“Somos una familia grande y en la chacra participamos todos: mis padres, mi hermano con su familia y yo con mi familia. Cada uno desarrolla la actividad que más le gusta. Compramos la chacra hace 8 años, desde el inicio con la visión del turismo”, describe Joaquín Parra de la chacra El Pehuenche ubicada en Villarino a 5 kilómetros de Pedro Luro, en Buenos Aires.
En las 100 hectáreas del establecimiento producen vacas, ovejas, apicultura, pollos parrilleros, gallinas ponedoras, tienen una huerta agroecológica y están iniciándose en forestación con sistemas silvopastoriles, probando con acacia blanca, álamos y sauces, todo con una visión holística. Pertenecen al Grupo de Turismo Rural Aguas Turísticas de Villarino, de Cambio Rural, e integran la Red de Turismo Rural centro sur de la provincia de Buenos Aires.
“Hace 18 años que con mi hermano somos apicultores y tenemos una mirada conservacionista del ambiente. Al estudiar agronomía nos dimos cuenta del gran problema que tenemos con la enseñanza de las universidades y entendimos que si queremos generar un cambio, nosotros tenemos que mostrar que las cosas se pueden hacer de otra manera, y que es rentable y posible producir en armonía con el ambiente”, cuenta Joaquín.
La propuesta de turismo consiste en ofrecer una recorrida técnica donde explican las producciones que realizan y cómo tienen un impacto positivo en el ambiente. Luego se realiza la degustación de productos propios o de chacras vecinas y con una característica particular y bien definida: siempre haciendo hincapié en la educación ambiental.
“Nuestra propia casa está hecha de barro y con permacultura, y esto también tiene que ver con el ambiente, con vivir relacionado a la naturaleza. Vimos videos de permacultura, averiguamos, fuimos a El Bolsón a hacer cursos y luego la construimos con el sistema de mingas, que implica una tarea colectiva. La idea es que siempre sea todo abierto para compartir y que mucha gente pueda hacer las casas de esta forma, que es una gran solución habitacional”, reflexiona Joaquín.
Los materiales que usaron fueron arcilla, paja y arena, en distintas proporciones según la parte a construir, y destaca que todos los años a mediados de agosto apagan la estufa porque ya no hace falta debido a que la casa está diseñada para no requerir climatización más que la justa, lo cual es un gran aporte al ambiente.
“Esta idea de trabajo colectivo también tiene que ver con habernos sumado a un grupo de turismo rural: pertenecer a una red nos dio un panorama más amplio de lo que es el turista porque uno puede ofrecer intuitivamente, pero nuestra asesora nos guio y aprendimos, abrimos la mente para ver qué tipo de turista viene y qué necesita; también aprendimos mucho con los colegas, al ver qué ofrecen y cómo nos complementamos”, destaca.
Ahora en la chacra están retomando el turismo y pensando cómo se van a reestructurar porque tienen ganas de incursionar en la gastronomía, siempre con un menú ´kilómetro cero´ respetuoso de la naturaleza y con una idea de conciencia ambiental. “Todo lo que hacemos lo queremos visibilizar para demostrar que se puede vivir y producir de otra manera y ahí el turismo tiene mucho que ver; ese es el sentido de tener las tranqueras abiertas”, resume.
Joaquín cuenta que el mayor elogio que recibieron fue cuando una persona vegana, luego de la visita turística, les dijo que si volviera a comer carne sería la de su chacra. También destaca que promueven el bienestar animal a toda escala: pollos que ven la luz del sol, escarban en la tierra, “andan por ahí”, están siempre en pasto fresco y a la noche se van a dormir; vacas con alimentación 100% a pasto con planificación del pastoreo, estado nutricional y descanso de los pastos.
“Acá los animales tienen un impacto positivo en el ambiente; al gallinero móvil lo vamos rotando por distintos sectores para aprovechar el guano como fertilizante”, agrega.
“Para la huerta hacemos compost y abono con las excretas de los animales y aplicaciones foliares a base de plantas. No es necesario usar elementos de síntesis para producir verdura de calidad y vendemos directo al consumidor, que se beneficia porque paga lo mismo, pero por un producto mejor”.
“Se insiste en el uso de agroquímicos, en maltratar el suelo… se lo ve como un lugar para sólo mantener la semilla, no se piensa en la naturaleza ni en los pueblos. Hay muchas chacras abandonadas porque se piensa en economía de escala como la única opción. Nuestra idea es tener una economía diversificada porque queremos que haya familias en el campo haciendo algo y no solo por estar. Esta mirada también favorece el arraigo porque una vez que la gente se va ya no vuelve. Y una vez que se cierra una escuela rural no se vuelve a abrir”.
-¿Qué les dicen vecinos y conocidos cuando usted manifiesta y muestra su visión y forma de producir?
-Nos dicen “qué bueno”, “qué interesante”, pero nunca vienen a visitar el campo para ver los resultados, ni indagan en especificaciones técnicas, ni preguntan concretamente cómo lo hacemos.
-¿Y por qué no?
-Me lo he preguntado muchísimas veces. Creo que es por el miedo a lo desconocido o a que te digan algo que te haga replantearte cosas. Es como pasa con el yoga: todo el mundo sabe que es muy bueno pero son pocos los que se deciden a incursionar en eso.