Este año fue malo para los precios del ganado con destino a la faena. Los valores en el Mercado de Cañuelas recién reaccionaron y levemente a inicios de este mes. La suba fue de 10%, pero cabe destacar que los precios estaban estancados desde marzo.
Las cotizaciones del ganado vacuno perdieron fuertemente en términos nominales y reales contra la inflación y eso explica las pérdidas que los feedloteros estiman en este ciclo de engorde 130.000 pesos por animal.
Por eso los operadores del negocio hablan de la necesidad de que los precios se recompongan. Se refieren no sólo a los de la hacienda sino también a los de la carne vacuna, que el mes pasado subieron 2,1% contra una inflación promedio de 2,7%. Además en el último año la inflación nacional fue de 190% y la carne vacuna aumentó 140%.
Esto se da en un contexto de fuerte suba de costos en todos los eslabones. El retraso cambiario encarece todo en dólares pero también cabe señalar que en las industrias se encareció la energía (electricidad, gas y combustibles), los salarios, que los feedlots tienen un diferencial de compra venta muy negativo, que los recriadores no tuvieron pasto, y que los criadores ven como su renta se ajusta cada mes a pesar de los buenos precios de los terneros y vacas.
En este contexto, el consumo de carne vacuna no da muestras de reacción y lo que llama la atención es como el argentino medio está prefiriendo la ingesta de carne de pollos.
Según los datos oficiales, el consumo de carne de pollos es de 48 kilos anuales por habitante y de acuerdo con la medición de precios que hace el IPCVA la relación asado-pollo es de 2,9 a 1, cuando llegó a ser en algunas épocas de 3,5 a 1. Es decir, que con 1 kilo de asado se compraban 3 y medio de pollo. Ahora se compra menos.
Esa forma de medir la relación entre las carnes es añeja e incorrecta, ya que el sector avícola se empeñó en mejorar el sistema comercial y el pollo entero representa cada vez una parte menos de los ingresos, al tiempo que creció la colocación de cortes, es decir pechugas, alas y pata-muslo.
En efecto, en muchos supermercados las góndolas están cargadas de partes envasadas al vacío, mientras que el pollo entero ocupa un espacio menor y se vende mayormente congelado.
Si uno considera el valor de la pechuga de pollo, que en los comercio de Ciudad de Buenos Aires se vende a 9.000 pesos por kilo (en algunas cadenas de supermercados y de carnicerías está más caras aún), su precio empata y hasta supera el precio de algunos cortes vacunos.
Los datos oficiales confirman esto: en su último informe el INDEC dijo que el kilo de nalga promedió los 9.300 pesos, el cuadril los 8.900 y la paleta los 7.500 pesos.
Pero eso no es todo, el consumo de carne de pollos -que representó varios atrás apenas el 25% del de carne vacuna- ahora lo supera aunque por poco.
El promedio es de 45 kilos per cápita, de acuerdo a lo que indica la Secretaria de Agricultura, pero los empresarios de CEPA dicen que llega a los 48 kilos, en tanto que el consumo de carne vacuna es de 46 kilos anuales por habitante.