Ella soñaba con abrir la ventana de su cuarto y ver nieve. Pero había nacido en Corrientes. Siguiendo ese sueño, un día agarró la mochila y se lanzó a la aventura. A dedo, varios días más tarde, llegó a Ushuaia, “un lugar con el que había soñado, y aquí me quedé”. El último capítulo de El podcast de tu vida repasa la historia de Diana Méndez, una correntina osada, que fue capitana de un barco que durante diez años cruzaba el canal de Beagle a Chile, tuvo un restaurant con su pareja, fue mamá, se separó, y en 2020 se fue a vivir sola a un lugar que eligió ella misma, donde no había nada y se construyó “el ranchito”, lugar donde vive y recibe a turistas que quieran vivir una experiencia: pescar, recolectar, cocinar y comer. Allí se dio el lujo de recibir a Leo Sbaraglia, una influencer rusa, el ganador de masterchef España, una chef francesa y otras personalidades.
La historia del último capítulo de El podcast de tu vida cuenta fragmentos de la vida de Diana Méndez, nacida en Curuzú Cuatiá en 1971. “Si pudiese hablar con mi yo de los 18-20 años le diría lo que hoy le digo a otras personas, que es muy lindo tomar los caminos menos transitados, que ahí se encuentran lindas experiencias y aprendizaje”, comparte.
Sus abuelos vivían en el campo, trabajando en el monte y la selva. Un día en 1995, cuando tenía 23 años, se calzó la mochila al hombro y, a dedo, se puso como objetivo llegar a algún lugar donde haya nieve. Así llegó a Tierra del Fuego.
En 2014, Diana había llegado a Puerto Almanza, la localidad más austral de Argentina, a 75 kilómetros de Ushuaia. Allí fundó un restaurant que luego formó parte de la Ruta de la Centolla. La propuesta era que los visitantes vivieran una experiencia: pescaban lo que luego iban a comer.
Pero en 2020, con la pandemia haciendo crujir el mundo, se separó de su compañero y, navegando por la costa, en Punta Paraná, encontró un lugar y dijo: “Acá me voy a instalar”. Ahí mismo se construyó su, como dice ella, “ranchito” de 3 metros por 6 metros y arrancó una nueva vida. Abre la puerta de su casa y ve el mar, el famoso Canal de Beagle.
¿Qué la llevó a instalarse sola en el patio del fondo del fin del mundo? ¿Cómo es vivir casi en soledad y con servicios mínimos? ¿Qué come? ¿Qué le ofrece a quienes llegan hasta su ranchito a vivir una experiencia? Está convencida de que “el poder de la naturaleza es increíble, es una gran maestra”. Pasen y lean…
-¿Qué cosas te acordás de chica, de tu infancia correntina? ¿Dónde? Con quiénes, haciendo qué…
-Los mejores recuerdos me llevan a mis abuelos. Eran los que unían a la familia, a todos los tíos y primos. Eran el eje y la base de todo el núcleo familiar. Ya sea por el lado de papá como de mi mamá, pero más que nada con los de mamá. Ellos trabajaron muchos años en el monte, para flora y fauna de la provincia de Corrientes. Cada vez que íbamos entrábamos en contacto con sus anécdotas, cuentos, historias que les pasaban en la selva y el monte. Y el rancho de los abuelos estaba llenos de animales de los que se te ocurra del norte argentino. Son los recuerdos más lindos de la niñez.
-Y si cerrás los ojos, ¿qué cosas te acordás de esa época? Olores, sabores, colores…
-Sabores la abuela hacía el queso casero. Nos enseñaron a ordeñar. Tomábamos la leche recién ordeñada. Aprendimos a hacer la manteca casera. Y con el queso después hacía unas empanadas dulces y también las empanadas con huevo de avestruz y unas tortas con huevos de avestruz. Son de las cosas que más recuerdo, talladas en mi memoria.
-Decías en una nota que siempre fuiste rebelde. ¿Qué te acordás? Supongo que esa rebeldía tuvo que ver con que bastante chica te hayas cruzado todo el país para buscar nieve… por hacer un reduccionismo de esa aventura…
-Sí, la oveja negra. Era rebelde en el sentido de no aceptar los imposibles, ni aquello que pueda coartar tu libertad, lo que sea que no te deje avanzar o ser feliz. Para eso hay que seguir adelante sin mirar algunas cosas, o sin cumplir algunas reglas preestablecidas. Si no le hago mal a alguien y siento que tengo que avanzar, avanzo.
-¿Llegaste a estudiar alguna carrera?
-Sí, no se dio porque en ese momento justo se separaron mis padres. Y después empecé a trabajar y después me vine para Tierra del Fuego y empecé la carrera en el mar. Esa fue mi profesión.
-Hace casi 30 años, en 1995, te viniste desde el norte para el sur. ¿Por qué? ¿Qué buscabas? ¿Qué te acordás de esa experiencia? Te fuiste a dedo…
-Todo a dedo. Lo que recuerdo obviamente es el deseo de hacer realidad un sueño que tenía de chica que era vivir en un lugar donde haya nieve. Correr las cortinas de mi habitación y ver blanco. Y ese era el único objetivo, no me importaba nada. Así fue que en 1995 agarré la mochila y arranqué. Llegué un primero de mayo a Tierra del Fuego, Río Grande. Y a los pocos días comenzó la nevada. Una nevada histórica y quedé varada en Río Grande hasta diciembre, cuando empezó a bajar la nieve. Ahí llegué a Ushuaia. Y dije, “ok, acá me quedo, este es el lugar con el que siempre soñé sin conocerlo y el lugar en el que quiero echar raíces.
-Decía en la introducción que fuiste capitana de barco. ¿Qué aprendiste de esos 10 años como capitana de barco, navegando por el Canal de Beagle? ¿Cómo te fue siendo mujer? Porque rompiste el molde ahí también…
-Me fue bien, una de las cosas más importantes que hice en mi vida… la más importante es mi hijo (se ríe). Después le sigue haber tomado ese camino. Porque al día de hoy creo que la naturaleza es la mejor maestra de vida que podemos llegar a tener, en contacto con el clima, en el mismo día acá podés tener las cuatro estaciones, la fauna que tenemos acá, eso es único. No hay un solo día que tu trabajo sea igual y te pone todo el tiempo a prueba, estás todo el tiempo descubriendo algo nuevo y a la vez descubriéndote vos, cómo vas enfrentando, resolviendo lo que va pasando. Estar en contacto con el poder que tiene la naturaleza. No te lo puedo explicar con palabras. Todo el tiempo te enseña lo pequeño que somos y te pone los pies sobre la tierra. Te enseña a ser humilde, a ser fuerte, valiente, la naturaleza tiene un poder increíble.
-¿Te acordás de ese momento en el que decidiste ser capitana de barco? No lo hiciste un ratito, fueron como 10 años.
-Más de 10 años estuve navegando a Puerto William y Puerto Navarino en Chile. Hacía transporte de pasajeros, era un cruce internacional. No de turismo. Y se extraña.
-¿Y te acordás de cuando empezaste a golpear puertas para arrancar? ¿Te costó? ¿Sentís que por ser mujer te costó más?
-No fue fácil. El principio fueron todos no. Después hubo una empresa pequeña, que era la que hacía los cruces a Chile y ellos no sé por qué, pero aceptaron que comience a trabajar y empecé a hacer mis primeras navegaciones con un capitán, que hoy en día tenemos una relación muy linda. Al principio fui su marinera. Con los años él fue tomando confianza y descubriendo que no estaba de paso sino para quedarme. Él había tenido otras experiencias con otras chicas y no había funcionado y eso lo había cerrado un poco, por eso estaba con pie de plomo al principio. Pero después de dos años, le dije “yo quiero seguir, aprender, no me voy a ir”. Fue a partir de ahí que tomó la relación laboral diferente.
–Contaba yo que llegaste ahí, al ranchito donde estás hoy. Agarraste el kayak y empezaste a buscar una locación para vivir. ¿Qué había cuando llegaste? ¿Qué buscabas mientras remabas?
-No había nada. Buscaba agua dulce, un curso de agua dulce porque sin eso no se puede vivir. Eso era lo más importante. Y obviamente que tenga cercanía con el mar. Sobre la playa. Mientras hacemos la nota veo el mar ahora, estoy a pocos metros del Canal de Beagle. De hecho, cuando hay viento y oleaje el espray del agua salada llega hasta las ventanas. Inicialmente fue de 3 x 6 metros. Estuve unos cuantos meses sin que casi nadie lo sepa. Vos pensá que era la pandemia, no nos podíamos andar moviendo, pero lo hice igual. Eso fue lo que me llevó a estar tanto tiempo, varios meses sin blanquear que vivía en este lugar. Pasé todo ese tiempo sin ver casi personas, sin señal, toda una experiencia.
-Sí, vos y tu alma…
-Mi alma y canela, mi gata. Las dos.
–¿Y el curso de agua dónde está?
-Es una bajada de deshielo que viene de la montaña, es un chorrito que baja todo el año y lo fuimos acomodando para que llegue hasta acá. Un pocito, después un tanque, después a otro con filtros hasta entrar al rancho. Todo eso lo fuimos haciendo de a poco.
–¿Y cómo fueron las primeras noches ahí?
-Las primeras noches fueron difíciles. Porque no conocía todos los ruidos del lugar. Era época de ballenas. Hay mucha fauna en el agua durante el invierno y hasta mitad de agosto están. Yo me vine en abril-mayo, asique imagínate. El ruido de las ballenas, los lobos, las aves, el viento, los árboles, todo era nuevo. Aparte de estar completamente sola. Porque yo venía de estar en Puerto Pirata, con mi ex marido, mi hijo, su novia, el equipo que trabajaba. Éramos 6-7 y de pronto venir y estar sola por completo, en pandemia. Además, que nadie me vea. Entonces de día no prendía la salamandra, para que no me vean por el humo.
–¿Y qué hacías? ¿Meditabas? ¿Cómo pasabas el tiempo?
-Pasa que el rancho estaba hecho, me vine cuando se colocaron el techo y las paredes. Pero no había nada más. Con lo poco que tenía iba armando adentro. Fui haciendo las primeras instalaciones de agua. Después cuando pasó el tiempo y se supo de mi existencia acá y todo cambió pude armarlo mejor. Estaba cubierto de ramas el rancho para que no me vean, paredes y techo. Tenía todo agarrado, pero se volaba entonces todos los días me subía al techo a reponer las ramas. Cortaba leña. Usaba la motosierra los días de más viento para que no se escuchara ni de la ruta, que está a 100 metros del rancho. La verdad, tenía mucho trabajo, estaba ocupada, y a la noche me dormía.
-¿Y por qué le pusiste al rancho Alma Yagán?
-El rancho se llama así porque, si algún día venís vas a poder ver, tengo una repisa pequeña con algunas piedras, puntas de arpón, huesos, que fueron vistos por especialistas del CONICET, y todos son elementos usados por los yaganes, pueblo originario de las costas del Beagle, un pueblo canoero. Es reconocer que ellos estuvieron aquí y su alma está aquí.
-En algún momento, después de los primeros meses de camuflaje, en algún momento, se empieza a conocer que estás ahí, alguien te ofrece que abras las puertas del rancho a turistas, gente que está ahí, viene una influencer rusa muy conocida, también Leo Sbaraglia. ¿Qué experiencia puede tener alguien hoy que te visite en el rancho?
-Lo más importante para mí es que si la gente llega hasta acá no sea sólo para llenarse la panza. El hecho de que haya sólo dos mesas permite que estemos en contacto con la gente y charlar todo el tiempo. De hecho, en algún momento la gente podía meterse en la cocina y hasta cocinar. Pero ya no. La idea es hacer un recorrido por productos locales, no sólo la pesca artesanal, sino del bosque hasta el fondo del mar. Contamos una historia y el visitante va probando todo lo que nos ofrece la tierra aquí y el mar. Es más, una experiencia que sentarte en un restaurant. Acá no elegís qué comer ni tomar. Es lo que cocinamos hoy, lo de temporada.
-¿Qué es lo que comés habitualmente? ¿Qué te ofrece allí la tierra y el mar?
-Todo lo que come la gente lo comemos nosotros. Todo. Hay algunas cosas como los hongos, hay una gran cantidad en el bosque, los servimos frescos, todo lo que se come es fresco. Pero los hongos, muchos los deshidratamos y los consumimos el resto del año nosotros. Los cosechamos en verano y los vamos a comer todo el invierno.
-¿Y del mar? Si tuvieses que armar tu plato preferido, ¿qué le ponés de la tierra y qué del mar?
-Es que todos son preferidos. La sopa de salicornia, que es espárrago de mar, que está en tierra, pero queda cubierta cuando sube la marea. La salicornia es fabulosa. Si venís tenés que probarla. Los hongos también. Todo es espectacular. Las algas. Ni hablar de todo lo que hay en el mar: róbalo, salmón rosado, cangrejos, erizos, pulpo, hay de todo. Y todo es rico.
-¿Y cómo es la dinámica? ¿Tenés días que salen a pescar o a buscar? O se busca cuando se termina…
-No somos de madrugar, hay días que 8-8:30. Días que se puede salir al agua a hacer recolección, a ver alguna red, ver mejillones, recolectar de bancos naturales. Depende del clima y la altura de las mareas. Los domingos no tenemos visitas, no trabajamos. Y esos días si está bueno aprovechamos a buscar algo al mar o al bosque. Recolectar hongos, de todo. Hay algunos que están cerca de la ruta, otros que están más en el bosque para un lado, otros para otro. La prioridad los días buenos la tiene la actividad en el agua.
-¿En invierno es muy riguroso?
-Acá, en la zona del bosque alrededor del rancho, el bosque cubre bastante de la nevada. Todo se congela, sí. La playa se congela, si, claro. Pero no es una gran cantidad de nieve acá. Además, el espray del mar sobre la nieve la derrite, entonces hay poca nieve. Pero subís a la ruta y sí, hay mucha nieve.
-La última de esta parte, decía que anduvo por ahí Leo Sbaraglia, ¿qué te acordás o podrías contar de esa visita “ilustre” o de otras?
-Lo más lindo de esto es que no pensaba volver a abrir las puertas de un lugar, en este caso mi rancho, para recibir visitas, y es una hermosa experiencia. Abrir las puertas me trajo visitas como Leo que vino con su papá, cebó mates muy ricos. Y después, cada tanto seguimos en contacto porque iba a volver, pero todavía no se dio. También vinieron visitas que jamás hubiera imaginado, un chef español, Arnau París (N de la R: ganador de Marterchef España), la chef francesa que inspiró a los productores de Pixar para la película Ratatouille a pasar su cumpleaños acá con sus hijas; un chef brasilero que es muy conocido con tres restaurantes en Brasil y reconocido con estrellas Michelin y pasamos un día muy lindo. Hace poco estuvo Lelé Cristobal (N de la R: dueño de Café San Juan, La Cantina y La Vermutería). Y la visita de la rusa, que vino al principio. Jamás pensé que las podía conocer a estas personas.
–Bueno, llegamos a una sección divertida de estes podcast que es el pin-pong. La primera pregunta es si tenés en el radar algún lugar que te gustaría conocer.
-No he viajado mucho en mi vida. Sólo he ido a México hace poco. Quiero conocer muchos lugares. Después de pandemia y en esta nueva etapa de mi vida tengo como objetivo empezar a viajar. Me gustaría conocer Italia como de los primeros que me gustaría andar.
-¿Te pasa que estás acostumbrada a vivir con pocas personas y cuando vas a un lugar donde hay mucha gente y bullicio, te “abatata” un poco?
-No. Tengo muy claro que es algo transitorio, que va a durar poco tiempo. Entonces no me preocupa.
-¿Tenés algún hobbie? Algo que te resetee, que te cambie la bocha, afloje las tensiones… no sé si tenés tensiones en tu vida allí…
-No. La verdad que no. Fui haciendo muchas cosas en mi vida los últimos años. Y a todas las pongo alma corazón y vida. Cuando arranqué con la escuela de canotaje fue como un hobbie, también empecé con natación en aguas frías. Son actividades que voy desarrollando que no tienen que ver con lo laboral y le pongo pasión, y me llenan el alma. Mucho amor. Porque siempre las hago con gente, que es lo que me gusta.
-Si pudieses tener algún superpoder, ¿Qué superpoder te gustaría tener?
-Mmmm… vos ya creo que algo sabés porque estuvimos hablando antes de la nota. Trato de colaborar con las personas que lo aceptan y necesitan con ThetaHealing, y eso me gusta. Lo considero no como un superpoder, pero me gusta dar una mano. Soy feliz haciéndolo y lo voy a seguir haciendo.
-¿Cómo podrías explicar qué es ThetaHealing?
-Es una terapia, hoy hay muchas, que sirven para ayudar a las personas a sanar aquellas cosas que no están resueltas a nivel energético, del alma, del espíritu, dependiendo en qué crea esa persona. Es una herramienta que sirve para que las personas energéticamente puedan estar mejor y esa mejoría impacte también en su cuerpo material. Sanar el espíritu, el alma, para que también sane el cuerpo.
-Si pudieses volver a ver a la Diana de 18-20 años, ¿qué le dirías? Seguí por ahí, hace más de esto, disfrutá más de aquello…
-Le diría lo mismo que a veces le digo a otras personas, que es muy lindo tomar los caminos no transitados, que ahí se encuentran lindas experiencias y aprendizajes y también te encontrás en esos caminos con personas que nos pueden enseñar.
-Llegamos a la última pregunta, para algunos es la más difícil de todas. Tiene que ver con elegir un tema musical que va a quedar sonando cuando nos despidamos. ¿Qué elegís?
-Hay un tema muy lindo, que dice algo así: No es blanca ni negra la vida, es de colores. El tema se llama “Vida de colores”, de Aida Bossa.