En muchos jardines, el invierno es sinónimo de pausa. Las plantas ornamentales se apagan, el verde desaparece, y el espacio parece entrar en un largo descanso. Pero en la huerta, ocurre algo distinto. Aunque el ritmo cambia, la actividad no se detiene. Muy por el contrario: el invierno es una de las mejores épocas del año para trabajar en profundidad y preparar el sistema para la temporada que viene. Y, sobre todo, es el momento ideal para recuperar el equilibrio y dejar libre la huerta de plagas y enfermedades.
Con las temperaturas más bajas y la menor presencia de insectos, el invierno permite hacer una pausa activa: observar con calma, ordenar, limpiar, fortalecer los suelos y acompañar el sistema para que llegue en óptimas condiciones a la primavera.
Muchas plagas comunes disminuyen o desaparecen en esta época, lo que representa una oportunidad única para reducir su presencia sin recurrir a controles agresivos. Es tiempo de revisar los canteros, quitar restos de cultivos enfermos, descompactar suelos, sumar compost, airear, acolchar con materiales secos y reforzar las condiciones que favorecen la salud del sistema en general.
No se trata solo de combatir insectos, sino de trabajar de forma preventiva. Las babosas y caracoles, por ejemplo, se pueden controlar de forma natural si se reduce la humedad excesiva, se limpian los rincones oscuros y se usan trampas simples, como tablas húmedas o cáscaras de naranjas.
Los pulgones, que en los días templados pueden volver a aparecer, se manejan fácilmente si la huerta tiene diversidad de especies, refugios para insectos benéficos y soluciones caseras como preparados de ajo o jabón potásico. En ambientes más protegidos, como los invernáculos, también pueden aparecer orugas o mosquita blanca, pero con ventilación, trampas cromáticas y limpieza adecuada, se mantienen.
Lo importante es comprender que el invierno no es un tiempo muerto, sino una estación estratégica para cuidar la huerta sin urgencias. Con menos actividad biológica, cada intervención tiene más efecto: un buen acolchado protege del frío y evita que se instalen malezas; un suelo aireado y nutrido resiste mejor las enfermedades; una planificación adecuada evita repetir cultivos en los mismos lugares y mejora el balance del ecosistema.
Y mientras tanto, la huerta sigue produciendo. Se siembran y cosechan cultivos que disfrutan el frío: acelga, espinaca, rúcula, lechuga, brócoli, coliflor, repollo, zanahoria, rabanito, remolacha, habas, arvejas, ajo y cebolla, entre muchos otros. Plantas que además de alimentar, sostienen el paisaje cuando el jardín pierde protagonismo.
Por eso, desde De Raíz se propone mirar al invierno como un aliado. No es solo una estación de espera: es una oportunidad para fortalecer el sistema, mejorar la salud del suelo, eliminar focos de plagas, y preparar el jardín para una primavera más sana, más productiva y más equilibrada.