En las 400 hectáreas de producción íntegramente agroecológica que trabajan Marco van Strien y su esposa, Margarita Tourn, muy cerca del mar en Claromecó, hay unas 30 que, en cada campaña fina, se reservan a la cebada cervecera.
En los más de 15 años que transcurrieron desde que mutaron su forma de producir, probablemente ambos hayan tenido muchos hitos de los que enorgullecerse, pero haber podido sellar un acuerdo particular con la principal empresa productora de cerveza a nivel nacional seguramente sea uno de sus mayores anhelos que cumplieron.
“La cebada regenerativa es el primer producto que como productores agroecológicos de esta zona, logramos que tenga una venta diferenciada”, explicó Marco, que dialogó con Bichos de Campo sobre el modo en que, junto a otros 20 colegas de esas latitudes, abastecen con sus granos al amplio circuito de la producción maltera y cervecera nacional.
Su cebada “sustentable” encontró un mercado “espumoso” con el lanzamiento de la línea 27 Easy, una de las marcas que impulsó Quilmes en 2022 en tándem con el ex Soda Estéreo Charly Alberti. La propuesta estaba centrada en la agricultura regenerativa, que de hecho ya ejercían muchos productores del sur bonaerense con los que la cervecería y maltería entabló un vínculo comercial desde entonces.
“Cuando un equipo de agrónomos de la firma propuso avanzar con una producción diferenciada, nosotros ya estábamos trabajando en dos grupos de Cambio Rural, que se mantienen aún hoy a pesar de que se disolvió el programa”, explicó van Strien.
Fue así como se incorporaron a un circuito que los precedía pero del que, hasta el momento, eran ajenos: sembrar las variedades que les venía Quilmes a cambio de que luego la empresa comprara su producción. En su caso, con un diferencial, en reconocimiento del valor agregado que tiene la producción sustentable.
A 6 años de haberse inserto en ese compromiso comercial, junto a otros productores de San Cayetano, Dorrego y Tres Arroyos, Marco celebra que los “fortalece mucho”, al darles garantía de compra de su producción y, un aspecto no menor, a un precio diferencial que contempla el trabajo de la tierra libre de herbicidas, fertilizantes químicos y otros insumos “o amigables” con el medioambiente.
Por eso, señala que hay detrás “un acuerdo tácito” que todos los productores agroecológicos sostienen para que los sigan eligiendo. “Por una cuestión de ética y compromiso, siempre buscamos el mejor lote para la cebada de este acuerdo, así logramos la mejor calidad posible”, explicó.

En su caso, siembran la variedad Montoya, la misma que se entrega para la producción convencional. Una vez cosechada, antes de ser procesada de forma diferenciada, atraviesa por los mismos controles de calidad que se le hacen a todos los granos cuando llegan al acopio: a través del calado y posterior análisis se determina el calibre, la cantidad de proteína y el llenado, indicadores de la calidad.
Ese es el momento exacto en que Marco y Margarita saben a ciencia cierta que su largo trabajo tuvo buenos frutos, un aspecto que, asegura el productor, se ha mantenido invariable durante las últimas campañas. “Estamos alcanzando rendimientos y calidades muy interesantes, casi comparables a la agricultura convencional y mucho más estables. Estamos muy orgullosos por lo que alcanzamos”, celebró.
Pero la producción agroecológica exige siempre estar un paso adelante, y no dejar de probar y estudiar. Él mismo es un entusiasta de las mediciones del suelo y de la experimentación, lo que considera que es el único camino para llegar a las pautas de manejo adecuadas.

Al día de hoy, por ejemplo, ya saben a ciencia cierta que “para lograr un lote de cebada agroecológica hay que trabajar mínimo dos años previos para tener un cultivo de calidad aceptable”. Eso implica un proceso previo de rotación, con pasturas, servicio o verdeos que permitan alcanzar un perfil de nutrientes lo suficientemente adecuado para producir luego sin agroquímicos.
“Cuando empezamos ni nos imaginábamos todo lo que necesitábamos para obtener una producción saludable. Fue una búsqueda permanente de mucho tiempo, unos 15 años de ir probando, evaluando y viendo qué es lo que funciona y lo que no”, destacó Marco, que igual considera que es un camino que nunca se deja de recorrer. Y es ahí, precisamente, donde radica el disfrute.
“Sabemos bien qué cosas no hay que hacer. Ahora, ¿qué hay que hacer? Bueno, cada día aprendemos algo nuevo”, concluyó el productor, confirmando que ese viraje dado hace ya varios años es hoy uno de sus mayores orgullos.





