El “loco” Jorge Arbeleche ataca de nuevo. Como le expliqué a él mismo, le llamo “loco” en los títulos con respeto. Primero porque creo que está muy bien poseer una locura sana que busque modificar las cosas (a mi mismo, alguna vez, me bautizaron “Locongoni” por mi periodismo tan frontal). Y segundo, porque el propio Arbeleche se autodenominó así en la primera entrevista que hicimos unos meses atrás en Bichos de Campo.
“Me decían el reloco Arbeleche, porque hacía cosas que nadie hacía”, indicó entonces, rememorando aquellos días en que era productor en un campo de Pergamino y aplicaba para producir allí una fórmula tan secreta como la de la Coca Cola.
Ver: Jorge Arbeleche: “Me decían el reloco, porque hacía cosas que nadie hacía”
Arbeleche llegó hasta mi por insistente, con el argumento de que sería yo el único periodista agropecuario capaz de prestarle atención a su historia y a sus propuestas para corregir los desvíos de una agricultura moderna que, según él, está llevando a la Humanidad hacia un callejón sin salida. Al parecer no se equivocó, porque finalmente publiqué su historia y lo hice conocido para alguna poca gente, la que sigue este sitio y nuestros programas. Pero no fueron sus adulaciones hacia mi las que me convencieron de hacerlo sino su profunda convicción acerca de que su historia merecía tener difusión. Tras ese encuentro y muchas llamadas, me quedó claro que para él era cosa de vida o muerte. Y esas son las historias que realmente valen la pena.
¿Tiene sustento Arbeleche? ¿Es un fabulador o un genio que todavía no descubrimos? ¿De qué le sirve proponer nuevas formas de producción agrícola si al mismo tiempo parece dispuestos a pelearse con toda la comunidad de ingenieros agrónomos y productores? Confieso que son preguntas que me hice, que me hago y seguramente me haga mañana también. No conozco las respuestas.
Pero como me sucedió a mi, que mantengo la intriga y el margen de duda, luego de la primera entrevista mucha gente me pidió los datos para tomar contacto con Arbeleche, tan intrigados como yo, interesados en conocer el final de esta historia. Ese dato me llamó mucho la atención.
Luego de aquella primera entrevista, Arbeleche insistió en que deberíamos ampliarla, porque nunca había llegado a contarme correctamente el nudo de su propuesta para cambiar la agricultura moderna basada en los agroquímicos y las semillas transgénicas. Nunca, en rigor, me había contado la fórmula secreta de la Coca Cola. Yo le contra-oferté que sea él mismo el que grabe un video casero explicando el meollo de la cuestión. “Si me lo manda, yo lo publico”, le prometí. Es lo que hago a continuación:
¿Qué dice Arbeleche en esta nueva entrega?
- Básicamente aclara que el sistema productivo que propone “está basado en el no uso de ningún tipo de agroquímico, sean pesticidas, herbicidas o fertilizantes, ni ninguna de estas semillas monstruosas que tienen los venenos habidos y por haber adentro”.
- Añade que el debate actual entre agricultura en Siembra Directa o agricultura orgánica está mal planteado, porque en ambos casos “en esencia son iguales, ya que el criterio productivo es el desplazamiento de la naturaleza”, ya sea por medios químicos o por medios mecánicos.
- “La naturaleza jamás deja espacios vacíos sin cubrir, y el hombre en su arrogancia lo que hace es agredir a la naturaleza, desplazándola”, afirma.
- Agrega que “ese desplazamiento de la naturaleza origina una enorme cantidad de malezas, insectos, enfermedades, y la necesidad de utilizar una enorme cantidad de fertilizantes”.
- Lo que propone es “utilizar a la naturaleza como centro fundamental de la producción”, utilizando la “agricultura fotosintética” y la “agricultura selvática” (dos conceptos que desarrolló en dos libros con esos mismos títulos) como herramientas.
- “Hoy hay gente de Aapresid que copian algo de lo que estoy haciendo. Los que hacen agricultura orgánica también lo hacen, lo mismo que los de la agro-ecología y los de la agricultura regenerativa. Pero lamentablemente todo es una situación muy fría, porque a todos lo que le falta es el amor por el suelo, por los microorganismos del suelo, por la naturaleza y en definitiva el amor por nosotros mismos”, se pelea.
Confieso que sigo sin encontrar la fórmula secreta aunque esa debería ser una tarea de los agrónomos y de los expertos más que de los periodistas. Los periodistas sí estamos obligados a contar las historias que parecen importantes, cosa de vida o muerte, pero no para nosotros sino para sus protagonistas. Es lo que hago de nuevo con el “loco” Arbeleche. Y lo haría por todos los que muestren pasión por lo que hacen.