Fue el propio gobierno nacional, de la mano del secretario de Bioeconomía, Fernando Vilella, quien volvió a poner en agenda un tema solapado por años, pero que no encuentra una resolución definitiva: el reconocimiento de la propiedad intelectual de los obtentores de las semillas.
Es que la industria que provee de semillas a los productores para encarar cada campaña, viene reclamando hace años que ese reconocimiento sea oneroso, es decir que los productores paguen por el uso que se hace de las semillas, que concentran una buena cantidad de tecnologías genéticas.
Está vigente una Ley de Semillas, pero de acuerdo a la industria, es anticuada y le faltan detalles, particularmente en lo que tiene que ver con el uso propio de las simientes, y en especial las de las especies autógamas, como soja o trigo, que permite a los productores guardarse algo de cosecha para volver a sembrar al año siguiente. Si bien está reconocido, es justamente lo que la industria busca cambiar, puesto que estiman que en soja, más del 80% de la semilla que se siembra, proviene de orígenes no declarados, es decir, sin pagar regalías a los obtentores de las mismas.
El debate volvió a la palestra de la mano del gobierno libertario de Javier Milei, que incluyó la adhesión a la convención UPOV91 en el proyecto de ley de Bases, aquel que naufragó en el Congreso Nacional. Esta convención global estipula un respaldo económico a los obtentores de la semilla, algo que representa “un buen comienzo”, según dicen los líderes de la industria.
En 2018 se instaló en Venado Tuerto, núcleo de la región semillera, la compañía Stine, gran jugador a nivel global en lo que tiene que ver con el mejoramiento y tecnología genética, y desde ahí comenzó su expansión en Argentina.
Manuel Rosasco es gerente de la empresa, y explica a Bichos de Campo la cocina de la producción de una bolsa de semillas, y las razones por las cuales cree que se debería compensarlos.
“Esa bolsa que el productor lleva, que es el último que la diseña para nosotros, que es la persona de valor, está comiendo el comedor, digamos. Está ahí viviéndola, está abriéndola, sembrándola, haciendo un manejo para sacarle el mayor provecho en cuanto a rendimiento y potencial. Pero atrás de ese comedor hay una cocina, ¿no? Esa cocina son 5 a 7 años de estación y contra estación, que sufrió esa variedad o ese híbrido para llegar al mercado”, expresó Rosasco.
Según el representante de Stine, esa variedad que llega a circuitos comerciales, “muchas veces es el 1% de un programa mejoramiento que alimenta el 99% que fue descartado del mismo”.
Ahí radica uno de los principales argumentos de la industria para lograr recuperar la inversión que realizan en investigación, puesto que de acuerdo a lo que explican, esa variedad o híbrido que llega, financia al resto que quedan en el camino, y por eso no se puede reinvertir en nuevos eventos tecnológicos.
“De campaña 23-24, venado tuerto, estamos haciendo 125 mil intentos de cruzamiento de soja. Tenemos 153 mil parcelas incrementándose, unas 250 mil evaluándose que van a dar el rendimiento a nivel nacional, de norte a sur del país. Tenemos 217 personas que están totalmente trabajando de lunes a lunes en Venado Tuerto. Eso es inversión, eso es avance, eso es elección y descarte. Todo eso cíclicamente, año a año. Ahí vos tenés el programa en su máxima expresión. De esas van a llegar pocas, de ellas va a llegar el 1%. Y ese 1% es quien bancó que llega realmente con el potencial que uno quiere a bancar el 99% restante que fue fundamental para empujar este 1%”, dijo Rosasco.
Mirá la entrevista completa con Manuel Rosasco:
– Imagino que estás de acuerdo en que el productor pague por las regalías cada vez que siembra, ¿no?
– Sabemos muy bien que Argentina es muy extenso, sabemos muy bien que Argentina es un país muy sufrido y que tiene un margen en la producción. En el manejo muy amplio, donde tiene impuestos, donde tiene regalías, entiendo muy bien que años de cultura así hayan visto que una tecnología, cobrarse en soja, hablando principalmente, se vea como un impuesto. Estamos queriendo empujar desde 2018, cuando nos instalamos acá, para cambiar un poco ese mindset. Argentina tiene un 15% de mercado legal con toda la furia.
– ¿De mercado legal?
– Mercado legal de soja, el resto es bolsa blanca. Esto lo que genera año tras año, es pérdida de ganancia genética y pérdida de inversión en tecnología. Nosotros queremos dar vuelta esa torta, dar vuelta esa jugada para decir, che, tenemos que mejorar, no solamente en tecnología, sino en inversión de investigación para que la ganancia genética sea inmediata.
– Entonces, ¿en Argentina estamos avanzados o atrasados en tecnología y adopción?
– Estamos atrasados. Estamos con muy buenas tecnologías a nivel mercado, pero muy poca competencia entre tecnologías. Hoy nosotros, junto a otras compañías, apostamos con una tecnología en soja, que es el Enlist y Conkesta Enlist. Pero estamos hablando de muchos otros eventos que se desarrollan en otros países y se comercializan y que acá no son habilitados. Básicamente, si no hay competencia en un mercado, el mercado no crece. Estamos dejando de lado rendimiento y potencial, principalmente estamos dejando de lado rentabilidad para el productor.
Si una empresa produce tecnología y le vende el evento a otra,ya facturo esa tecnología a la compradora de la mismo y nosotros le damos regalías a la empresa que nos vende la semilla con el evento,no a las dos.