Nacida en 1954 como entidad de segundo grado, la Junta Intercooperativa de Productores de Leche (JIPL) integra a cooperativas lácteas de todo el país, muchas de las cuales rozan el siglo de existencia. Su figura, en esencia gremial y con el objetivo de lograr la capacitación de sus más de mil socios particulares -la mayoría de ellos de escala pequeña y mediana- busca responder a las demandas que surgen al interior de ese sector.
“Lo primero que pasó en el inicio de estas cooperativas fue contener al pequeño y mediano productor. A ese se lo acompaña a armar su tambo, a desarrollarse tecnológicamente y a ir avanzando y sobrellevando situaciones diferentes. Las épocas van cambiando y surgieron problemas”, dijo en conversación con Bichos de Campo Danny Lorenzatti, presidente de la JIPL.
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Aquellos obstáculos son conocidos: bajos precios de la materia prima, dificultad para acceder a financiamiento que permita escalar la producción y la creciente concentración del negocio en empresas de gran escala, en detrimento de las más chicas.
Es en este marco que los miembros de la Junta mantienen reuniones mensuales para analizar no solo los números de la cadena sino también para entender el panorama general que enfrenta esa industria transformadora.
“Hoy la Junta está conteniendo alrededor de 1.200 productores y administra un fondo rotatorio que es para ayudar a quienes están fuera del sistema financiero estándar. Es una forma de colaborar para que ese productor siga apostando a su producción, al arraigo y a todo lo que genera la lechería”, sostuvo su titular.
-La producción láctea posee gran cantidad de productores chicos. ¿Ven en el asociativismo la posibilidad de que ellos sigan en un nivel que les permita competir, gracias a poder reunir un mayor volumen productivo?- le preguntamos.
-Totalmente de acuerdo. En un trabajo que estamos haciendo con la Universidad Nacional del Litoral, donde se están digitalizando los periódicos que publicó la Junta desde 1956, vemos que las cooperativas, en diferentes épocas, han desarrollado plantas industriales y fueron las primeras exportadoras de proteína al mundo en Sudamérica.
Empresas como SanCor, la cooperativa James Craik, Manfrey, Cosalta u otras integradas a la Federación de Cooperativas Lácteas (Fecolac), son prueba de esa apuesta por el desarrollo.
“Siempre decimos esto: Argentina es pujante y se destaca por la calidad y los servicios de los productos que hace. A veces sufrimos los problemas macroeconómicos y esos son los más difíciles de sobrellevar. Pero la innovación siempre se destacó en la historia, en este caso de las cooperativas, que es lo que nos corresponde, desarrollando estos desde hace muchos años”, señaló Lorenzatti.
Y afirmó: “Esa es una enseñanza muy importante para los productores, que a veces es laque nos permite mirar de tranqueras hacia afuera”.