Según el relevamiento de precios del IPCVA (Instituto de Promoción de la Carne Vacuna) correspondiente a diciembre de 2021, el precio promedio del kilo de carne en la Argentina era al cabo del año era de 850,33 pesos por kilo, es decir más de 8 dólares según la cotización oficial pero de poco más de 4 dólares a la cotización del dólar libre.
La enorme brecha cambiaria impide así determinar con exactitud si la carne argentina es cara o barata, como le gusta debatir a los políticos que seguramente siguen comiendo tanta carne como siempre. Es cara para los argentinos porque los salarios locales se han pulverizado en dólares. Pero estará regalada para cualquier turista que llegue al país y se pida un bife de chorizo.
Mientras la gilada discute esa obviedad, el informe del IPCVA permite que sepamos que -en pesos- el precio promedio de la carne subió nada menos que 9,7% en diciembre pasado, respecto del mes anterior. Esto significa que por más cepo a la exportación que pusiera Julián Domínguez, o por más cortes regalados en los supermercados que implementara Roberto Feletti, la carne se alejó todavía mucho más de las posibilidades de la mayoría de los argentinos. En otro país del mundo, frente a este resultado a ese tipo de funcionarios los echarían de inmediato. Pero aquí se los premia, porque parece que a la vicepresidente Cristina Kirchner le gusta esta sucesión de fracasos anunciados.
Los 850 pesos por kilo que la medición del IPCVA registró como precio promedio para el cierre de 2021 implica que en todo el año la carne vacuna acumuló una suba del 60,7%, unos puntos por encima de la inflación. Esta evidencia obligaría a cualquier gobierno del mundo a revisar si las políticas que aplico fueron útiles y eficaces, pero aquí se hace todo lo contrario y el desde el 1° de enero de 2022 rige un cepo a la exportación de carne perfeccionado, que incluye la prohibición de exportar siete cortes populares de cualquier categoría bovina, a excepción de la vaca conserva categorías D y E. Esos cortes equivalen a casi 24% de la carne obtenida de cada animal.
La prohibición de los siete cortes (asado, tapa de asado, vacío, matambre, nalga, paleta y falda), que ahora se mantendrá hasta fines de 2023, en realidad se viene aplicando desde el segundo semestre de 2021. Es decir que ya se cuenta con algunos datos acumulados como para evaluar el resultado de esta política. ¿Bajaron los precios de esos siete cortes prohibidos que deben obligatoriamente quedar en el país? ¿O por lo menos, subieron menos que el resto?
Las primeras evidencias parecen indicar que no, que la decisión oficial de prohibir la exportación de determinadas partes del vacuno no sirve de casi nada. Acaso solo el asado de tira subió a lo largo de 2021 un poquito menos que el resto de los cortes, con 55,2%. También la tapa de asado tuvo un comportamiento semejante, con una escalada de 55,4%. Y la falda, que trepó 54,9%.
Pero la cuadrada (que hasta ahora estaba prohibida y fue reemplazada por la nalga) subió 59,7%, es decir casi tanto como el promedio. La nalga (que ahora se prohíbe en reemplazo de la cuadrada) lo hizo 61,6%. El vacío acumuló una suba de 59,1%. Y el matambre escaló de precios un 57,0%.
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Esto quiere decir que en general todos los cortes vacunos subieron más o menos lo mismo, más allá de que estuviera prohibida o no su exportación. De hecho, en algunos casos (como en el del asado) la orden explícita de dejar toda la producción en el país es como una orden al cuete, porque eso ya sucedía y casi no se exportaba ese corte. Pero bueno… a los políticos les encanta lanzar frases del viento del tipo “el asado será para los argentinos o no será nada”.
¿Y cuál fue el corte que más subió a lo largo de 2021? El lomo terminó el año a un promedio de 1.253,17 pesos por kilo. Fue no solamente el corte más caro de todos, como suele suceder, sino además que acumuló un alza del 76,1% respecto de diciembre de 2020.
¿Y el corte que menos subió? No fue ninguno de los prohibidos sino uno bien popular, la carnaza común, que termino el año costando la mitad que el lomo (638,37 pesos) y con un incremento del precio promedio de “solo” 53,9%.
Como sea, con estos precios y tan bajos salarios, los argentinos volvimos a reducir el consumo de carne vacuna en 2021. No está todavía el dato definitivo de diciembre, pero el Ministerio de Agricultura había calculado este indicador (el consumo de kilos anuales por habitante) en 47,92 kilos para noviembre. Esto implicaba 2,5 kilos anuales menos per cápita respecto de fines de 2020. O si te gusta en porcentajes, una nuevo descenso de casi 5%.
Si uno midiera la evolución de la pobreza argentina en kilos consumidos de carne vacuna, los argentinos nos habríamos empobrecido eso: cerca del 5% el año pasado.
Por suerte, hay otras carnes cuyo consumo viene creciendo y disimulan en parte la menor ingesta de carne vacuna en nuestra sociedad: el pollo y el cerdo. Ninguna de esas especies tiene las exportaciones prohibidas, aunque ahora parece que Feletti y Domínguez estarían planeando prohibir los embarques de patas y alitas, porque son más baratos que la pechuga y así se podría propiciar un mayor consumo en el país. Es una joda, no se la crea. O mejor, tenga temor por las dudas.
Pero, entonces, si no están prohibidas ni reguladas sus exportaciones… ¿vale suponer que ese tipod e carnes han subido mucho más en 2021 que la carne vacuna?
No, amigo, no. Según la misma medición del IPCVA el kilo de pollo entero cerró el año en 215,43 pesos, apenas 2,6% por encima de noviembre y 36,9% arriba de diciembre del año anterior. Es decir, subió casi veinte puntos menos que la carne vacuna, por debajo de la inflación.
Y el pechito de cerdo, que ha comenzado a reemplazar el popular asado en las parrillas argentinas que todavía pueden ser encendidas, redondeó 2021 con una cotización promedio de 593,57 pesos y una suba anual del 45,4%, quince puntos por debajo de la carne bovina.
Y eso a pesar de que Cristina decía que la carne porcina era afrodisiaca.