En 2020, por algún motivo que por entonces no estaba del todo claro, China comenzó a importar cantidades ingentes tanto de materias primas agroindustriales como de alimentos. Y en simultáneo implementó un política interna de racionamiento de comida denominada “platos limpios”.
Uno de las consecuencias de ese fenómeno –completamente inesperado– fue que el gobierno chino “tiró por la ventana” las represalias comerciales que había emprendido contra las barreras arancelarias implementadas por el entonces presidente Donald Trump para transformarse en el primer cliente del sector agroindustrial de EE.UU.
Además de las importaciones tradicionales de poroto de soja, China comenzó a demandar también grandes cantidades de aceites vegetales, cereales, proteínas cárnicas, lácteos y alimentos elaborados, lo que contribuyó a incrementar de manera notable los precios internacionales de muchos productos.
A comienzos del año pasado –cuando la posibilidad de una invasión a Ucrania por parte de Rusia era un escenario inimaginable– desde Bichos de Campo señalamos que una de las hipótesis que explicaban esas acciones era que el gobierno chino se estaba preparando para “un conflicto de orden global”. Y hoy podemos decir que no nos equivocamos.
Por entonces indicábamos que ese conflicto podría consistir en una invasión de Taiwán por parte de China. Finalmente, si bien no se descarta que pueda ocurrir, eso aún no sucedió. El conflicto se presentó en la zona del Mar Negro para generar una importante desestabilización del sistema productivo y logístico agroindustrial.
El conflicto ruso-ucraniano no sólo interrumpió los suministros de uno de los países clave de entramado agroindustrial, sino que además comprometió la producción mundial de la próxima campaña de cereales al encarecer por demás el valor de los fertilizantes y, en algunos casos, directamente dificultar el acceso a los mismos.
Hoy podemos decir que, de alguna manera, el gobierno chino sabía lo que estaba haciendo al comprar por adelantado grandes cantidades de insumos agroindustriales para alimentar aves, porcinos y vacunos, con los cuales incrementar reservas cárnicas que, congeladas en depósitos estatales, le permiten afrontar con mayor holgura el escenario actual.
No es el caso de muchas naciones latinoamericanas, africanas y asiáticas importadoras de alimentos, que ven como los dólares se le van de las manos a una velocidad impresionante a la hora de importar bienes básicos sin los cuales la población local entra en una fase de desesperación terminal.
Por entonces las acciones emprendidas por el gobierno chino parecían no tener sentido (¿Para qué acelerar las compras y recalentar el mercado?) Ahora sabemos que estaban comprando barato frente a la escalada de precios que se presentó luego de la invasión a Ucrania.
La pregunta que queda por resolver ahora es si la actual situación se extenderá al menos por una campaña agrícola más o se trata de un escenario geopolítico que llegó para quedarse por un buen tiempo. El gobierno brasileño de Jair Bolsonaro, que está armando alianzas con las principales naciones elaboradoras de fertilizantes, ya tiene una respuesta para esa pregunta.