En su habitual informe para difundir un índice que marca trimestralmente el nivel de presión fiscal que soporta la actividad agrícola, la Fundación para el Desarrollo Agropecuario Argentino (FADA) no aportó mayores novedades: el Estado sigue apropiándose de la mayor parte de la renta agrícola.
“De cada 100 pesos de renta (valor de la producción menos costos) que genera una hectárea agrícola, 62,6 pesos es lo que representan los distintos impuestos nacionales, provinciales y municipales”, sintetiza este informe. No hay grandes novedades, salvo un movimiento que incrementó la presión fiscal, en 3,4 puntos porcentuales, respecto de diciembre pasado.
“Esto se explica por varios factores: aumentos de impuestos fijos municipales y provinciales; suba de costos en pesos y en dólares de labores y fletes; incrementos de precios de fertilizantes; baja del precio disponible del trigo; y reducción de los rindes estimados por efecto de la sequía”, explica David Miazzo, el economista jefe de FADA.
Pero la Fundación con sede en Río Cuarto, Córdoba, sí aporta un análisis novedoso en términos del impacto que tiene el tipo de cambio sobre la actividad y, en consecuencia, cómo se ve afectada por la brecha cambiaria, que surge de la diferencia entre el dólar oficial y el dólar accesible para el grueso de los compradores.
Según este análisis, en los últimos 12 meses el incremento nominal del tipo de cambio oficial fue del 43%, pasando de 63,77 pesos por dólar a 91,13 pesos. En los últimos 3 meses, se incrementó un 12%, o sea que cedió. Pero en términos de tipo de cambio real multilateral, desde marzo de 2020 este indicador mejoró 7,8%.
“Medido a precios de marzo de 2021, el tipo de cambio de marzo de 2020 era el equivalente actual de 84,55 pesos, mientras que, con el mismo cálculo, en marzo de 2019 fue de 89,42 pesos”, precisó la Fundación.
Para FADA, este dato es clave para ver la marcha del negocio, ya que una buena porción de los costos de producir granos están directamente dolarizados. No es tan cierto aquello de que los productores cobran en dólares algo que producen en pesos, como se suele escuchar.
Si se analiza la estructura de costos de los cultivos, afirma FADA, se puede identificar que un 51% de los costos de una hectárea de soja están estrictamente dolarizados mientras que el restante 49% están pesificados. Esto por la nominación en cada factura. Pero si además se considera el costo de la tierra dentro del esquema de costos, los costos dolarizados en una hectárea de soja pasan a representar el 64%.
En el caso del maíz, como los fertilizantes y semillas tienen más peso que en el caso de la soja, los costos dolarizados ascienden al 57% de la estructura, mientras que los pesificados alcanzan el 43%. Si se considera el costo de la tierra, el peso de los costos dolarizados asciende al 65%.
De allí que para los productores la evolución del dólar resulte no solo clave para definir sus ingresos sino también sus costos. “Que el tipo de cambio nominal no se atrase respecto a la inflación es importante en actividades exportadoras porque proteger la competitividad cambiaria, aunque en contextos de brecha cambiaria estos análisis de tipo de cambio real multilateral pierden algo de vigencia”, aclaró FADA.
El estudio aclaró que el componente en pesos de producir una hectárea con estos cultivos “también suele tener una alta relación con el dólar por dos motivos: la rápida transmisión de la devaluación a los precios que hay en una economía inflacionaria como la argentina; y porque dentro de los costos pesificados está, por ejemplo, el flete cuyos costos dependen en gran medida del precio del combustible y este está ligado directamente al precio del petróleo y del dólar. Lo mismo con las labores. Además de que el valor de los camiones y maquinaria también guarda correlación con el tipo de cambio”