Las sequías recurrentes afrontadas desde hace varios años por Chile obligaron al país a probar nuevos métodos para obtener agua potable, tanto para el consumo humano como para su uso en plantaciones agrícolas. Con más de 6.000 kilómetros de costa, la desalinización de agua de mar o salobre se convirtió en una de las opciones más investigadas, que en varias localidades del territorio ya comenzó a ser implementada.
Según datos de la Asociación Chilena de Desalinización (ACADES), en el país vecino existen más de 25 plantas desalinizadoras de carácter industrial, que en conjunto producen más de 8.600 litros por segundo. De ese total de plantas, un 75% son empleadas en el sector minero, 20% en ciudades y 5% en los sectores pequero y eléctrico.
Una de las tecnologías para la desalinización más implementadas es la de la Osmosis Inversa que usa el principio de osmosis para eliminar la sal y otras impurezas, transfiriendo el agua a través de una serie de membranas semipermeables. Esta técnica se puede emplear no solo para agua de mar sino también para agua salobre para suavizarla, remover materia orgánica y separar contaminantes.
En la localidad chilena de Antogafasta, el 85% de la población se abastece con ese tipo de agua, y en Mejillones ese porcentaje sube a 100. En el caso del agro, según informó el sitio Portal Frutícola, existen empresas en Chile y Perú que la aplican en cultivos de paltas, arándanos, cítricos y uvas, y también en aplicaciones fitosanitarias.
Esto es clave, ya que según el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias de Chile, por ejemplo, los cultivares de palta consumen 389 litros de agua por kilo de fruta. Multiplicado ese número por las 95.000 toneladas que se exportan anualmente, da como resultada una cuantiosa demanda de este recurso.
Sin ser tratada, el agua con altas concentraciones de sales y cloruros generan una modificación en la estructura del suelo, una disminución de la captación de agua y nutrientes, daño foliar, debilitamiento de la planta, disminución en la producción e inviabilidad del crecimiento del cultivo.
Sin embargo, una vez desalinizada la misma acarrea beneficios como una mejora en la eficiencia de las aplicaciones fitosanitarias y nutricionales, al mejorar la disolución, una reducción de litros por hectárea y una mayor absorción.
Un caso de éxito de la aplicación de esta técnica en Chile es el de Aguas CAP, en la localidad de Copiapó, en según el medio chileno produjo en 2021 unos 8 millones de metros cúbicos de agua. De ese total un 38% se destinó a la industria, un 32% fue para consumo humano y un 30% para el riego.
¿Qué desafíos supone este desarrollo? El primero tiene que ver con la concesión que se requiere para instalar una planta sobre la costa chilena, ya que todas las concesiones marítimas se encuentran fiscalizadas y vigiladas por el Ministerio de Defensa Nacional.
El segundo gira en torno a la inversión necesaria, que según indicó el especialista en implementación de proyectos de riego, German Wielandt, durante el encuentro Agricultura Water Summit, debe ser idealmente público-privada.
Para Wielandt, existe una idea preconcebida de que la osmosis inversa puede tener un costo elevado, pero señala que los beneficios son mucho mayores al contar con agua de buena calidad y generar aumentos productivos reales.