Los viñateros de San Juan y Mendoza vienen reclamando por el precio de la uva desde hace muchos años. Dado que no existe una normativa que regule sus transacciones con las bodegas ni un mercado de referencia, denuncian que ya se ha conformado un auténtico monopolio, ya que los precios de la uva para vinificar se fijan arbitrariamente y no tienen en cuenta los costos productivos.
Productores autoconvocados de San Juan realizaron el jueves una caravana frente a las principales empresas procesadoras exigiendo tarifas dignas para no tener que cerrar sus negocios. Los bloqueos duraron poco tiempo pero son una señal. Incluyeron a la bodega Peñaflor y a un establecimiento de Fecovita, los dos grandes jugadores del mercado local del vino. Curiosamente Fecovita es una empresa cooperativa y de allí proviene el actual presidente de Coninagro, Carlos Iannizzotto.
“El conflicto es el mismo de todos los años: llegamos a la época de la cosecha y los precios no cubren los costos. No es algo antojadizo, los costos de producción de un kilo de uva fueron determinados por el INTA de Mendoza y San Juan. Las bodegas quieren pagar por debajo de eso y la situación es de quebranto. En los últimos diez años desaparecieron el 25% de los productores”, dijo ofuscado a Bichos de Campo Alberto Gallardo, productor sanjuanino, dueño de una finca de más de 100 años.
Según las estimaciones realizadas, el precio mínimo de un kilo de uva común rosada, utilizada para producir vino de caja, debería ser de 15 pesos. Ese cálculo se conforma en base a la mano de obra, la amortización, los agroinsumos necesarios y el precio del gasoil.
Hoy las empresas más importantes –el Grupo Peñaflor, Fecovita y RPB (Baggio)- están ofreciendo a los viñateros sanjuaninos unos 12 pesos por kilo de uva, alegando que “no les da el negocio” para pagar por arriba de esa suma. Estas empresas concentran el 70% del consumo interno de vino y de la exportación del mismo.
Desde el INTA determinaron que para obtener rentabilidad, se deben obtener 25 mil kilos de uva por hectárea. Pero, claro, eso no tiene en cuenta al clima, que en este momento está azotando al Cuyo con la peor sequía desde 1970.
“Llegar a esos kilos es muy difícil y quienes lleguen lo harán usando electricidad para hacer andar las perforaciones para el riego, y ese costo no esta incluido”, explicó Gallardo. Mantener activa una perforación con una bomba de 20 Kw, para regar aproximadamente 15 hectáreas, sale alrededor de 50.000 pesos por mes. Eso se vuelve cuesta arriba si se tiene en cuenta que en los últimos tres años las tarifas eléctricas ha subido un 190%.
Con esta mochila de problemas llegaron entonces los productores hasta las puerta de las bodegas. El precio no es fijo, sino que se decide en muchos casos luego de haber entregado las cosecha de uva (al momento de elaborar los vinos), y se cobra varios meses después sin tener en cuenta el impacto de la inflación.
¿Y qué pasa si un productor no quiere venderle por ejemplo a Peñaflor? Puede ir a cualquiera de las otras empresas del conglomerado pero siempre obtendrá el mismo precio, pues las compañías más grandes son las que marcan la cancha en el mercado. Si el viñaetro se optara por trabajar con una bodega más chica ocurriría algo similar ya que ellas, al final de la cadena, le venden el producto terminado a estas mismas empresas.
“El poder de lobby es increíble. Tienen todo el círculo cerrado, siempre caes en ellos. Y no tenemos forma de aguantar porque la uva ya está”, afirmó el productor haciendo referencia a la condición de perecedera de la producción.
Un dato interesante es que a las formadoras de precio también se le suma la empresa del grupo Vicentín, Enav, que elabora mosto –o jugo concentrado de uva- para exportar. Si bien debería ofrecer tarifas distintas e incluso dolarizadas, ya que implica otros procesos productivos y nada va hacia el mercado interno, Enav ofrece pagar los mismos precios que el resto de los grupos.
“Para sumar, en febrero el Instituto Nacional de Vitivinicultura saca una estimación de cosecha que se tendrá en San Juan y Mendoza. Eso marca la tendencia del precio. O casualidad, todos los años se equivocan en favor de las formadoras de precios”, aseguró Gallardo. Este indicador de mayor oferta termina por empujar hacia abajo las tarifas de la uva.
Fue en este marco que productores autoconvocados, luego de una asamblea, decidieron realizar caravanas frente a estas empresas como símbolo del descontento. Si bien hay aires de resignación, entendiendo que en el futuro inmediato deberán vender para no perder la producción, se espera que la visualización del tema atraiga la suficiente atención para discutir este modelo de negocio. El objetivo es lograr un aumento de precios y una dolarización de los pagos que se realicen en cuotas, para mermar las pérdidas ante la inflación.
“El gobierno de la provincia está tratando de darnos una mano y lograr que de alguna manera la uva no vaya directamente a estas empresas sino que otras retengan el stock. De esa forma no se tendrá que liquidar rápidamente el mosto o el vino y las bodegas necesitarán subir el precio”, reconoció el viñatero.