Con el Establecimiento “La linda”, de 140 hectáreas bajo riego ubicado en Añelo, provincia de Neuquén, más otro campo de 75 hectáreas ubicado a unos kilómetros de la localidad, y otras 140 hectáreas en Peñas Blancas-provincia de Río Negro, la familia Vela lleva adelante su producción agropecuaria. Pero ésta a su vez convive con la posibilidad concreta de ampliar su trabajo hacia los negocios inmobiliarios en una zona de gran déficit habitacional.
Vaca Muerta es una formación geológica que tiene 36.000 kilómetros cuadrados, y abarca las provincias de Neuquén, Río Negro, Mendoza y La Pampa. En Neuquén, las localidades que conviven con esta tierra de grandes riquezas son Añelo, Rincón de los Sauces, Centenario, Plaza Huincul y Cutral Co.
En territorio neuquino, una de las premisas fundamentales de la provincia es mirar el desarrollo hacia el futuro, cuando las explotaciones hidrocarburíferas ya no sean el principal motor, y para eso está la producción agropecuaria. Cómo conviven estos desarrollos es algo que la familia Vela sintetiza muy bien. Por el lado del campo, abastece el mercado local con su carne, diversifica su producción con forraje y parte de sus ganancias están proyectadas ahora en la industria inmobiliaria, en plena expansión de la zona.
“En Añelo estaba el campo de mi abuelo, y mis viejos se vinieron a vivir. Mi abuelo lo compró en 1960 y mi papá cuando se junta con mi mamá, decide venir acá a la chacra”, cuenta Francisco Vela, el mayor de los cuatro hijos de la pareja, hoy recibido de veterinario.
“Así empezaron, poniendo en producción esta chacra desde aproximadamente el 89, cuando yo nací. Se hacían bosques de álamos, porque ellos siempre fueron del rubro de la madera -tuvieron aserradero, fábrica de aberturas y demás-“, agrega.
Ese primer tiempo de producción forestal se combinó con algunas otras decisiones que los llevaron hacia otros destinos. Tiempo después la familia volvió a vivir en la localidad. Francisco ya tenía 14 años y la producción forestal viró hacia la parte agropecuaria.
“Mi papá iba engordando algún que otro animal, producía forraje, iba desmontando hectáreas y emparejando, siempre haciendo algo”, recuerda Francisco. El joven, que a los 17 años se fue a estudiar Veterinaria a General Pico, La Pampa, se recibió en 2015 y se sumó al trabajo.
De esta manera, se fueron agrandando las extensiones bajo riesgo del campo, y habilitando cuadros de alfalfa y de maíz, un producto este último del que el papá de Francisco puede dar cátedra.
“Mi viejo fue el primero que dio muchas charlas de maíz; acá en la provincia de Neuquén no había contratista, no había ni sembradora, no había nada. Él compró todo, sembradora y cosechadoras. Salían unos rindes de 10 mil kilos de grano por hectárea. Era muy bueno, así que venía gente de todos lados”, cuenta.
Francisco incorporó otras cosas: “Lo primero que fui haciendo fue el engorde, que pasó de ser a pasto al engorde a corral. Arrancamos con dos o tres corrales y después también empecé a laburar la parte de mi profesión siempre con vacas en producción para otros clientes”, señala.
“En 2016 ya empecé a tener un par de clientes y un tiempo después me asocié con un amigo que es veterinario también y ahí ampliamos los servicios a Neuquén y Río Negro”, repasa. De todos modos, en el 2024 dejó de trabajar ese emprendimiento y continuó de lleno en la empresa familiar.
A la parte productiva y agropecuaria, Francisco le sumó junto a sus tres hermanos el alquiler de campos en Río Negro, donde producen alfalfa, También armaron un emprendimiento inmobiliario en Añelo, en Neuquén, dentro de un barrio desarrollado por su padre donde alquilan y venden propiedades en un sector con gran deficiencia habitacional, por el flujo de familias que se instala en la provincia para trabajar en el petróleo.
Francisco no se queja de la convivencia con la explotación hidrocarburífera, pues sostiene que “ha cambiado la realidad del pueblo. No hay desocupación, hay otro poder adquisitivo y los chicos pueden ir a estudiar, eso ya es importante”, afirma.
“El crecimiento exponencial tiene sus consecuencias buenas y malas. Competir con mano de obra tan bien paga tampoco es fácil, pero lo veo positivo”, asegura.
En el caso de la ganadería, si bien “este año fue difícil y se mantiene el coletazo del tema de la barrera sanitaria, trabajamos bien. Tenemos un cliente en Plottier hace 11 años, al que abastecemos de carne todos las semanas y también tenemos carnicerías acá en Añelo que están muy conformes con nuestro producto”, señala.
Se sabe que el público petrolero es amante del asado y que en la zona se vende muy bien. Con una clara visión en la diversificación, “en la empresa familiar entendemos que hay que hacerlo. Estamos convencidos de que hay que seguir apuntando a la producción”.
“Esta semana alquilamos una chacra más de 75 hectáreas acá a 20 kilómetros. Tenemos que laburarla un montón y poner mucho más esfuerzo, guita y tiempo. Seguimos apostando a la producción y creemos que eso trae arraigo”, enfatiza. Y añade: “Si hay algo que no va a pasar con la Inteligencia Artificial- con petróleo o sin petróleo- es que la gente deje de comer”.
“Apostamos un montón, seguimos metiéndole con todo, invirtiendo con plata propia y siempre dándole para adelante y apostamos mucho a vivir acá y a la gente que labura con nosotros”, señala.