Eugenia Brusca se preocupó cuando vio la televisión. Hace tres años un fotógrafo retrató a un grupo de personas que protestaban con pancartas por los derechos de los animales en la puerta de La Rural, durante la tradicional exposición. El 29 de julio pasado, los noticieros actualizaron la foto: los manifestantes estaban adentro de la pista central. Eugenia entendió entonces lo rápido que escalaba este tema.
“Estamos preocupados, el avance que vemos de los veganos es muy grande”, dice Eugenia Brusca, asistente de promoción interna del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA). El veganismo busca excluir la explotación y crueldad hacia los animales en la medida en que sea posible. Dicho de esa forma, los intereses de quienes se autodefinen como veganos van en contra de aquellos perseguidos por los sectores de la industria cárnica.
Como práctica no es nueva. Mónica Cragnolini, directora de la Maestría en Estudios Interdisciplinarios de la Subjetividad de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), asegura que tiene sus inicios en la humanidad temprana y que se le daba importancia a la no ingesta cadavérica. “La popularidad de los últimos años tiene que ver con el modo en que trabajan las redes sociales”, comenta. Gracias a la difusión de imágenes por internet, el maltrato animal -y la sensibilidad ante eso- se volvió una cuestión más visible.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se estima que se consumen por año 301 millones de bovinos, 648 millones de gallinas y 1388 millones de cerdos. Eugenia en su oficina se aleja de los grandes números y se hace una pregunta más sencilla, o no tanto: ¿Qué consumen los nuevos públicos hoy?
Desde hace un tiempo el IPCVA comenzó a realizar un estudio online sobre mil casos en el cual indagan los intereses de millennials y centennials. A parte de preguntas que van desde los medios de comunicación que consumen hasta los alimentos que compran en los supermercados, se analizan sus rasgos generacionales. El primer grupo se caracteriza por vivir en el presente y ser más liberal que sus padres. El segundo grupo está orientado hacia las luchas colectivas y las reivindicaciones sociales.
“Los nuevos consumidores en este momento serían los centennials. No realizan todavía el acto de compra pero tienen cada vez más voz respecto a qué consumir y qué no”, explica Brusca. “El arma letal”, como definen a los celulares, oficia de puerta de acceso a un océano de información en tan sólo un escroleo.
“La filosofía vegana está adquiriendo mucha adhesión porque tiene una muy aceitada política de comunicación”, afirma Jorge Torelli, vicepresidente del IPCVA. Las mediciones del instituto, que hasta hace tres años contemplaban un 3% de veganos en la Argentina, hoy arriban al 14%. La cadena de producción cárnica busca entonces entender cómo quiere ese consumidor que se le venda la carne. Para Torelli la batalla discursiva no está perdida, si no que se debe crear un discurso que muestre las ventajas científicas del consumo de este producto como por ejemplo, la importancia de su ingesta para el desarrollo cerebral en los primeros dos años de vida. “No es necesaria una estrategia de ataque, yo creo en la libre elección”.
El veganismo construye su discurso principalmente en torno a dos argumentos: el maltrato animal y el cambio climático. Aquello que para los militantes de esta filosofía son verdades incuestionables, para el sector productivo de la carne es muchas veces mera falta de información y de educación.
En materia de bienestar animal, el veterinario Mario Sirven considera que es posible llegar a una conciliación con los veganos a partir de la implementación de métodos que hacen al buen trato animal. Los análisis sobre comportamiento animal demostraron que la agresión afecta su rendimiento y que las medidas rudimentarias empleadas en el campo ya son las menos. El uso de perros, palos y picanas fue reemplazado por el de banderas, sonidos y mejoras en los corrales. “En Argentina existe un mercado negro muy grande de carne bovina. La crueldad y explotación animal debe ser castigada”, afirma.
Por su parte Daniel Urcia, presidente de la Federación de Industrias Frigoríficas Regionales Argentinas (FIFRA), agrega que a diferencia de lo que se dice sobre cría de animales en confinamiento, en Argentina (alejado de los métodos usados en Estados Unidos y Europa) se realiza a campo abierto y a pastoreo. Los períodos en feedlots (corrales de engorde) no pueden pasar de los 120 días. “Nosotros los entendemos y respetamos. No los agredimos por no querer consumir nuestro producto”, reflexiona.
En torno al impacto ambiental, se han librado muchos debates en el último tiempo. La crítica central tiene que ver con la eliminación de gases de efecto invernadero (por ejemplo el gas metano), relacionados con la producción de carne, a la atmósfera. Desde el IPCVA se considera que el cálculo de la participación de la ganadería en el cambio climática está sobreestimado y que los últimos informes de la FAO no fueron concluyentes.
Según el Inventario de Gases de Efecto Invernadero (GEI) de Argentina, el 20.3% de las emisiones del país pertenece al sector de agricultura, ganadería y silvicultura. A nivel mundial, las emisiones de Argentina representan sólo el 0.76% según la consultora global WRI. El número es aún menor según las estadísticas de la FAO: tan sólo el 0.6%. Gracias al sistema de producción a pastoreo, Argentina puede ser carbono neutro o positivo a diferencia del hemisferio Norte. “Existe un balance, producimos gases pero también los absorbemos”, explica Brusca.
Los datos expuestos son los que la industria cárnica usa de cimiento para su estrategia de comunicación y promoción. Junto a eso, se intenta remarcar la importancia de la carne en una dieta balanceada, fundamental en los primeros dos años de vida, y parte importante del equilibrio productivo a nivel mundial. “La FAO recomienda comer 400 gramos de frutas y verduras. Si todo el mundo decide consumir esa cantidad no hay sistema que lo acapare”, sentencia Brusca.
La preocupación impulsó entonces la acción. Educar e informar al consumidor resulta ser la estrategia en la batalla contra ese a quien no se quiere enfrentar. Y a pesar de lo que algunos sectores opinan, la batalla discursiva para ellos no está perdida, si no que recién comienza.
Escribanme que soy vegana y esto esta TODO MAL. Es mentira que se necesita la carne y lo dijo hasta la OMS y muchisimos organismos prestigiosos del mundo. Tengo data, tenemos data, no somos pelotudos, por eso elegimos no dañar si es innecesario. No nos pueden engañar, qué es eso de bienestar cuando matás a un animal? Hay forma decente de matar a alguien innecesariamente?
Todos los argumentos de la industria cárnica NO TIENEN VALIDEZ. Responden sólo a su interés económico, se sigue hablando de la carne como “producto”.
No existen alimentos indispensables, si nutrientes. Que pueden ser cubiertos perfectamente con una dieta vegana en cualquier etapa de la vida
Indignante leer todas estas MENTIRAS…no existe la manera para suavizar todo lo que hacen estas personas, solamente piensan en sus bolsillos.
Estamos en una nueva etapa donde por suerte se puede acceder a información… que claramente los perjudica.
El humano es naturalmente herbívoro (Vegetariano). Su anatomía y su fisiología son similares a las de los animales herbívoros, no carnivoros ni omnívoros. El veganismo como base científica no es correcto, el humano sí está capacitado y necesita de lácteos, pero sí es válida la posición de los veganos cuando argumentan que las vacas lecheras terminarán en el matadero.
Se avanza en la producción de carnes de laboratorio que en pocos años irrumpirá el negocio del ganado e incluso de la pesca. También se avanza con desarrollo de leche biosintética, así como “carne vegetal”. La produccion de carne de animales vivos irá desapareciendo, y como pronosticó P.R.Sarkar hace más de 50 años, que dijo que con el desarrollo de alimentos de laboratorio las vacas, cerdos, y demás animales para consumo humano serán vistos en los zoológicos.