En un mundo donde los recursos son cada vez más limitados y la producción de alimentos enfrenta enormes desafíos, surgen propuestas que invitan a volver a la tierra de una forma consciente y regenerativa. Una de ellas es la huerta biointensiva, un sistema que permite producir más alimentos en menos espacio, cuidando el suelo y el agua.
En Argentina, este método tiene un referente clave: Fernando Pía, ingeniero agropecuario y fundador del CIESA (Centro de Investigación y Enseñanza en Agricultura Sostenible), ubicado en el Valle de Las Golondrinas, en Chubut.
De Raíz estuvo presente en un taller con Fernando Pía en Jardiosofía, un espacio creado por Victoria Provenzano que se dedica a acercar conocimientos y experiencias relacionadas con el cuidado del suelo, la alimentación saludable y la producción consciente. Jardiosofía es mucho más que un lugar físico: es una comunidad donde se aprende haciendo, donde se comparten saberes tradicionales y técnicas innovadoras, siempre con una mirada regenerativa.
En este marco, conocer de primera mano el método biointensivo, explicado por uno de sus principales referentes, fue una experiencia muy útil que nos conectó profundamente con la tierra y con el impacto positivo que se puede generar al cultivar alimentos propios.
El método biointensivo fue desarrollado por el estadounidense John Jeavons y se basa en un principio simple pero poderoso: cultivar mucho, en poco espacio y de manera sustentable. A través de prácticas como la doble excavación del suelo, la siembra en alta densidad, el uso de compost y la planificación cuidadosa de los cultivos, se logra un sistema altamente productivo que regenera la tierra en lugar de degradarla.
Este sistema permite producir entre dos y cuatro veces más alimentos que la agricultura convencional, utilizando hasta un 80% menos de agua. Además, posibilita cultivar en espacios pequeños, incluso patios o terrenos urbanos, y favorece la autonomía alimentaria reduciendo la dependencia de insumos externos.
Pía lo resume con una frase concreta: “Con una superficie de solo 150 metros cuadrados y dos horas diarias de trabajo, es posible obtener entre 600 y 1.400 kilos de hortalizas al año.” Esto significa que una familia de cuatro personas podría cubrir entre el 40 y el 60% de su dieta vegetariana y, en terrenos más grandes, incluso generar un ingreso extra con la venta de excedentes.
En los años noventa, Fernando descubrió la propuesta de Jeavons y viajó a Estados Unidos para capacitarse directamente con él. Fascinado por la idea de producir alimentos de forma ecológica y eficiente, regresó a la Argentina con la misión de adaptar el método biointensivo a nuestro suelo, clima y cultura.
En 1994 fundó el CIESA, un espacio dedicado a la investigación y la enseñanza de este sistema. Desde entonces brindó más de 130 talleres y capacitaciones en América Latina y Europa, participando en encuentros internacionales de la FAO, la IFOAM y universidades de renombre como la de Davis, en California. En 2002, su labor fue reconocida internacionalmente con el Premio SARD en Canadá, por su aporte a la agricultura sostenible.
Sin embargo, su mayor logro está en lo cotidiano: miles de personas que, gracias a su trabajo, aprendieron a cultivar sus propios alimentos, regenerar su suelo y transmitir este conocimiento en sus comunidades.
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Fernando Pía también es autor del libro Huerta Orgánica Biointensiva, una guía completa donde reúne sus conocimientos y experiencias sobre este método. En sus páginas ofrece herramientas prácticas para que cualquier persona, sin importar el tamaño de su terreno, pueda aprender a cultivar de manera sustentable y eficiente. El libro explica paso a paso las técnicas, principios y planificación necesarios para diseñar una huerta que regenere el suelo y produzca alimentos saludables, siendo una referencia fundamental para quienes buscan iniciarse o perfeccionarse en este sistema de cultivo.
El método biointensivo se apoya en ocho principios que, al aplicarse juntos, logran resultados sorprendentes: la preparación profunda del suelo mediante doble excavación, el compostaje de todos los restos orgánicos para devolver nutrientes a la tierra, la siembra en alta densidad para proteger el suelo y conservar la humedad, la diversidad de cultivos para crear un sistema equilibrado, el uso de almácigos y trasplantes para optimizar el espacio, el ahorro de agua gracias a la cobertura vegetal y el diseño de bancales elevados, el uso de herramientas manuales que evitan la degradación del suelo y la planificación cuidadosa de cada paso para garantizar autosuficiencia y regeneración.
La huerta biointensiva no es solo una técnica productiva, sino también una filosofía de trabajo con la naturaleza. En tiempos de sequías, degradación de suelos y dependencia de agroquímicos, ofrece una alternativa concreta para comunidades rurales, familias urbanas y pequeños productores. Además, promueve la soberanía alimentaria, la capacidad de decidir qué se come y cómo se produce.
En el taller de Jardiosofía, Fernando transmitió un mensaje inspirador: “Cada semilla que plantamos es una decisión sobre el futuro. Producir tu propio alimento es libertad y cuidado por la vida.”
En Argentina, cada vez más personas se animan a dar sus primeros pasos en la producción biointensiva. Espacios como Jardiosofía son fundamentales porque funcionan como puentes entre el conocimiento y la práctica, inspirando a más gente a recuperar el vínculo con la tierra.