Cuando se escucha hablar a Claudia Flexer sobre la recuperación de plantas nativas, se percibe su pasión por la naturaleza. Su sentir es tan contagioso que además de pensar en la necesidad de cuidar el ecosistema, la situación se llega a percibir como una urgencia.
Con tanto para trasmitir, la ambientalista no se quedó en el dicho y hace 18 años es la directora pedagógica de la Fundación Chicos Naturalistas, una organización que entre otras cosas, cuida de un vivero ubicado dentro del predio de la FAUBA (Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires), donde se desarrollan más de 90 especies típicas de la flora argentina.
Para lograr su objetivo, que no es más que acercar a las personas al mundo de la naturaleza autóctona, el equipo de Chicos Naturalistas no se conforma con las especies que logran reproducir en el jardín de plantas madres que alberga la facultad sino que salen al campo a buscar esas semillas de arboles que, como el Coronillo, han disminuido su presencia dentro del territorio nacional.
“El Coronillo ha sido diezmado por su madera y es una de las especies que tratamos de rescatar. Principalmente porque alimenta a la mariposa bandera argentina. Debido a la exterminación de los bosques de Coronillo se ha perjudicado todo el ecosistema. Pero también estamos atentos a otras especies, porque se ha diezmado todo lo que son árboles de la costa del Rio de La Plata y la llanura pampeana. Está todo complicado, pero hay algunas especies más complicada y es el caso del Coronillo”, insistió la docente.
A Claudia y al resto del equipo no solo le preocupa que dejen de verse ciertas especies, sino que en la ciudad, sobre todos los más chicos generalmente crecen en total desconexión con la tierra y la naturaleza. “Trabajamos con talleres de educación ambiental en las escuelas. Hacemos vistas guiadas en el biocorredor de la facultad, de conjunto con el grupo Nativas de FAUBA y armamos jardines que atraigan todo tipo de especies, fundamentalmente mariposas, picaflor y otros insectos”, dijo Flex a Bichos de Campo.
En su empeño por ampliar la presencia de espacios verdes dentro de la ciudad, la fundación destina gran cantidad de sus plantines, otros proyectos con fines similares a los suyos. “Muchas de las plantas van al biocorredor de la facultad. Otras van a las escuelas, para armar jardines de plantas nativas. También van al púbico en general, con el cual intercambiamos y hacemos donaciones de plantas nativas. En definitiva estas especies van a parar a otros proyectos de reforestación”, remarcó.
Pero el orgullo de la docente, los talleristas que integran la fundación y los trabajadores del vivero, está por encima del simple hecho de recuperar un árboles tan necesarios para el equilibrio ambiental, como el Coronillo, sino en el valor que ha adquirido el espacio del vivero en la formación de los futuros profesionales que se forman en la Facultad de Agronomía.
“En la fundación lo que hacemos es abrir el vivero a las prácticas preprofesionales. Acá viene alumnos de todas las carreras hacer una práctica cuatrimestral sobre todo lo relacionado con las especies nativas y todas las tareas que se desarrollan en un vivero. Por ejemplo la siembra, el repique y todos los cuidados que suelen realizarse en viveros de plantas nativas”, concluyó Claudia.