Aunque no tiene el árbol navideño cubierto de nieve, ni los paisajes festivos más pintorescos para las fiestas, el Hemisferio Sur ha adoptado -y adaptado- muchas de las costumbres que se gestaron en otras latitudes, pensadas para el frío de los últimos meses del año, que aquí se viven con un calor agobiante.
No se cantan villancicos con guantes y gorro de lana, y en vez de la estufa a leña se prende el aire acondicionado o se saca la mesa al patio. Pero si hay un factor que se mantiene invariable en la festividad local es la gastronomía: se suelen comer platos muy cargados en calorías, que pueden ser no tan adecuados para el verano pero no son por eso menos sabrosos.
Un ejemplo muy concreto es el de las confituras que acompañan al brindis de medianoche y se consumen varios días antes y posteriores a navidad o año nuevo. Incluso, de la mano de las grandes marcas, los últimos años es cada vez más común verlas en las alacenas todo el año, más aún en los meses más fríos, para los que fueron originalmente concebidas.

Mucho antes de que se popularizara el consumo de las confituras fuera de las épocas festivas, la firma juninense Abuelo Pampa había encontrado el modo de sobrevivir a la estacionalidad: fabricar el maní con chocolate que acompañaba a las salidas sociales del siglo pasado.
Para quienes sean de la zona, o hayan visitado alguna vez al histórico Cine San Carlos de Junín, probablemente la caja de maní con chocolate de esta empresa familiar les resulte conocida. Es que esa gran sala inaugurada en 1946, de 1800 butacas y estética similar al Gran Rex, era de visita obligada para ver lo último que se estrenaba en la pantalla grande y, ya después de los 2000, obras de teatro y shows de artistas de primera línea.
Por allí han pasado Julio Bocca, Mercedes Sosa, Luis Alberto Spinetta, Ricky Martin y hasta el propio Sandro, que guardó siempre un particular afecto por ese teatro y por la ciudad del noroeste bonaerense. En cada evento, la confitura de Abuelo Pampa era un clásico.
Este año, tras una década y media con sus puertas cerradas, esa histórica institución reabrió sus puertas y, para honrar su historia, volvió a vender la tradicional caja de maní de chocolate, un producto que ya ha quedado grabado en la historia y los paladares juninenses.
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La historia de esa empresa familiar se remonta a 1989, cuando los padres de Violeta y Javier Pamparana empezaron a fabricar ese producto junto a las clásicas garrapiñadas y el azúcar impalpable. “Empezaron con 3 productos y hoy comercializamos 45”, relata una de las herederas.
Si tiene que ubicarlo en la línea temporal, Violeta asegura que el “boom” de su negocio se produjo hace aproximadamente 10 años cuando, a propósito de los nuevos hábitos de consumo, dejaron de vender solamente a granel -en dietéticas y chocolaterías- e incursionaron en nuevos empaques y presentaciones que permitieran ofrecer sus productos como cualquier otra golosina.
“Buscamos que se consuman confituras todo el año”, explicó Pamparana. Por eso usan doy packs, cajas y bandejas, que permiten conservar en buen estado el producto y a la vez hacerlo accesible para las compras cotidianas.
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Que sean un clásico local no significa que no hayan encontrado la forma de escapar a lo típico. Su hermano, por ejemplo, fue quien gestó la idea de elaborar garrapiñadas bañadas en chocolate, o hacer lo mismo con las clásicas “almohaditas” sabor limón.
La oferta se completa también con opciones más saludables, como los mix de frutos secos, tradicionales o premium, que compran de forma directa a productores de cuyo y los someten a un leve tueste “para que sea más crujiente y que tenga un sabor diferente al resto de los mix que conseguís en el mercado”, aseguró Violeta.
Sin embargo, si de suministros se trata, la clave está en Córdoba, porque allí compran el maní para fabricar el producto estrella que ahora vuelve a venderse en los espectáculos artísticos. “No siempre son los mismos proveedores. Tenemos un amplio abanico porque queremos buscar siempre la mejor calidad”, explicó la dueña de la empresa familiar, que ha cambiado de nombre, de imagen y de mercado, pero nunca se alejó de su adn, aquel que lo fijó en el imaginario colectivo de toda una ciudad.





