Por sus condiciones de suelo y la baja disponibilidad de pasturas, en México la intensificación productiva es prácticamente innegociable desde hace ya varios años. A diferencia de lo que sucede en Argentina, allí no hay grandes extensiones de llanura con alimento disponible, por lo que la producción de forraje es una arista clave de su actividad económica, muy centrada en el engorde a corral y los tambos estabulados.
El de la intensificación productiva es un modelo que los últimos años ha tomado impulso en el país, lo que explica por qué el Congreso de Contratistas Forrajeros organizado en Córdoba hace algunas semanas contó con la participación del especialista mexicano Hugo Ramírez, una fuente obligada de consulta en lo que respecta a la producción de forrajes y la alimentación animal.
De hecho, lo que hizo ante un auditorio lleno de productores fue repasar la experiencia de su país en el tema y explicar en qué puntos específicos deben detenerse hoy quienes producen y almacenan forrajes si lo que quieren es asegurar la disponibilidad de alimento todo el año.
Algo similar hizo con sus compatriotas durante gran parte de su carrera, en la que se dedicó a buscar la forma de optimizar los procesos, acercar la producción agrícola con la animal y, en definitiva, lograr que México sea lo que hoy es: un país con mucha trayectoria en materia forrajera.
Cabe aquí una importante salvedad: Ramírez no duda en absoluto de que Argentina sea “punta de lanza” en materia de almacenaje de granos. Eso confirma que el país es reconocido en toda la región por su amplia trayectoria y “expertise” con los silobolsas, un clásico del agro nacional.
No obstante, a medida que se produce el pasaje de sistemas pastoriles a los estabulados o semiestabulados, el especialista mexicano observa que, para pegar el salto y empezar a trabajar con amplios volúmenes de forraje en ventanas de tiempo muy específicas, lo que se necesita más que nunca ahora es “dotar de un enfoque profesional” a la actividad.
¿Y eso qué significa? Tener a técnicos y personas formadas al frente de la toma de decisiones, pero muy específicamente de la conservación de ese alimento, de modo que la conversión de proteína vegetal en animal -un proyecto muy anhelado en el país- sea efectiva.
Para el especialista mexicano, si lo que se busca es pegar el salto en la producción y conservación de forrajes, hay que atender a los “detalles finos” que en su conjunto pueden determinar grandes pérdidas. A fin de cuentas, 3 o 4 puntos porcentuales de merma en grandes volúmenes de forraje significa mucho dinero.
En su lista de prioridades, sin dudas lo más importante es elegir correctamente el momento de la cosecha, “para que la planta tenga un balance entre rindes y aporte de nutrientes”. En el caso del maíz, por ejemplo, que haya buen contenido energético, y en el de la alfalfa, reserva de proteínas.
Pero todo ese trabajo puede ser en vano si, en paralelo, no hay un buen “crackeado del grano”, que es lo que determina que esa energía y nutrientes puedan ser aprovechados por los animales y no queden “bloqueados” dentro del forraje.
También puede suceder que, tras haber hecho correctamente esas tareas, luego falle el trabajo realizado en el silobolsa, sobre lo que también Ramírez hizo sus observaciones al ser consultado por Bichos de Campo.

Es bien sabido que un silo mal llenado, que deja contenido de aire dentro, puede echar a perder los granos. Pero, en el caso específico del forraje, donde lo que se almacena es una ración ya elaborada de antemano, que haya oxígeno dentro puede tener otro efecto igual de perjudicial.
“Hay que tener mucho cuidado con la tasa de llenado, porque si tiene aire, la planta no necesariamente se va a degradar o echar a perder, pero sigue consumiendo los nutrientes que nosotros queríamos conservar”, explicó Ramírez.
Incluso, más allá de las pérdidas productivas, el experto asegura que la presencia de oxígeno en la bolsa puede generar un efecto muy nocivo -y hasta letal- sobre los animales o los propios trabajadores. A lo que se refiere es al dióxido de nitrógeno, un “gas anaranjado” sobre el que advierte siempre que tiene la oportunidad y que se forma cuando el oxigeno entra en contacto por un período prolongado con las semillas.
Generalmente, eso sucede cuando la bolsa demora en cerrarse y se genera una pequeña nube de gas de la que conviene mantenerse alejados. “Eso demuestra que el proceso de compactación es crucial para la calidad del silo y para la seguridad e higiene de las vacas como de los trabajadores”, aseguró Ramírez.
Mirá la entrevista completa:
En su país natal, fue quien encabezó la profesionalización de la actividad en México. “Fue como organizar una orquesta, porque cada cual tocaba la tonada que quería o la parte que se sabía”, recordó, pues su trabajo es el de oficiar de intermediario para “tratar de empatar las metas de producción agrícola con las metas de producción y de calidad en forrajes”.
Lo cierto es que allí la producción de alimento animal es acotada para el nivel de intensificación que hay, por lo que la presión por tomarse muy en serio las tareas de conservación y almacenaje es aún mayor.
“No podemos arriesgarnos a no aprovecharlo bien porque no tenemos de sobra, e incluso nos puede llegar a faltar”, aseguró el especialista.




