Tal como prometió esta semana y como confirmará este sábado en el acto inaugural de la Rural de Palermo, el presidente Mauricio Macri firmó un decreto devolviendo el rango ministerial al sector de gobierno que habitualmente se ocupa de formular la política agropecuaria. Pero este cambio, que vuelve a permitir que Luis Miguel Etchevehere se siente en las reuniones de Gabinete, no será gratuito. Agroindustria dejará de existir y la nueva Agricultura al parecer deberá ceder varias de sus funciones actuales al Ministerio de Producción y Trabajo, que conduce Dante Sica.
El Decreto 532, publicado en el Boletín Oficial, dispone la creación de un nuevo “Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca”. Esto implica la desaparición de la definición de “Agroindustria” del organigrama oficial. Esa definición invitaba a formular la política pública tomando en cuenta el concepto de cadenas agroalimentarias. Eso ya fue. Para el gobierno del PRO, ahora las competencias de este área deberán llegan solamente hasta “la primera transformación”.
El concepto de “primera transformación” es uno de los que se utilizó para definir los alcances de las competencias que tendrá la nueva cartera ministerial. Este área en los hechos dejará de depender de Sica, como sucedía desde septiembre de 2018, fecha de la anterior modificación. Se presupone que el flamante Ministerio tendrá ahora injerencia para definir las políticas para cierto producto primario (por ejemplo el trigo) y de su primera transformación (la harina), pero no así de todos los productos derivados de esta cadena alimentaria (los fideos). Lo mismo con el ganado y los frigoríficos. Con la soja y el aceite. Con la merluza y el filete.
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Esta nueva definición sobre dónde terminan las fronteras del nuevo Ministerio de Agricultura y donde arranca el reinado del Ministerio de la Producción es muy difusa y requerirá de nuevas resoluciones. Sobre todo, una que determine cómo queda configurado -con secretarías y direcciones- la nueva cartera manejada por Etchevehere, que actualmente tiene tres secretarías.
Una definición clave será ver qué sucederá con la actual Secretaría de Alimentos y Bioeconomía, a cargo de Andrés Murchison. Se supone a primera vista que la renovada Agricultura perderá parte de las funciones que hoy tiene ese área, en especial en materia de promover normas de fomento a diversas industria alimenticias.
Para poner un ejemplo concreto, esta semana de ese área surgió un Protocolo de Calidad para el Alfajor. Se supone que a partir de ahora, como se trata de un alimento que excede la primera transofrmación, esa debería ser una tarea del Ministerio de Producción.
Hay algo muy claro: La figura de la “primera transformación” elegida por Macri y sus ministros liquida el concepto de que la política pública debía manejarse bajo el criterio de “cadenas agroalimentarias”, tomando cada una de las actividades productivas desde el principio hasta el final. Ese concepto había nacido en tiempos de Cristina Kirchner, a fines de 2009, cuando se creó el ahora extinto “Ministerio de Agroindustria”. Esa palabra se erradicó ahora del diccionario estatal.
Pero entonces… ¿Quién convocará ahora a las Mesas de Competitividad con las que tanto alardean Macri y sus funcionarios? ¿Será Agricultuira o será Producción? Se supone que allí están sentados “todos los sectores” involucrados en una cadena productiva, más allá de los involucrados hasta la primera transformación.
¿Qué funciones mantendrá Etchevehere y cuáles pasarán al área de Sica? En principio no parece que vaya a haber grandes cambios más allá de los que puedan suceder con la actual Dirección Nacional de Alimentos, un área bastante productiva a cargo de Mercedes Nimo, una funcionaria de carrera. Allí sí habría que barajar y dar de nuevo. Hay que esperar a ver la letra chica de este anuncio.
Lo que parece quedar muy claro es que la persistencia de este gris en la definición de las funciones de cada área de gobierno, que el decreto de Macri trata de disimular apelando a “la primera transformación”, no cierra un capítulo. Lejos de lo que se puede suponer, la disputa interna entre Etchevehere y el ministro de Producción, Dante Sica, no acaba con esta decisión sino que recrudecerá en cada ocasión en que se requieren definiciones sobre algunas actividades agroalimentarias.
Vamos a poner un ejemplo. Como contó Bichos de Campo esta semana, en este momento la poderosa industria aceitera nucleada en Ciara-CEC está reclamando una suba o corrección de las retenciones a la semilla de girasol. La baja de ese tributo de 4 a 3 pesos por dólar se anunció hace un mes, y había sido promovida por Etchevehere para favorecer a los productores de girasol. Pero la decisión afecta la estructura de costos de los fabricantes del aceite de girasol, que ya embotellado es el más consumido en el mercado local.
¿A quién le corresponde definir el final de esta película? ¿A Sica o a Etchevehere? En todo caso, vale como ejemplo para saber que los lobbistas de muchas industrias alimenticias se frotan las manos ante la posibilidad de que el Estado habilite varias instancias para negociar ante este tipo de situaciones.