La producción de arroz sufre, como tantas otras actividades productivas en la actividad, un recorte artificial de sus ingresos, ya que la mayor parte de lo que se produce se exporta y se cobra en pesos a un tipo de cambio atrasado, sobre el cual además se descuenta el impuesto a la exportación, que en este caso es de 5%.
“El problema es que tenemos un tipo de cambio muy bajo en función de la inflación y de la suba de los costos en una actividad que demanda mucha inversión por hectárea y eso hace que los productores se vayan a otras actividades”, indicó Jorge Paoloni, productor, industrial y dirigente del sector arrocero.
En su pueblo, San Salvador, ubicado en el noreste de Entre Ríos y considerado la capital nacional de arroz, hay 16 industrias que pueden elaborar más de 1,5 millones de toneladas de ese grano, es decir el equivalente toda la producción nacional. Pero “en la provincia este año se espera una merma del 20% en el área y producción, por lo que se llegaría a las 50 mil hectáreas aproximadamente”, comentó.
¿Por qué cae la siembra? A las complicaciones económicas y climáticas, y los altos costo de la energía para poder regar, se suma en el caso del arroz una situación increíble y que se podría resolver con un simple acto administrativo como tantos otros que traban al sector productivo.
El arroz es uno de los cultivos que se encuentran regulados comercialmente por la Ley 21.453, que viene de la última dictadura militar, junto con el resto de los granos y oleaginosas. Esa ley establece que las retenciones y otros tributos se aplicarán sobre un valor FOB Oficial que se define diariamente por parte de las autoridades del ex Ministerio de Agricultura.
Paoloni explicó que para la definición del valor FOB oficial sobre el que se calculan las retenciones, se computan también las exportaciones de los arroces “especiales”, que tienen un precio superior a la variedad largo fino blanco, aunque “no significan siquiera el 1% de todo lo que se embarcó este año, pues lo que más se exporta es arroz integral pelado y arroz blanco pulido”.
De acuerdo con el dato publicado por la Secretaria de Agricultura, debido a esta ponderación errónea de los arroces especiales, el precio FOB oficial del arroz se ha definido en 586 dólares. Es decir, sería “mucho más alto que el valor real del arroz que mayormente se exporta y que tiene un precio real de 480 dólares” por tonelada.
Las consecuencias de este desfasaje es clara y Paoloni no tiene empacho en denunciarla: “Nos descuentan 30 dólares por tonelada, lo que significa un descuento 20% superior al que debería darse (por la aplicación del 5% de retenciones) y que rondaría los 24 dólares la tonelada”.
El descuento es mayor porque hay muchas variedades del cereal y pocos nomencladores, lo que fue explicado a las autoridades de diferentes organismos públicos por parte de los privados. “Es mucho y es injusto el recorte en el precio para una actividad desfinanciada, que además tiene un dólar muy atrasado. Y todo por tomar como referencia esos negocios” de poca envergadura, indicó el productor e industrial.
“Nos dijeron que iban a solucionar el tema pero por ahora no pasó nada. Esto contribuye a la pérdida de competitividad y rentabilidad, pues nos imputan un derecho de exportación mayor al debido y eso agregado a la inflación de costos y los problemas climáticos reduce la posibilidad de que haya un resultado económico positivo en esta campaña”, agregó el entrerriano.
Esta situación se da en un contexto de precios altos. “Al mercado más no se le puede pedir. El arroz ‘pady’ (con cáscara) se exporta a 280/300 dólares cuando la media histórica era de 180/220 dólares. El arroz blanco largo fino está levemente por encima de los promedios, por lo que es poco probable que suba más. Lo que necesitamos es que nos bajen la presión impositiva y que nos den un tipo de cambio competitivo”, reclamó el arrocero.
A todo esto, en octubre debería masificarse la siembra de arroz en el litoral pero el avance es lento por cuestiones climáticas que agravan más el escenario del cultivo. Hay regiones muy afectadas por la sequía, sobre todo en Corrientes donde el agua para el riego proviene de lo que se acumula en las represas tras las lluvias que hace meses no se dan.
En Entre Ríos no falta agua en el perfil, pero el problema son las heladas tardías que impiden el desarrollo de lo poco implantado.
A eso se agregan los problemas económicos. “Hacer una hectárea de arroz cuesta 2.000 dólares y una de trigo 350”, comentó Jorge. Para salir hechos se requiere de un rinde de 9.000 kilos por hectárea, pero “hay que remarla mucho para superar los 7.000” comentó el molinero y exportador arrocero.