Julián Pombo (48) es oriundo y actualmente vive en Zapicán, departamento de Lavalleja, en Uruguay, aunque curiosamente el nombre pareciera referir a un pueblo mexicano. Es que ese nombre –nos explica- se debe a que así se llamó el último cacique charrúa, abatido por las fuerzas de Juan de Garay. Aprovecha para contarnos que muy poca gente conserva en su región la memoria de la lengua aborigen y que hay una asociación dedicada a preservarla. Además, que es una zona eminentemente ganadera. Su padre, supo ser caminero y recuerda que iba a buscar arroz a la mega empresa Saman, en Lascano, al norte de Zapicán.
El recorrido de la vida de Pombo es peculiar y por eso elegimos contar su historia. Porque muestra cómo un joven, desde un pueblo del interior de un país latinoamericano, con pasión e ingenio, con conexión a internet, pudo crear su propio emprendimiento con proyección planetaria y con un fin social. En su caso diseñó un juego para concientizar a su propia gente acerca del cambio de matriz energética que viene experimentando el Uruguay, para que todos se comprometan con el nuevo modo de vida ambiental que se viene.
-¿Podés contarnos en pocas palabras sobre ese cambio de matriz energética en tu país?
-Sí, porque Uruguay inició un cambio de matriz energética en 2010. Y en 2024, el 98% de la electricidad consumida ya le es provista de fuentes sustentables, llegando a posicionarse entre los 3 primeros países del mundo. Las principales de estas fuentes son hoy la hidroeléctrica, la eólica y la biomasa. Cada parque eólico evita 70 toneladas de polución. La energía solar es la menos utilizada, con un 4% de representación en la matriz. Actualmente Uruguay está trabajando en proyectos de hidrógeno verde y en la construcción de nuevos parques solares. Y la Administración Nacional de Usinas y Transmisiones Eléctricas (UTE) prevé incorporar parques fotovoltaicos a partir del año 2026.
-¿Por qué se te dio lo de diseñar un juego de mesa sobre esa temática?
-Porque es un cambio muy repentino, en pocos años, que no se detiene, y que la población suele no captarlo en su totalidad. Es importante difundirlo para provocar una toma de conciencia. ¿Y qué mejor que jugando? Quise visibilizar que somos pioneros a nivel latinoamericano y mundial en cuanto a la energía eólica, por ejemplo. Pero opino que Uruguay no hizo esta transformación de su matriz energética sólo por razones ecológicas, sino sobre todo económicas, ante la preocupación por su dependencia de los combustibles fósiles que debía importar. Y eso es también muy importante.
-Contanos brevemente sobre tus orígenes familiares.
-Bueno, en cuanto a mi origen familiar, dicen que hace mucho tiempo, partió un barco desde Islas Canarias hacia Venezuela con 18 integrantes de la familia Pombo. Y que de allí, algunos se vinieron a Uruguay. Mis abuelos se asentaron en Zapicán, donde llegaron a tener una estación de servicio con almacén de ramos generales y bar. Yo nací en Montevideo, porque mis padres estaban estudiando allí. Mi padre estudiaba abogacía, pero tuvo que interrumpir su carrera y volverse a ayudar a mi abuelo en su emprendimiento. Yo cursé mis estudios primarios y recuerdo que en los años ochenta, en Zapicán vivía mucha gente, había mucho trabajo.
–¿Cómo llegaste a ser un creativo de juegos de mesa?
-Cada vez que llovía en mi pueblo, se cortaba la luz. Para entretenerme, una tía le solía leer las novelas de Agatha Christie y me estimulaba proponiéndome al final que le contara lo que me había quedado en claro. De esas noches me quedó el hábito de analizar todas las situaciones y las hipótesis de conflicto. También jugábamos con un juego de mesa que se llamaba El Banco Hipotecario, y de ahí me quedó la pasión por esos juegos. Ese, en particular, era el equivalente al Estanciero, o a El Monopolio o El Financista. A mis nueve años, empecé a estudiar programación de computadoras, porque ya tenía mucha facilidad para los números y la lógica.
-Ahora vamos entendiendo cómo se fue formando tu personalidad, apta para tu actual oficio.
-Pero hay más: acá, el uruguayo medio siempre anhela llegar a ser empleado público, porque en general puede ganar el triple que uno privado. Entonces, después del secundario ingresé a una academia que me preparó para ello, formándome en análisis de sistemas, auxiliar contable y administración bancaria. Pero mi primer trabajo fue en una pinturería, luego en el Palacio de la Música, después en una imprenta, y más tarde, en el centro de cómputos de una cadena de tiendas, con sucursales por todo el país. Me tocó viajar para resolver los problemas de las computadoras, en muchas de sus sucursales y eso me dio mucha agilidad mental, fue como una gimnasia, para mí.
-¿Y qué más?
-Trabajé en una barraca donde además de vender chapas, hierro y manejar la administración, me tocó hacer dibujo técnico, lo que me preparó definitivamente para el diseño de mis propios juegos. En 2010 descubrí un universo nuevo, el de los juegos de mesa modernos, con otra mecánica, y comencé a hacerme traer juegos de mesa desde Estados Unidos, para jugar con mi familia. En 2015 tomé contacto con un portugués, que es uno de los creadores de juegos más importantes del mundo, Vital Lacerda, quien desde Lisboa buscaba personas con las cuales testear sus juegos de modo ‘on line’. Muchos portugueses creían que yo era de su país, porque allá hay mucha gente de apellido Pombo.
-¿Cómo fue que te dio en algún momento, de pasar a ser protagonista en la creación de tus propios juegos?
-A partir de aquella vez seguí en contacto con el diseñador portugués y además de jugar a sus juegos, empecé a hacerle algunas críticas y sugerencias sobre ellos. Con el tiempo vi que él iba incorporando mis ideas en sus juegos, entonces le propuse crear un juego conjunto con el nombre de Mercado de Lisboa, en base a un juego de él, llamado Lisboa, pero con aportes míos. Después, corría el año 2018 cuando decidí trabajar para mí y crear mi propio juego, uno que tuviera identidad uruguaya. Fue cuando creé “Pampero”, sobre la temática del cambio de matriz energética en Uruguay.
-¿Cómo hiciste para financiar tu propio juego?
-No tenía plata para autofinanciarme el proyecto. Entonces comencé a buscar alguna editorial de Estados Unidos a la cual venderle mi idea. Hasta que di con una, que le gustó y firmamos contrato. Comencé a cobrar regalías, menos del 10% de las ventas, pero ella los comercializa por todo el mundo. En fin, tardé dos años en diseñar mi juego, seis meses en hallar una editorial que me comprara la idea, y dos años más, porque en el medio me paralizó la pandemia. Fueron 6 años para sacar mi producto, que logré hace unos meses.
-Contanos acerca del mundo de los juegos.
-Hay unos 300.000 diversos juegos de mesa dando vueltas por el mundo. Hasta se ha creado un juego en base a la lamentable guerra de la Triple Alianza, pero no se conoce masivamente. En el mundo de los juegos de mesa hay dos grandes rubros: los llamados Ameritrash, que se caracterizan por destacar la temática por encima de la propia mecánica del juego, prevaleciendo la estética del mismo. Los Euro vienen de Europa y refieren a: manejo de recursos, mucha estrategia, toma de decisiones, simulación económica, etc. Los cartelitos del juego se llaman íconos. Mis juegos son Euro, y “Pampero” tiene un poco más de estrategia que uno conocido en el mercado, porque en él hay que manejar recursos y más. Se puede jugar solo, pero lo ideal es de a dos, y mejor aún, de a cuatro.
-Ahondanos en estos juegos Euro.
-Para jugarlos, uno se puede extender hasta dos horas, y quien busca algo simple, se acobarda con éstos. Diría que el mundo moderno, de que todo sea breve, sin elucubrar mucho, ni hacer mucho esfuerzo, te aleja de este tipo de juegos. Pero yo digo que no hay ningún juego más difícil que lo que cada uno de nosotros hace cotidianamente. Por ejemplo: en un partido de fútbol, tenemos más reglas que en uno de estos juegos Euro.
-¿Cómo es la situación actual de tu juego?
-Actualmente el juego se está entregando en Oceanía, que es la última parte del mundo donde faltaba colocarlo. Está producido en 8 o 9 idiomas. El diseñador gráfico vive en Australia y es uno de los 3 más importantes del mundo. El que testea el lenguaje vive en Israel. Yo lo escribí en un inglés básico, que aprendí mirando películas, sumado a las clases que aprendí en el liceo. Me enviaron una primera impresión desde Estados Unidos, pero quedó retenida en la Aduana, y tardé meses en que llegara a mis manos.
-¿Y cómo está el juego en tu país?
-Hoy mi juego cuesta 300 dólares en Uruguay y eso hace que no se venda masivamente y se popularice. Además, también cuesta que se venda masivamente en el mundo, debido a que lo diseñé con cierta dificultad, no es un juego fácil. De todos modos en una preventa fue un éxito mundial y vendimos 3000 copias. Pero para darnos una idea, de otro juego bien simple, se vendieron 2 millones de copias. Mi expectativa máxima es vender unos 10.000. Mi juego hoy está a la venta en todo el mundo y estoy orgulloso de que esté representando a mi país. Sueño con que alguna vez el Estado nacional reconozca este logro y a mi juego “Pampero” como una herramienta útil para las escuelas y liceos, con el objeto de educar y hacer tomar conciencia a los estudiantes, de modo lúdico, jugando.
-¿Los juegos evolucionan con el tiempo y se actualizan o se les agregan módulos?
-Sí, en mi caso al juego base, que llamo Pampero, le agregué tres módulos o expansiones que se compran aparte: uno se llama “Cielo despejado”, con elementos que lo hacen más divertido; otro se llama “Naturaleza”, sobre la conservación de la fauna autóctona; y el último se llama “Proyecto Verne”, sobre la planta que se está empezando a construir en Uruguay sobre Hidrógeno Verde y Combustibles sintéticos, que sería una vuelta de rosca más al cambio de matriz energética.
-¿Podés explicarle a un adolescente cómo funciona la creatividad, cómo se alimenta?
-Para la creatividad en los juegos a veces no tenés que razonar, sino esperar a que te venga la intuición. Por ejemplo, camino y ando mucho en bici, y es cuando de pronto me puede venir una idea. Por el lado del ocio creativo. Pero para crear tu juego, tenés que ocuparte hasta de los sueños, porque aún durmiendo, tu cabeza sigue urgando. Llego a hablar solo, porque necesito poner mis pensamientos en palabras y escucharme. Pero mi madre me pregunta por qué hablo solo, e irónicamente le respondo que es porque necesito tener una conversación inteligente (sonríe, Julián). Ya estoy preparando un juego sobre robótica e inteligencia artificial, para el año que viene, con la misma editorial de Estados Unidos.
-¿Podés empezar a hacernos un balance de tu vida?
-Tengo dos hijos, Victoria y Joaquín, que ya son mayores de edad y yo estoy viviendo con mi abuelo, Garibaldi, de 88 años. Soy fanático de beber Vascolet, que Nestlé creó en Argentina y lo desarrolló en Uruguay, pero también tomo cerveza y vino. Hoy gano más de lo que gana el 60% de los asalariados de mi país y me siento asombrando al estar viviendo del oficio de crear juegos de mesa. Además, la editorial me paga los viajes para que me presente en las ferias internacionales sobre esta temática. En mayo de este año me dieron un premio en la categoría de juegos Euro, en Birmingham, pero no pude ir a recibirlo. Lo bueno es que te valida y difunde tu juego ante el público internacional, es como recibir un Oscar. No te dan plata, pero multiplica tus ventas. Me siento orgulloso y agradecido.
-Contanos algo de esas ferias.
-Cuando llego a las ferias trabajo sin descanso, haciendo demostraciones y dejando al público con las ganas de seguir jugando. Ya fui dos veces a Portugal y dos a Alemania. Y pensar que sólo conocía Buenos Aires y Pelotas, en Brasil. La feria de juegos más grande del mundo se realiza en Alemania y por ella pasan 190.000 personas. Me sorprendió que me cuesta más barato comer en Europa que en Uruguay.
-¿Qué planes tenés, a futuro?
-Mi desafío a futuro es seguir creando juegos que gusten. Pero no puedo fracasar porque sería muy difícil recuperarme de una caída. La editorial no me presiona, pero sí tenemos un plan a futuro. Hasta tengo ya un juego para sacar a la luz en 2027, sobre el acuífero guaraní, que abarca Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil, aunque quienes lo explotan mejor son Brasil y Argentina. Por ahora sólo lo tengo pensado. Está dando vueltas en mi cabeza.
-¿A esta altura podés decir si lograste aportar algo nuevo al mundo de los juegos de mesa?
-Hay un factor común en mis juegos, y es que tienen una interacción para que el jugador entienda que hay una necesidad de cooperación entre los habitantes del planeta. Los juegos son competitivos, uno juega para ganar, pero a veces una actividad personal puede ser perjudicial para el ambiente. O con la intención de ganar, uno puede terminar perjudicando a otros. Mi filosofía consiste en que, para ganar, tenés que cooperar con los demás, en función de un bien común: mejorar el medio ambiente, para bien de todos. Ni destruir al otro, ni destruir el ambiente común, la casa, el hábitat. Todos tenemos que mejorar compitiendo, aunque algunos mejoren menos o tarden más en mejorar. No hace falta crecer destruyendo al otro. Creo que esto faltaba en los juegos.
Julián Pombo eligió dedicarnos Los Orientales, de Idea Villariño y José “Pepe” Luis Guerra, por Los Olimareños, “Pepe” Guerra y Braulio López.