La de Frederic Boulay es rica historia de vida y producción a pequeña escala. Boulay es un francés que se instaló en 2009 junto a su familia en Misiones, con chacras en las localidades de Santa Ana y Oberá. Primero comenzó con el maracuyá, pero tiempo después incorporó un cultivo prácticamente desconocido en el país: el kiwano.
También llamado pepino cornudo o melón africano, el kiwano es una verdadera rareza en el reino de las frutas que estamos acostumbrados a observar. Su sabor es raro de describir, pero varía entre ácido y dulce, y no deja de constituir un refresco veraniego ya que como buen melón está compuesto por agua casi en su totalidad.
El kiwano no tiene nada que ver con el kiwi. Proviene en sus orígenes del desierto de Kalahari, en África, y pertenece a la familia de las cucurbitáceas. Pero la similitud entre ambos nombres proviene de la marca comercial que le dieron los neozelandeses, quienes iniciaron en 1981 las primeras plantaciones y se convirtieron así en los principales productores de kiwano del mundo. En Argentina, y bajo la marca “La Bergerie”, Boulay es el único que compró esa licencia comercial por 10 años.
“Producir alimentos es para nosotros una gran alegría. En 2010 comenzamos a experimentar con el mamón, pero luego de tres años notamos que no nos daba resultados buenos. Allí buscamos otras alternativas, y por recomendación de un agrónomo del INTA, comenzamos a producir maracuyá en nuestras dos chacras, con la cual elaboramos también mermeladas, y sumamos la producción del kiwano, una fruta con la que trabajamos desde hace ya dos años y encontramos todas las condiciones en Misiones para desarrollarlo”, describió Boulay a Bichos de Campo.
Con respecto a la forma de trabajar en Misiones, Boulay señaló que “nos inspiramos en la forma de producir en Ecuador o Perú, y tuvimos la suerte de instalar riego por goteo al pie de las plantas”. No obstante, el productor advirtió que “es un mercado muy fluctuante, sobretodo el maracuyá, porque si vienen importaciones desde Brasil baja el precio de la fruta”.
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Al igual que el maracuyá, que les costó un año de trabajo pedagógico, adaptarse al kiwano también les llevó tiempo. Debieron diseñar estrategias de promoción para ubicarlo en el colectivo de la sociedad misionera sobre todo, y expandir sus mercados también más allá. “Es una fruta que venimos investigando mucho. Logramos conseguir semillas que pudimos comprar por Internet y durante dos cosechas multiplicamos esas semillas para alcanzar una escala interesante de venta, más que nada en verduleras, zonas francas y en el mercado concentrador de Posadas. Y también logramos venderlo en el Barrio Chino de Buenos Aires”, declaró Boulay.
Se trata de una planta trepadora, que se siembra cada 60 centímetros. Cada planta puede dar hasta 50 frutas y requiere de bastante agua. Lo que se debe evitar es que sufra estrés hídrico.
El kiwano, según Boulay, “no deja indiferente a nadie. Suscita mucha curiosidad porque es una fruta fantástica. Se parece mas a un erizo que a una fruta. Cuando está madura es naranja. Por dentro está más cerca del pepino, y tiene sabor a banana. Contiene buena dosis de magnesio, potasio, calcio, zinc, hierro y vitaminas. Sus semillas están lubricadas en Omega 6. Es una bomba de minerales”.
Ahora en el invierno, Boulay explicó que están probando cultivarlo en invernáculos. “Estamos en un baja de producción por ser invierno. Pero a partir de octubre se lo podrá encontrar” de nuevo en el mercado porteño.