamiento social, además de evitar que el Coronavirus se propague, puede generar nuevos hábitos que aporten al cuidado del medio ambiente y a la reducción de residuos. Estamos hablando del conocido y cada vez más difundido “compost”, que -sin excusas- cualquiera puede hacer tanto en hogares como en unidades productivas agropecuarias.
Justamente este es el fin que persigue la campaña “Mes del compostaje”, que se está celebrando en plena pandemia (entre el 22 de marzo, Día del Agua, y el 22 de abril, Día de la Tierra). La iniciativa es impulsada por el grupo de Facebook “Compostar es una papa”, y que ya cuenta con el apoyo de Ministerio de Ambiente a través de la Resolución 92/2020. La campaña cuenta además con la adhesión de la Red Nacional de Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología (RENAMA), del MAPO, la UTT, y la provincia de Río Negro.
“La lanzamos nosotros pero el origen es de una ONG santafecina que se llama Huella Ecológica. La idea es que el mes no sea nuestro sino que sea de todo el mundo, que se repita todos los años, como carnaval, como cualquier otra celebración”, explicó a Bichos de Campo Alejandro Vilas, administrador de la página que agrupa profesionales de diferentes ámbitos y gente común que ya transforma su basura en material valioso para la nutrición del suelo.
La campaña “consiste en reflexionar, informar, capacitar y difundir acerca del sistema de reciclaje como parte importante de la gestión de residuos”, agrega Vilas, que además es socio del emprendimiento Punto Compost. Así se podría disminuir la cantidad de basura orgánica de los hogares, que hoy representa un 50% y que de reciclarse pueden ser devueltos a la tierra en forma de humus para las plantas y cultivos.
El compostaje permitiría, también, bajar el porcentaje de cultivos que no son aprovechados. Según la FAO se desperdician un tercio de los alimentos, que se producen en el 28% de las tierras agrícolas. Es en este punto en el que el sector agropecuario juega un papel fundamental utilizando sus residuos y transformándolos en fertilizante.
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“Para el agro argentino no es novedoso el tema. Ya lleva varios años implementándolo en diferentes regiones y tipos de producciones. El año pasado se logró sacar la Resolución conjunta 1/2019 entre la Secretaría de Control y Monitoreo Ambiental y el Senasa y, además, está en proceso de formación la ASACOMP (Asociación Argentina de Compostaje), integrada por científicos de Conicet, INTA, Universidades y profesionales del tema”, detalló a este medio Corina Leconte, ingeniera agrónoma, doctora en Recursos Naturales y asesora en compostaje para empresas agropecuarias.
Además de ser económicamente viable y ayudar a mejorar la productividad de los suelos, el compstaje en el agro representa un menor riesgo para los cultivos, menor uso de fertilizantes inorgánicos y agroquímicos, y mayor resistencia a la erosión por el viento y el agua. Varios son los ejemplos en establecimientos productivos. Y según el INTA, entre 80 y 90 plantas industriales transforman residuos agropecuarios y urbanos en enmienda orgánica.
“El uso de compost sobre los cultivos resulta estratégico en sistemas agroecológicos y en producciones convencionales con manejo sustentable, porque recupera los residuos que genera el propio sistema, permite reciclar nutrientes y regula el stock de carbono en el suelo”, señaló en diálogo con Bichos de Campo Luciano Orden, técnico del INTA Hilario Ascasubi, en el sur de Buenos Aires.
En lo que respecta a economías regionales “hay experiencias en residuos del deslintado de la semilla de algodón en Chaco, yerba mate e industria forestal en Corrientes, orujo de vid en Mendoza, de manzana y de peras en Río Negro; en Salta y Tucumán con el bagazo de caña de azúcar y cítricos”, afirmó Leconte.
También en Buenos Aires se trabaja con residuos agroindustriales, restos de poda y barros de maltería; con contenido ruminal y rastrojos de cereales; y en Santa Fe con efluentes de cerdo. “En el Mercado de Liniers hay un ejemplo claro que se desarrolló junto con INTA Castelar para hacer compostaje con lo que es estiércol de vaca y cama de caballos”, ejemplificó.
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Recientemente una firma metalmecánica nacional desarrolló un sistema de compostaje a través de unos equipos cilíndricos de acero, una especie de silos horizontales de 7 m³ a 15 m³ que acelera la transformación y lo que se logra al aire libre en 30 días, se obtiene en 7. Se lo llama Rotorbuey y “hay domésticos y de uso agroindustrial. Ya se está utilizando Laboulage y Montebuey –Córdoba- en criaderos de cerdos”, resaltó Orden quien desde INTA colaboró con la puesta en funcionamiento y análisis físico- químicos y microbiológicos.
-¿Qué es y cómo se hace el compost?- le preguntamos a Leconte.
-Todo el mundo lo llama ´Tierra negra´ aunque no se usa tierra, pero tiene ese aspecto cuando se logra el producto final, que es estable y maduro”- respondió.
Luego explicó de manera sencilla: “Es la transformación de residuos en abono orgánico”, es decir que los desechos pasan por un proceso biológico en el que “es indispensable el oxígeno, la humedad y una etapa de altas temperaturas (mayores a 55°C) para que se haga de una manera eficiente”, agregó la especialista en compost.
Consiste en la mezcla específica de residuos ricos en carbono -aserrines, papel, cartón, cascara de arroz, restos de poda, paja seca- con los ricos en nitrógeno – estiércoles, restos de frutas y verduras, de yerba y té-.
Sus principales ventajas son un menor costo en la gestión de Residuos Sólidos Urbanos (RSU); mayor disponibilidad y recuperación de nutrientes; menor cantidad de residuos depositados en rellenos sanitarios o en basurales; menos vectores de enfermedades y ausencia de patógenos en el sitio de disposición final; y disminución de gases de efecto invernadero (GEI).
Hay algo que quedó en claro entonces: “Cualquier residuo tiene el potencial de hacer una transformación con el compostaje logrando un impacto muy positivo ambientalmente. Una responsabilidad que tiene que estar en cualquier ámbito, doméstico, agroindustrial, y muchos más”, concluyó Vilas.