La olivicultura argentina atraviesa problemas similares a muchas otras economías regionales. La cosecha de aceitunas de este año se inició con la cuarentena y faltó la mano de obra. Hubo además inconvenientes climáticos que llevaron a una merma de la producción. También una caída del mercado interno, agravado por el cierre de las fronteras en muchos de los países a los que exportaba Argentina su producción de aceitunas de mesa y de aceite de oliva.
Según el riojano José Hilal, vicepresidente de la Federación Olivícola Argentina (FOA), “la falencia más grande es la imposibilidad de programar a largo plazo. Necesitamos estabilidad, no sólo en políticas económicas, sino también en lineas de trabajo que nos permitan trascender gobiernos, esquemas monetarios, tratando de llevar una linea comercial a lo largo del tiempo”.
La semana pasada, la FOA participó de una reunión con el presidente Alberto Fernández, como integrante del flamente Consejo Agroindustrial Argentino (CAA). Acordaron constituir una mesa de trabajo para tratar de sacar adelante una ley para incentivar las exportaciones.
“Es muy positivo el mensaje del presidente en esa reunión de considerar a los sectores agroindustriales como una herramienta importante para el crecimiento del país. Se acordó trabajar en mesas sectoriales, en donde la idea es volver a plantear los problemas y encontrar soluciones”, dijo Hilal en diálogo con Bichos de Campo.
Entre las grandes distorsiones que enfrentan en la olivicultura se encuentran los altos costos energéticos. La actividad es sumamente “electrodependiente”, porque necesita extraer agua de poco para poder regar los olivos implantados en medio de los desiertos.
Según HIlal, esos costos energéticos casi duplican actualmente los costos de producción. “Pagamos aproximadamente 600 a 700 dólares por hectárea en costo energético”, manifestó el vicepresidente de FOA.
Escuchá la entrevista completa a José Hilal:
“Nosotros sacamos el agua, en algunos lugares, desde 300 metros de profundidad. Entonces, cada 100 hectáreas a veces tenemos uno o dos pozos y bombas para extraerla. Hay varios proyectos de reconversión energética a energía solar. Hay incluso algunas plantas de biomasa proyectadas, para ayudar a bajar el costo energético, porque es muy alto”, agregó Hilal.
Desde la lupa empresaria, los altos costos de mano de obra y las cargas sociales también complican la actividad. “Son altísimos los costos para un rubro que da vuelta una vez al año”, expresó el olivicultor. Aparte están las retenciones, y se suma otra problemática, la de acumulación de saldos de IVA en las empresas.
“A veces, son muy difíciles de descargar los saldos de IVA. Están en pesos y estancos. Por eso presentamos un proyecto, para poder utilizar estos saldos y darles un destino, volcándolos a la producción, o bien pagando el IVA de la energía que en nuestro caso es del 27%. Es un IVA alto. Estaría bueno poder reducirlo al 10,5%”, dijo.
Mirá el reportaje que le hicimos a José Hilal en 2019:
El vicepresidente de FOA remarcó que, a todas las dificultades que encuentra la actividad, está la de esperar varios años hasta que pueda explotar la producción. “A diferencia de otros cultivos donde se puede programar año a año, el olivo es un cultivo de muy largo plazo. Una producción olivícola tarda de 15 a 20 años hasta llegar a su explosión. Son apuestas a largo plazo”, indicó.
Hilal explicó que “tenemos que apostar a la inversión y al sostenimiento de la mano de obra y de los niveles de producción. Tenemos un proceso de reconversión tecnológica donde algunas empresas contamos con tecnología de primera linea, pero hay sectores que están postergados y necesitamos reconvertirlos”.
“Hablamos de producciones que tienen arraigo muy fuerte en determinadas zonas. Por eso es clave consolidar ese arraigo y que no se vayan de lugares donde luego es muy difícil que venga la gente a invertir”, agregó.
A pesar de que la Argentina es el primer productor de aceitunas de América y el cuarto o quinto productor mundial, Hilal mencionó que “tenemos diferencias muy grandes con países como España en la cuenca mediterránea, el cual es claramente el líder de producción olivícola. Y hay incluso países nuevos como Egipto, que crecieron mucho en producción”.
Con Egipto, el Mercosur firmó en un momento un tratado de libre comercio, y uno de los productos que se incluyó fue la aceituna. “Eso nos está produciendo un problema grande de competencia. Brasil es nuestro principal mercado de la aceituna de mesa. Pensemos que el 90% de la aceituna de mesa la exportamos ahí. Estamos tratando de buscar otros mercados para diversificar y evitar ser tan Brasil dependientes”, respondió Hilal.
Ver: Los desafíos de la aceituna de mesa: Romper la dependencia con Brasil y mecanizar la cosecha
En cuanto al aceite de oliva, las principales exportaciones son a la Unión Europea y a Estados Unidos. “Generalmente lo hacemos a granel, no fraccionado, y ahí hay otro tema; tenemos altos costos de envases. Hay prácticamente un oligopolio de envases a nivel nacional y se hace muy difícil importarlos desde afuera”, declaró el empresario riojano.
En cuanto a los volúmenes de exportación, Hilal explicó que, “comparado con los de otros productos como la carne o el trigo, en este caso el país no supera los 300 o 400 millones de dólares entre aceituna y aceite de oliva. Por eso, la idea es intensificarlo y evitar que no se nos caigan operadores”.